Emma Cohen, mi musa underground
Emma Cohen y Marisa Paredes fueron a las dos actrices que primero conocí; aunque lo de conocí es un decir, porque dada mi extrema juventud con mirarlas y oírlas hablar con las personas que acompañaba tenía más que suficiente
. A Marisa fue en el hall del cine Rosales, andaba por la veintena, ya tenía el pelo cano y fumaba en pipa
. A Emma la conocí en un coctel de madrugada en el hotel Eurobuilding de Madrid, después del estreno de L'amour c'est gai, l'amour c'est triste (1971), había venido nada menos que Bernardette Laffont
. A Laffont la vi en el hall del cine Palace, pero la verdadera impresión llegó a la hora de la copa con La Cohen
. Apareció espectacular con un traje minifaldero, unas piernas estupendas, media negras, un pelo denso ondulado y oscuro que contrastaba con una piel y unos ojos claros
. Quedé rendido. Ni Cohen ni Paredes eran lo que se dice unas estrellas, pero para mí eran mucho más que eso, protagonizaban los cortos de los jóvenes cineastas madrileños que pululaban por Argüelles y la catalana venía de hacer cine con los de la escuela de Barcelona.
Emma era barcelonesa y Fotogramas nos tenía muy al día de sus pasos y avatares
. Había vivido el Mayo francés del 68 y coqueteado con la escuela de cine de Barcelona, miraba a Europa y tenía fama de seductora; el mismo Adolfo Marsillach la había subido a un escenario en Barcelona para interpretar a la Carlota Corday de Marat Sade, de Peter Weiss.
Había trabajado con Glauber Rocha, un director de culto por Dios y el diablo en la tierra del Sol (1964), con él rodó Cabezas cortadas (1970).
En Madrid se la abrió la puerta de
Alcalá para recibirla, cómo sólo los franceses y los madrileños sabemos
hacerlo, y salió en TVE siendo la primera doña Inés underground, apelativo que se ponía a todo: cine, música, literatura
. Conoció al más grande, Fernando Fernán Gómez, imagino que rodando Pierna creciente, falda menguante (1970). Subieron juntos a un escenario por primera vez para representar Un enemigo del pueblo, de Henrik Ibsen, adaptada por Arthur Miller, y dirigida por Fernán Gómez en el Teatro Infanta Beatriz.
La carrera de Emma Cohen
se profesionalizó, siendo una obrera de la interpretación con ideas
libertarias, e igual actuaba en una de vampiros correteando ligera de
ropa, protagonizaba Aborto Criminal (1973), de Ignacio F. Iquino, se ponía de tú a tú con Brigitte Bardott en las Petroleras (1973), participaba en la escritura de una serie genial como El Pícaro, o hacía un teatro exquisito, incluso fue elegida Lady Europa 1971 y llegó a Barajas con banda corona y trofeo.
Recibió los premios del Sindicato
Nacional del Espectáculo (1970), Medalla del Círculo de Escritores
Cinematográficos de España (1972) y el TP de Oro (1973 y 1988), no se le
escatimaba portada alguna del ¡Hola! al Fotogramas, pasando por las
páginas culturales donde se la trataba con reverencial respeto.
La primera vez que la vi en una pantalla fue en El hombre que se quiso matar (1970), de Rafael Gil, donde hacía de joven inquieta que al enterarse que Tony Leblanc se quiere suicidar decide que esa experiencia no se la quiere perder.
Si hay una secuencia en la que aparece Emma Cohen con la que más he disfrutado, es una de la película Bruja, más que bruja (1977), una opereta tan delirante como deliciosa escrita por Pedro Beltrán y Fernán Gómez,
pues bien, la actriz, bolso en mano en un escenario rural, se arrancaba
a cantar y las gallinas a cacarear impidiendo que se oyera su pieza,
ante tal competencia, indignada, la emprendía a pedradas.
En la carrera de Emma Cohen no hay grandes interpretaciones, pero nunca se le ha discutido su valía como actriz, quizá era muy densa la sombra de Fernán Gómez.
Hay actores, conferenciantes, oradores, escritores, directores,
guionistas de cine o autores de teatro extraordinarios, pero que en una
sola persona se junte todo, como fue el caso de Fernán Gómez, creo que es irrepetible.
Una temporada, acompañando al actor Luis Pérezagua y el director de teatro Teodoro López Lara, nos acercábamos a Bocacho donde Fernán Gómez
y ella misma reinaban con mesa propia. Emma, dejó la mesa con la flor y
la nata de la intelectualidad y se instaló en la barra con nosotros,
pobres parias de aires cenetistas.
Teodoro le contaba sus planes de cómo
iba a montar a Max Aub, ella escuchaba y aportaba ideas, se potenciaba hablando.
Luego me fui de Madrid larguísimas temporadas y Emma se convirtió en la Gallina Caponata,
eso demuestra su corazón libre, generoso y sin ningún prejuicios,
porque pocas actrices con su físico y fama se hubieran metido en el
anónimo caparazón de Caponata, pero día tras día, bajo el calor de los
focos, poco a poco dejó de brillar con su luz propia
. Dirigió
cortometrajes, entre los que destacan La plaza (1976), La Chari se casa (1978) -seleccionado para el Festival de Berlín- y Tiempos rotos (1980).
Desde que publicó Toda la casa era una ventana, su primera novela, en 1983, hasta Ese vago resplandor
(2011), no ha dejado de publicar, incluso volvió al teatro o salía sin
protagonismo alguno en las películas dirigidas por el genio.
Cuando mi amigo Daniel María me dijo que iba a rodar un corto con Emma Cohen, dirigido por Isaac Hernández,
me alegré por Daniel y por Isaac, pero también por Emma, y de golpe
sentí vivencias anteriores, y es que los primeros amores, y más si tan
sólo son platónicos, nunca se olvidan.
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