Guillermo Arriaga es un escritor, productor y director de cine conocido principalmente por los guiones de películas como Amores perros, 21 gramos o Babel.
Madrid
Nos inculcaron amor por los libros, por la naturaleza. Me enseñaron que mi lugar no era México sino el mundo, y ahí tenía que viajar.
Mi hermano pequeño nació muy enfermo. Yo aprendí a ser independiente, a resolver mi vida sin consuelo de nadie.
Y se dedicó a buscar metáforas… Era muy tímido y tenía déficit de atención. Y me di cuenta de que sólo podía expresarme contando historias, sucesos. ¡Y cuando aún era niño soñaba con ganar el Nobel, el Oscar y el Festival de Cannes!
¿Qué sueño conserva? Todos. Vivo en un sueño, una vida plena y feliz.
¿Y cómo afecta la realidad exterior a su sueño? No he tenido situaciones drásticas o graves. Mis padres me dijeron que el mundo acabaría dándome lo que yo pidiera.
Y me duele la realidad de México, claro.
La pobreza, la impunidad, la corrupción…;,la injusta distribución de la riqueza me parece atroz.
¿El arte le ha servido para explicar el mundo adulto? El arte no da respuestas sino preguntas. Y siempre he escrito a partir de mi propia realidad.
Por la caza he viajado mucho; he conocido amigos míos campesinos analfabetos. Por uno de ellos, Melquiades, escribí Los tres entierros de Melquiades; él no ha muerto.
Vive en el norte de EE UU; es un refugiado. Se habla de refugiados como si sólo fueran los que vienen de la guerra, pero hay guerras económicas, como la del Tratado de Libre Comercio. Produjo una catástrofe y los campesinos ya no tuvieron con qué sobrevivir.
¿Y qué visiones hay detrás de Amores perros?Son historias personales. Mi padre fue a casa de un amigo para traerse un perro de su camada.
Pensamos que sería rubio, con ojos azules, y era uno negro, feo. Mató a otro, se sintió atacado.
Los vecinos empezaron a llevarse al perro para hacer peleas. De ahí viene.
Un coche en el iba yo cayó al abismo,. Era niño, iba dormido. Tuve amnesia, quise recuperar lo que pasó. En Amores perros recuperé esas sensaciones.
Son historias de soledad. Tenía rabia por la injusticia y por la miseria, creía en el marxismo y que era posible cambiar el mundo por las armas.Me decepcioné, y se lo contagié al Chivo, el personaje de la tercera historia de Amores perros. Lo conocí. Había sido un músico muy famoso.
Su hija, drogadicta, desapareció; la vida dejó de tener sentido para él y se fue al abismo.
Cuando se escribe se indaga en la propia vida… Escribo de lo que me ha afectado.
Siempre he querido que quien vea o lea mi trabajo piense que este hombre tuvo calle y monte…
El accidente me dejó heridas, cicatrices, hierros.
Cada experiencia es como la lengua de la vida, o de la muerte, que te da un lametazo.
¿Y cómo le afectan las cicatrices de su propio país? Hay una bondad innata en la gente.
¿Qué es lo que provoca esa corrupción, esos asesinatos, esas catástrofes? Años de discriminación racial. La conquista no sólo derrotó una vez.
Y cuando un político mexicano llega al poder lo que quiere es volver a saquear. ¡Y oigo a amigos que le dicen a otros: “¡Eres muy pendejo! ¡No robaste lo suficiente!”
Lo que me asombra es que sea gente que no viene de abajo, sino que estudió en Harvard, la que saquea el país…
¿Y el narco? Lo entiendo más: son psicópatas, tienen una mentalidad empresarial sin salida propicia, salen de la desesperación y le dan poco valor a la vida.
Es cazador. En España ya no se mira tan bien la caza… Somos una especie cazadora y estamos sentados en un trono de sangre.
Los ataques provienen de las clases urbanas, que sólo han visto la naturaleza por computadora. Yo cazo con arco y con flecha, y me como lo que cazo.
Respeto la naturaleza, también soy naturaleza.
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