Siempre entre las nubes hay esos huequitos de Sol que te dan valor.
Un Blues
Del material conque están hechos los sueños
8 ago 2016
El muerto cuenta cómo es............................................... Jordi Pérez Colomé
Javier Chávez, maquillador de difuntos, posa en el tanatorio de Getafe. Luis Sevillano
"¿Vas a tocarlo?", me pregunta Javier Chávez, que maquilla cadáveres.
Mejor no.
Llega un ataúd sin la tapa. Dentro hay un cuerpo envuelto en
sábanas de hospital arrugadas.
Eran las sábanas de vivo y parece lo
primero que han pillado. Sacan el cuerpo entre varios, agarrando de la
tela.
"Quitadle el camisón", dice Chávez.
Queda un cadáver amarillo con un
pañal. Es final de mañana: "Habrá muerto a las 6".
Está colocado en una
mesa de operación con una pequeña plataforma de metal que deja un canal
debajo: por allí corren los líquidos de limpieza -u otros- hacia el
desagüe.
Javier Chávez, maquillador de difuntos, posa en el tanatorio de Getafe. Luis Sevillano
"¿Vas a tocarlo?", me pregunta Javier Chávez, que maquilla cadáveres.
Mejor no. Llega un ataúd sin la tapa. Dentro hay un cuerpo envuelto en
sábanas de hospital arrugadas. Eran las sábanas de vivo y parece lo
primero que han pillado. Sacan el cuerpo entre varios, agarrando de la
tela.
"Quitadle el camisón", dice Chávez. Queda un cadáver amarillo con un
pañal. Es final de mañana: "Habrá muerto a las 6". Está colocado en una
mesa de operación con una pequeña plataforma de metal que deja un canal
debajo: por allí corren los líquidos de limpieza -u otros- hacia el
desagüe.
"Tiene algo de rigidez", dice Chávez.
Le dobla el codo, las muñecas,
los dedos. Los ruiditos. Sigue con el desinfectante en todos los
orificios del rostro y en las axilas y partes íntimas, sin tocarlas.
Le
levantan las pestañas y unos ojos azules miran de repente hacia arriba.
El movimiento de un brazo y el ojo abierto repentino de un muerto son
experiencias, para mí, innovadoras.
¿Cómo dices de qué trabajas?, pregunto a Chávez.
"Depende de si estoy
en una discoteca", bromea. Lo explica por etapas:
"A la anatomía",
empieza. ¿Cómo?, le contestan: "Con las personas", añade.
Siguen sin
entenderle. "Con las personas que marchan", insiste Chávez.
Al final usa
el término científico: "Me dedico a la tanatopraxia". Cuando lo aclara
le dicen "vale, vale, vale". Pero enseguida quieren saber más.
El cuerpo llega con la boca entreabierta.
Los labios y la barbilla están duros. "Ahora nos va a contar cómo es él"
La nariz se limpia con algodón y se aspira.
La higiene de la boca es
más delicada
. El cadáver llega con la boca entreabierta. Los labios y la
barbilla están duros. "Ahora nos va a contar cómo es él", dice Chávez
.
Coge papel y pasa el dedo por las encías, con un leve masaje, para
reanimar la expresión
. Con una pinza empieza a sacar suciedad de la
lengua
. Rasca fuerte y saca sustancia: "Por si ha vomitado", dice. Hay
que evitar bacterias y olores
. Luego le afeita. Le coge la mejilla por
dentro de la boca para estirar la piel: "Nunca hacia abajo, siempre
hacia arriba o hacia el lado", explica
. Si le corta, ya no sangra. Pero
saldrían manchas al rato.
El proceso es sin aspavientos.
Chávez recuerda uno de sus mejores
trabajos.
Una abuela murió mientras su familia estaba de vacaciones.
"Llevaba 10 días en casa en verano y estaba en descomposición", dice.
El
maquillaje esa vez le llevó 5-7 horas de trabajo.
"Qué lástima no
haberte traído unas fotos", dice. "La epidermis se despegó de la
dermis", añade. Qué lástima. "Mándamelas por email", digo en un acto de valentía periodística por afán de contrastarlo todo. Chávez declina.
Chávez aspira a revivir la expresión de esa persona.
Pero no habla
con nadie de la familia ni ve fotos. ¿Cómo sabe el peinado? "El pelo te
habla cuando lo mojas", dice. Se abre hacia un lado, hacia atrás.
Solo
se ha equivocado una vez. Dejó a una joven con el pelo liso y lo llevaba
rizado.
La familia se lo advirtió: "Ningún problema. Le puse un poco de
espuma y ya".
Chávez llegó a la tanatopraxia porque su hermano preparaba cadáveres
para los estudiantes de anatomía de la universidad.
No se arrepiente:
"No solo me siento orgulloso, me siento feliz", dice. Hay dos motivos
por los que cree que su trabajo es precioso: primero, "voy a dejarle
preparado para que su familia le vea por última vez", y segundo, "mis
manos son las últimas que van a tocar a esa persona".
El día que hablé con Chávez estaba con siete alumnos de maquillaje de
muertos.
A la mayoría les había intrigado el mundo de la muerte. Una
chica era aún peluquera, sobre todo de mujeres mayores
. Sus clientas, al
enterarse, se hacían las finas: "Ay, hija, ¿te irás con los muertos?".
La peluquera tenía una gran respuesta: "Pero si son como tú, solo que
sin respirar".
Es la hora de darle la forma final.
Se seca el pelo con secador, se
le da un masaje con crema, se le peina el pelo.
Se coloca un cubreojos
debajo de las pestañas para disimular el hundimiento de la cavidad.
Ahora hay que taponar las vías. Chávez me pide que no explique el
detalle: "Deja algo de sombra; es como si a quien se va a operar se lo
cuentan todo", dice.
Es realmente desagradable. "No han traído la
dentadura", lamenta Chávez.
Le pone en su lugar un formaboca, que
levanta los labios y un poco los mofletes.
El cuerpo vuelve al ataúd con la mortaja, que es una bolsa con
cremallera hasta el cuello.
En Madrid, casi nadie viste ya a los
cadáveres.
Para levantarle la cabeza, Chávez crea una corona con un
periódico de papel, que recubre de blanco. La metáfora de que el papel
muere no podía tener una evidencia mejor.
Lleva la caja desde la luz blanca del fluorescente hasta una sala con
luz amarilla, como la del velatorio, donde maquilla
. Hay maquillaje
para muertos, pero Chávez usa una marca para vivos.
Con crema grasa da
tono a los labios, un poco de color y evita deshidratación.
Quita los
brillos -un cadáver brilla- con polvos traslúcidos. Tapa algún
desperfecto de la piel y le echa bastante colonia Gucci, la de verdad.
"¿Te gusta?", me pregunta Chávez.
El acomodamiento cadavérico ha terminado.
El mismo Chávez lo lleva a
la sala del velatorio.
Fuera están los sofás y las mesas, donde la
familia pasará horas
. Chávez coloca las cuatro bombillas con forma de
cirio alrededor de la caja. Entra un momento en la sala familiar para
avisar por teléfono -está todo a punto- y sale por la puerta de atrás.
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