La asistencia social a desfavorecidos gana peso en las fundaciones de los principales empresarios españoles.
Madrid
Pero la virulencia de la crisis vivida en España desde 2008, con centenares de miles de familias sin un solo ingreso, ha acabado por alterar las prioridades y casi todas estas instituciones se han decantado hacia programas de ayuda directa a los colectivos más desfavorecidos.
Una de las fundaciones que ilustran este cambio es la de Amancio Ortega, creada en 2001.
Si bien empezó trabajando en tareas educativas, se ha ido adentrando en programas sociales.
“El 83% del gasto de nuestra fundación va al área social y solo el 17% a la educativa”.
En 2014 la fundación del propietario de Inditex inauguró una nueva sede para la Institución Benéfico Social Padre Rubinos en A Coruña, con una inversión de 30 millones de euros.
Además, dispone de comedor y habitaciones para transeúntes sin recursos, una residencia de mayores con 146 plazas y una escuela infantil con 100 plazas.
Entre 2013 y 2015 ha destinado 15 millones de euros a la construcción de escuelas.
Sin embargo, la aportación más mediática de Ortega fue la entrega de una donación de 20 millones de euros a Cáritas.
También la Fundación Botín, centrada en temas culturales y educativos, se ha ido decantando por lo social.
“Desde hace seis años”, explica su portavoz, “tenemos el programa Talento Solidario, que ayuda a poner en marcha proyectos nuevos, buscando profesionales desempleados que los impulsen”.
En esta línea está también la Fundación María José Jove, creada en 2003 por la familia del mismo nombre, dueña de Inveravante.
Muy centrada en la educación, ha venido ampliando sus programas sociales.
“Nuestros objetivos prioritarios son la infancia y la discapacidad en todas las edades”, indica la institución.
Las pioneras
La Fundación Alicia Koplowitz cuenta con cuatro hogares residenciales, “que han atendido a 350 niños”, dice, y también con un Centro de Intervención Social para adolescentes mayores de 18 años sin respaldo familiar.
Esto, además del Centro de Esclerosis Múltiple de la Comunidad de Madrid Alicia Koplowitz.
“Muchas fundaciones, en lugar de organizar sus propios proyectos, prefieren colaborar con asociaciones especializadas.
Resulta más efectivo”, indica.
Otra persona muy centrada en este tipo de acciones es Ana Gamazo, la esposa de Juan Abelló, a través de la Fundación Humanitaria AGH.
A diferencia de las hermanas Koplowitz, que han basado su atención en España, Gamazo trabaja en el tercer mundo, con decenas de proyectos de salud, educación y medio ambiente en 16 países.
Y la Fundación Roig Alfonso, de la familia valenciana del fundador de Mercadona, se ha especializado en la ayuda y promoción laboral de los discapacitados, a los que proporciona viviendas tuteladas, un centro ocupacional y centro especial de empleo.
Aquí las que más destacan son las dos hermanas Koplowitz.
La aportación más importante de Esther fue la entrega del Centro de Investigación Biomédica Esther Koplowitz de Barcelona, en el que trabajan 350 científicos, pero también ha financiado varios proyectos del Hospital Clínico de Madrid (la donación del robot Da Vinci) y ayudado a construir el Centro de Investigación Médica Aplicada (CIMA) de la Universidad de Navarra.
Alicia está, a su vez, muy centrada en la investigación científica, relacionada con la salud mental de niños y adolescentes.
Concede becas de formación avanzada en centros de referencia internacionales y ayudas a proyectos de investigación para investigadores españoles.
También Amancio Ortega ha irrumpido en esta área con un importante proyecto, la compra de 25 aceleradores lineales en radioterapia oncológica para el sistema de salud de Andalucía, una inversión de 40 millones de euros.
En 2015 había invertido 17 millones en aparatos de diagnóstico y tratamiento del cáncer en Galicia.
Salud y deporte
A la Fundación Botín le interesan igualmente los temas de sanidad. Según explican ahí, tiene un programa de Transferencia Tecnológica en Biomedicina “que está contribuyendo a convertir en riqueza económica y social los descubrimientos de algunos científicos”.La Fundación María José Jove firmó a su vez un convenio para la promoción y donación de órganos, ha puesto en marcha un banco de leche en un hospital de Santiago y creó una Unidad de Hospitalización de Onco-Pediatría y un Área de Rehabilitación Cardiaca Infantil, todo en Galicia.
Luego están los temas educativos.
Han perdido cierto peso, pero siguen siendo vitales.
De hecho, así el programa más popular de la Fundación Amancio Ortega es el de becas, que este año llevará a 500 jóvenes a estudiar el bachillerato en Norteamérica: la inversión, de dos millones de euros en 2014, subió a ocho este año.
En la Rafael del Pino, “la principal línea de trabajo en 2015”, dicen, son sus programas de formación de dirigentes y emprendedores.
Un programa original, sin embargo, es el de la Fundación Trinidad Alonso, la institución filantrópica de Juan Roig sin su familia, y centrada en la irradiación del esfuerzo en la Comunidad Valenciana. Entre sus principales actividades están la promoción del deporte en colegios y universidades y el apoyo a los deportistas de la región para mejorar su desempeño.
También su hermana Esther despliega una fuerte actividad en residencias para personas de la tercera edad y asistencia psicosanitaria a menores, enfermos y discapacitados, algo que “se debe a que era un ámbito de la sociedad con mayor necesidad, al no estar atendido como otros”, señala la fundación, que ha construido tres residencias para mayores sin recursos y una cuarta para niños afectados de parálisis cerebral.
Las dos hermanas colaboran, además, asiduamente, en proyectos puntuales, con decenas de asociaciones benéficas.
Algo que, según Javier Nadal, presidente de la Asociación Española de Fundaciones, es habitual.
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