Siempre entre las nubes hay esos huequitos de Sol que te dan valor.
Un Blues
Del material conque están hechos los sueños
12 mar 2016
Novelistas y periodistas: contadores de historias........................................................... Juan Luis Cebrián
VII Congreso Internacional de la Lengua Española. Puerto Rico
El mundo
se ha edificado a modo de relato y los narradores han sido instrumento
primordial de su desarrollo. La ficción es un elemento vertebral de
nuestra propia existencia.
Gabriel García Márquez en su dormitorio en Cartagena de Indias (Colombia) en 2009. Daniel Mordzinski
El libro de los orígenes, el primer libro de Moisés, dice así: “Al
principio Dios creó el cielo y la tierra. Y lo hizo con la palabra”. El
logos puso en marcha la evolución del universo.
Un logos que no es solo
la expresión de algo, sino también su razonamiento, “el fundamento y la
razón de lo expresado”, en feliz definición de Emilio Lledó.
En
cualquier caso, todo comenzó por la articulación de la palabra, desde
la que hemos ido construyendo el edificio de nuestra civilización.
Y lo
hemos hecho a base de contar historias, unas imaginarias, otras
verídicas.
Gabriel García Márquez en su dormitorio en Cartagena de Indias (Colombia) en 2009. Daniel Mordzinski
El libro de los orígenes, el primer libro de Moisés, dice así: “Al
principio Dios creó el cielo y la tierra. Y lo hizo con la palabra”. El
logos puso en marcha la evolución del universo. Un logos que no es solo
la expresión de algo, sino también su razonamiento, “el fundamento y la
razón de lo expresado”, en feliz definición de Emilio Lledó.
En
cualquier caso, todo comenzó por la articulación de la palabra, desde
la que hemos ido construyendo el edificio de nuestra civilización. Y lo
hemos hecho a base de contar historias, unas imaginarias, otras
verídicas.
La realidad virtual y la realidad real, lo que ordinariamente
llamaríamos ficción y realidad, tienen algo en común: ambas se
construyen de palabras.
Según explica Lledó, frente a la percepción
sensorial, paralela a la naturaleza misma, en la que los conceptos de
verdad y falsedad se desvanecen, el lenguaje sostiene y transmite el
mundo de las significaciones y se desarrolla en un plano social.
Este
encuentro entre la ficción y la no ficción en el común territorio del
idioma hace que esa antigua distinción entre ambas desdibuje sus
fronteras.
Frases vulgares por conocidas, como lo real ha superado a la ficción, o ese consejo tan popular entre los periodistas, no dejes que la realidad te estropee un buen reportaje,
ponen de relieve que los límites entre la experiencia contrastada y el
mundo eidético, que se derrama en la imaginación, son siempre confusos.
Relato de un náufrago, de García Márquez, publicado como periodismo, era ya un monumento de la narrativa
Contar historias ha sido por lo demás un empeño civilizador, una
herramienta esencial en la construcción de las culturas.
Desde su
creación en seis días, el mundo se ha edificado a modo de relato, y los
narradores han sido instrumento primordial de su desarrollo.
Vargas
Llosa señala que, a través de la literatura, los contadores de historias
son capaces de inducir en nosotros, junto a nuestra verdadera vida, una
especie de vida paralela, hecha “de palabras e imágenes tan mentirosas
como persuasivas, donde ir a refugiarnos para escapar de los desastres y
limitaciones que a nuestra libertad y a nuestros sueños opone la vida
tal como es”.
ontar historias ha sido por lo demás un empeño civilizador, una
herramienta esencial en la construcción de las culturas.
Desde su
creación en seis días, el mundo se ha edificado a modo de relato, y los
narradores han sido instrumento primordial de su desarrollo
. Vargas
Llosa señala que, a través de la literatura, los contadores de historias
son capaces de inducir en nosotros, junto a nuestra verdadera vida, una
especie de vida paralela, hecha “de palabras e imágenes tan mentirosas
como persuasivas, donde ir a refugiarnos para escapar de los desastres y
limitaciones que a nuestra libertad y a nuestros sueños opone la vida
tal como es”. Por mi parte estoy convencido de que esa vida paralela que
él describe forma parte de la vida real, es un elemento no
estrambótico, sino vertebral, de nuestra propia existencia.
ampliar fotoTruman Capote con los cineastas David (atrás, a la izquierda) y Albert Maysles en Nueva York en 1965. B.Davidson (Magnum)
Narrar, elaborar un discurso espacio-temporal sobre la realidad, es
la mejor manera de crearla, y la superioridad de la literatura a la hora
de ejercer semejante empeño resulta evidente
. En su actividad
productiva el contador de historias acaba convertido en un líder
espiritual de su tribu, por lo que tiende a separarse de ésta, a
marginar su propia experiencia de la del resto, para así poder adquirir
la influencia social a la que aspira.
No le basta la capacidad inventiva
y ficcional: el estilo, la destreza en el empleo del lenguaje, el
cumplimiento de los cánones o su ruptura son necesarios a la hora de
apreciar la calidad de su narración y de incluirla en el catálogo
literario, al que no es ajeno el oficio del periodista.
Nombres como los de Dickens, Balzac, Zola, Larra, Galdós y tantos otros
son ejemplos de la borrosidad de fronteras entre ambas profesiones: la
del escritor de novelas y la del escritor de periódicos.
Alejo
Carpentier describía al periodista como un escritor que trabaja en
caliente, y esta es una de las pocas diferencias perceptibles entre
ambos oficios
. La soledad física y material del creador es reemplazada
en el caso del reportero por una especie de soledad interior, una
abstracción del mundo que le rodea, el ruido de las redacciones, las
broncas y reclamos de los jefes y los chistes de los más desocupados.
Octavio Paz llegó a decir que la buena poesía está impregnada de
periodismo.
“Me gustaría —añadió— dejar unos pocos poemas con la
ligereza, el magnetismo y el poder de convicción de un artículo de
periódico”.
Luis García Montero, de quien los siglos futuros hablarán
como el gran poeta español de nuestro tiempo, ya se atrevió por lo mismo
a sublimar algo tan prosaico como los anuncios por palabras cuando
proclamaba:
“Poeta, sin pretensiones / y con una edad cualquiera, / pero
joven, / ya con pocas ilusiones / —pues teme que cuanto espera / se lo
roben—, / quisiera volverte a ver, / pasar contigo unos días / y sus
noches, / empezarte a conocer / otra vez sin cacerías / ni reproches”.
Ha sido siempre tan lineal y espontánea la conexión entre la
narrativa literaria y la periodística que llama la atención el estruendo
causado a principio de los años sesenta por las tendencias del nuevo
periodismo, encabezadas por narradores tan respetables como Norman
Mailer o Truman Capote. En su libro sobre El Nuevo Periodismo,
Tom Wolfe describe de esta forma lo sucedido: “(…) Al comenzar los años
sesenta un nuevo y curioso concepto, lo bastante vivo como para henchir
los egos, habían comenzado a invadir los estrechos límites de la esfera
profesional del reportaje. Este descubrimiento, modesto y humilde al
principio, respetuoso, consistiría en hacer un periodismo cuyas obras se
leyeran igual que una novela”. Igual que una novela significaba que
aquellos reporteros y entrevistadores no pretendían medirse con los
monstruos literarios de la época, sino solamente aprender de ellos. La
conclusión a la que llega Wolfe es del todo esclarecedora: “Ni por un
momento adivinaron que la tarea que llevarían a cabo como periodistas en
los próximos diez años iba a destronar a la novela como máximo
exponente literario”.
Eso sucedió porque no habían comprendido que la Odisea no era sino un formidable reportaje sobre el retorno de Ulises, igual que el Relato de un náufrago
de García Márquez, escrito y publicado como una investigación
periodística, constituía ya en aquella época un monumento indiscutible
de la narrativa en lengua española.
En la página anterior, Ernest Hemingway en su casa en Cuba en 1954. Johnson (Magnum)
Los inventores del nuevo periodismo no hicieron sino recuperar la
mejor de las tradiciones del viejo, del periodismo de siempre: la de
contar historias. Haciéndolo fueron capaces de crear un nuevo estilo
Haciéndolo fueron capaces de crear un nuevo estilo
. Al pretender que
sus lectores leyeran los reportajes como si fueran novelas consiguieron
que muchas obras de ficción se construyeran como si fueran reportajes.
Las corrientes del nuevo periodismo coincidieron con las propuestas del
arte pop y el nuevo realismo en la plástica que huía del cubismo y la
abstracción.
Las pinturas comenzaban a mirarse como si fueran
fotografías y las fotografías como si fueran cuadros, cosa que ya había
descubierto Man Ray, entre otros, muchas décadas antes.
Cuando publiqué La agonía del dragón, primero de mis relatos
dedicados a la transición política española, tuve cuidado de anunciar
en la portada del mismo que se trataba de una novela.
Lo hice advertido
de que podría pasar lo que verdaderamente ocurrió y es que algún crítico
avispado se encargara de resaltar que se trataba de “una novela de
periodista”.
Lo hizo, claro, no para compararla con las obras de
Hemingway, García Márquez, Mark Twain, Chesterton o tantos otros
cronistas que se dedicaron a la creación literaria, sino para devaluar
mi libro al ubicarlo en un universo aparentemente menor: el de la
prensa.
Otros, en cambio, me interrogaron sobre qué necesidad tenía yo de
hacer literatura para explicar la realidad y tuve ocasión de explicar lo
que genuinamente creo: que el reportaje o la crónica típicamente
periodísticos pueden y deben servir para narrar los hechos, pero la
descripción de los sentimientos tiene su residencia privilegiada en la
ficción. Es así como somos capaces de descubrir un territorio tan
ignorado por nosotros como esperado por quienes nos rodean, que es el de
la imaginación.
“La libertad del arte —escribe Carlos Fuentes— consiste
en enseñarnos lo que no sabemos. El escritor y el artista no saben:
imaginan. (…) Quien solo acumula datos veristas, jamás podrá mostrarnos,
como Cervantes o como Kafka, la realidad no visible y sin embargo tan
real como el árbol, la máquina o el cuerpo”.
A base de describir el mundo lo hemos ido creando a través de los
siglos.
También destruyéndolo. Nuestro estilo de vida fue antes que nada
literario: una expresión verbal, una retórica urdida de generación en
generación de la que dan fe infinita variedad de lenguas, fruto y origen
de un continuo mestizaje.
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