La pregunta que más me hicieron ayer fue: “¿Por qué tiró el penalti Sergio Ramos?”.
Por atrevido, sería la respuesta.
Por querer compensar lo mal que estuvo en el 1-1.
Tenía el balón Cesc, cerca estaba Silva. Iniesta también estaba dispuesto.
Y estaban dos lanzadores habituales en sus equipos, Aduriz y Bruno.
Pero Sergio Ramos
lo reclamó y lo falló.
Cosas del fútbol, que pese a ser tan
superprofesionalizado aún deja cosas así a la improvisación.
A veces hay
especialista fijo, pero ¿y si tiene un dolor o no se siente seguro?
De
ahí que se admita que tire el que más presión haga por tirarlo.
Sergio Ramos tiene carácter y galones, así que pasó
por delante
. No es mal lanzador, no ofrecía menos garantías que otro,
pero así como se dice que “sólo lo falla el que se atreve a tirarlo”
aquí ocurrió que había otros dispuestos, y con mejor pie que Ramos,
y él se entrometió.
A su pasividad en el 1-1 sumó este fallo que, dicho
sea como único posible descargo, ha de compartir con el juez de gol.
Porque ¿vieron cuánto se adelantó Subasic? Uno se
pregunta cómo puede ser que árbitro, linier y juez de gol dejaran pasar
eso.
Una cosa es hacer la vista gorda por veinte centímetros y otra
tragarse media área chica.
Y a todo esto, el penalti no lo había sido.
Una jugada con tres errores
sucesivos de la que salimos descalabrados
. Son cosas del fútbol, que
además de muchas otras cosas es un juego en el que la Veleidosa
hace guiños o da la espalda según le place.
El remate fue que con 1-1 y
ya sobre la hora, todo el equipo se fuera arriba, dando lugar a un
contraataque implacable en el que Perisic nos mandó al lado oscuro.
“Hemos pasado de la ruta del Madrid a la ruta del Atleti”, me dijo ayer un atlético, aludiendo a la reciente Champions.
En fútbol el optimismo y el pesimismo están separados por una raya muy fina.
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