Sergio Machado logra sortear la sensación de 'déjà vu' mediante una concienzuda caracterización de personajes.
En El profesor de violín, un músico que ve frustrada su
audición para el ingreso en la Orquesta Sinfónica del Estado de São
Paulo por puro bloqueo personal recala como docente en un instituto de
la desbordada favela Heliópolis.
El punto de partida sienta las bases de un clásico relato de épica educativa, con un protagonista obligado a bregar con un alumnado beligerante en un entorno hostil.
Una historia mil veces contada que avanza hacia la consabida catarsis donde el arte se convertirá en herramienta inspiradora. Sergio Machado, en su tercer largometraje de ficción, logra sortear la sensación de déjà vu mediante una concienzuda caracterización de personajes alérgica a estereotipos —un profesor lejos del molde del empático santo laico— y una puesta en escena que, privilegiando lo sensorial, captura el contraste entre el aséptico e impersonal São Paulo de clase media y la vida caótica en la favela.
Basada en la obra teatral Acorda Brasil del multimillonario y filántropo Antônio Ermírio de Moraes, El profesor de violín fantasea en torno a un hipotético origen para la Orquesta Sinfónica de Heliópolis, fundada en realidad por el sacerdote Silvio Baccarelli a partir de sus proyectos docentes en la favela desde la segunda mitad de los 90.
Machado transforma ese material en una película idealista, pero no almibarada que, con la complicidad de un reparto muy preciso en cada nota, reivindica algo cada vez más necesitado de buenos abogados defensores: la enseñanza de Humanidades como forma de esculpir el alma y la mirada.
El punto de partida sienta las bases de un clásico relato de épica educativa, con un protagonista obligado a bregar con un alumnado beligerante en un entorno hostil.
Una historia mil veces contada que avanza hacia la consabida catarsis donde el arte se convertirá en herramienta inspiradora. Sergio Machado, en su tercer largometraje de ficción, logra sortear la sensación de déjà vu mediante una concienzuda caracterización de personajes alérgica a estereotipos —un profesor lejos del molde del empático santo laico— y una puesta en escena que, privilegiando lo sensorial, captura el contraste entre el aséptico e impersonal São Paulo de clase media y la vida caótica en la favela.
Basada en la obra teatral Acorda Brasil del multimillonario y filántropo Antônio Ermírio de Moraes, El profesor de violín fantasea en torno a un hipotético origen para la Orquesta Sinfónica de Heliópolis, fundada en realidad por el sacerdote Silvio Baccarelli a partir de sus proyectos docentes en la favela desde la segunda mitad de los 90.
Machado transforma ese material en una película idealista, pero no almibarada que, con la complicidad de un reparto muy preciso en cada nota, reivindica algo cada vez más necesitado de buenos abogados defensores: la enseñanza de Humanidades como forma de esculpir el alma y la mirada.
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