Terminaba anteayer de escribir el triunfal artículo que
tantas alegrías me ha dado (también algún que otro disgusto, a qué
negarlo: la gente puede llegar a ser supermalvada) cuando mi madre
cambió de canal en la tele del hospital y dijo:
“Yo no apruebo ni
acepto ni entiendo que escribas sobre chismes, pero ya que lo haces
tendrías que escribir sobre esto”.
Levanté la mirada por encima de las
gafas de culo de botella (que sólo me pongo en presencia de mi cariñosa
madre) y vi a Isabel Preysler en el asiento de Pablo Motos.
No podía creerlo: estaba más joven todavía que en la maravillosa fiesta que celebró hace unos meses Vanity Fair, cuando la confundí con Tamara (no llevaba las gafas), que fue la última vez que la vi.
Pero, entonces, ¿es cierto que esas cremas suyas funcionan?
Mi amigo Txema Mirón, consultor y experto apasionado en el mundo beauty, diría que sí, pero yo tendría que verlo para creerlo.
Desconfío un poco de los efectos milagrosos de las cremas, pero no
tanto de los del photoshop.
He visto con estos ojos míos verdaderos
milagros merced a este programa informático (también bastantes
descalabros).
Y ella lo sabe.
Y es que cuando la Preysler sale en una
exclusiva exige un photoshop digno de Ana Rosa Quintana en su propia revista.
No hay otra famosa que cuide tanto su imagen como nuestra “reina de
corazones” (quedó demostrado que sigue ostentando este título: rompió
los audímetros EH como nadie lo había hecho antes: casi cuatro millones
de seres humanos).
Claro que lo de su eterna juventud no es solo cuestión de arreglos de
ordenador.
Porque cuando una la ve en persona no sabe qué edad tiene.
Lo mismo podría tener cuarenta y cinco que cincuenta.
Tiene sesenta y
cuatro. Y está tan delgada… “Mis amigas vienen un día a la
semana a ver una serie y dicen: nos vamos a hinchar.
Tomamos
hamburguesas, perritos calientes, patatas fritas, tarta de chocolate,
bizcocho, de todo, absolutamente de todo, estamos todo el tiempo
comiendo…Vemos cinco o seis capítulos. Empieza ya a amanecer cuando terminamos y todo ese tiempo estamos comiendo sin parar”
Sí, claro, del Burguer King. Dice que es cuestión de genética. Que
ella come un montón y no engorda.
Pero luego dice que tiene entrenador
personal.
Y que baila en el baño. Y en otras entrevistas ha contado que
un día a la semana toma solo piña para depurar.
Total, que lo que más me interesó fue su desayuno: Un batido detox
(una siempre está a dieta, como Alaska y como mi íntima Topacio Fresh),
pero cuando esta mañana ha llegado la enfermera y le he sugerido que me
trajera el sencillo batidito ha abierto los ojos tanto que he tenido
que decirle que era una broma. Con tod@s la comparto ahora:
Zumo de lima + Brócoli + pimiento + pepino + manzana + col rizada + espinacas + calabacín = Batido energizante de la Preysler.
Y fue tan lista que se metió a todos los periodistas en el bolsillo.
No
es difícil meterse a un periodista del corazón en el bolsillo.
Los
periodistas del corazón son esos a los que se les insulta una media de
100 veces por semana. En cambio, ella dijo: “Gracias a ellos estoy
aquí”.
Es casi, casi tan lista como su hija Ana Boyer, que ha
superado a la maestra.
Pero de Ana hablaremos otro día. Y de mi adorada
Tamara (sin duda mi preferida) hablaremos muchos días.
Adoro a Tamara y a
su cabecita casi tan loca como la mía.
Ahora os dejo: está a punto de llegar mi coach, y como se entere que
no he hecho los ejercicios que me ha mandado para mejorar la relación
con mi madre verás la que me lía.
Bueno es el pelma.
¡Hasta mañana y requete gracias a todos/as los que dejasteis
comentarios! (incluido a Javier, que opinó que yo era Ángela Portero
disfrazada. ¡Haber estudiado Filología para esto!)
Con todo el cariño
Rosy
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