Cualquiera que se haya enfrentado a la
ardua tarea de explicar a un extranjero que aprende nuestro idioma por
qué se dice de alguien despreocupado que es un «Viva la Virgen»
habrá apreciado cómo su rostro muda de la curiosidad a la total
incomprensión.
Porque no resulta fácil de entender si no se conoce la
historia de esta popular frase hecha que ha pasado a acuñarse en un solo
término "
vivalavirgen" en el diccionario de la Real Academia.
«Llámase a bordo ¡Viva la Virgen! al marinero conceptuado más torpe de la tripulación», contaba Fernando Villamil en su Viaje de circunnavegación de la corbeta "Nautilus"» (1895).
El ilustre marino
explicaba que el nombre provenía «de que, antiguamente, al formar la
marinería para cantar el número de las guardias, uno, dos, tres, cuatro,
etc, el que tenía el último número, en vez de contarlo, cerraba la
cuenta con un "¡viva la Virgen!».
«El comandante de la Armada y escritor folklorista
José Gella Iturriaga me ha comprobado
esta versión como verdadera»,
aseguraba José María Iribarren en «El porqué de los dichos» antes de
añadir que «efectivamente, el último en la formación decía
¡Viva la Virgen! y se aplicó luego este apodo al descuidado, al que siempre llegaba tarde a formar, al último en acudir a la llamada».
¿Aviso de ataques piratas?
Existe, sin embargo, otra explicación
del origen de este dicho que lo data de la época en que los españoles
tuvieron que armar a los indígenas en América para defenderse de los
ataques de los piratas ingleses y holandeses, según explica Iribarren,
que le otorga sin embargo poco crédito. El grito de ¡Viva la Virgen! era la señal convenida para alertar de las incursiones piratas, pero como no eran frecuentes, los indios se pasaban meses en sus puestos de vigilancia tumbados a la bartola y pasaron a ser llamados los ¡Viva la Virgen! y por extensión se aplicó después el calificativo a los indolentes.
Miguel Fernández Garmón
lo explica así en «Con la cruz y los faroles. Orígenes y picaresca del
dicho religioso» (1986): «Endilgamos este singular sambenito al hombre
indolente y tranquilón a quien le da los mismo un roto que un descosido;
no se inmuta por nada.
Eso era, más o menos, lo que les pasaba a los
indios motilones que los españoles tuvieron que improvisar como soldados
para defender las tierras conquistadas de la piratería inglesa. "Viva
la Virgen" era el grito de guerra con que los indios debían alertar de
la presencia enemiga a la población.
Pero como a aquellos indios les
daba lo mismo que les saqueara España que la pérfida Albión, hacían las
imaginarias dormidos bajo los cocoteros como angelotes de retablo; y cuando querían darse cuenta y gritaban el santo y seña, ya los piratas habían entrado como por viña vendimiada y se habían llevado el oro y el moro».
Ser un vivalavirgen tenía
antiguamente un significado muy distinto.
Se llamaba así al hombre
sencillo y candoroso, al tonto. «Nació quizá el modismo de que un
inocente exclamaría a cada paso, viniese o no a cuento: ¡Viva la
Virgen!», apunta Luis Montoto en «Un paquete de cartas».
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