A punto de cumplir 57 años, la muñeca más comprada del planeta ya tiene nueva cara (y cuerpo).
A ella, que ha demostrado una capacidad camaleónica para adaptarse a las modas, no se la identifica con Madonna, sino con ¡Paris Hilton!
Hace dos años, el continuo declive hizo saltar las alarmas en la compañía, donde existe el dicho “As Barbie goes, Mattel goes”. Según le va a Barbie, le va a Mattel.
Decidieron, con total discreción, replantearse la filosofía de la muñeca. Reinventarla.
Devolverle su trono no es un reto fácil.Atrás quedan los tiempos en que Barbie era la encarnación del sueño americano
. Una encarnación en plástico, sí, pero, como diría ella, “cuando te ves tan bien, ¡qué importa que seas de plástico!”.
En 1976, en la celebración del bicentenario de la independencia de Estados Unidos, fue introducida una Barbie en una “cápsula del tiempo” junto a otros objetos que representaban la quintaesencia del país.
Se decía entonces que en EE UU había más Barbies que personas, pero las cosas se han torcido. Sigue siendo un icono, pero también la bestia negra de las feministas.
La última andanada le llegó de la combativa Camille Paglia, que se refirió a la cantante Taylor Swift como “Barbie nazi”.
Pero lo peor de todo es la traición de las niñas, que desde hace años prefieren otras muñecas, como las Bratz o Elsa, la protagonista de Frozen.
¡Y las burlas! La última Barbie, una mexicana con la green card, la codiciada tarjeta de trabajo en Estados Unidos, provocó ásperas risas en la comunidad latina.
Puede que Barbie sea aún la muñeca más deseada, pero también es la más parodiada.
En los años noventa saltó a la fama la Organización para la Liberación de Barbie (Barbie Liberation Organization), formada por un grupo de artistas y activistas muy críticos con los roles de género, que intercambiaron clandestinamente las voces grabadas de Barbie y de G.I. Joe, un soldado para niños, en cerca de 500 muñecos a la venta. muy críticos con los roles de género, que intercambiaron clandestinamente las voces grabadas de Barbie y de G.I. Joe, un soldado para niños, en cerca de 500 muñecos a la venta.
Cuando las niñas accionaban su nueva Barbie, la oían exclamar con furia:
–¡La venganza es mía!
Mientras que los niños miraban atónitos cómo sus aguerridos muñecos, a punto de atacar al enemigo, decían dulcemente:
–La playa es el lugar ideal para veranear.
El pasado otoño, Mattel lanzó un vídeo con un mensaje: “Imagina las posibilidades”.
Era un claro guiño a las feministas: hablaba del empoderamiento de las niñas a través de varias crías que jugaban con sus Barbies.
Pero era asimismo la inteligente preparación para el lanzamiento de su gran secreto. ¿La Barbie feminista?
Pronto lo averiguaríamos.
Pronto lo averiguaríamos.
El secretismo de la nueva Barbie es equiparable al del último filme de ‘Star Wars’
Tras los cristales tintados del vehículo, una francesa, una italiana, una inglesa y una española, custodiadas cada una por un representante de Mattel, atravesamos las calles vacías de niños. Nos detuvimos ante una anodina nave industrial que resultó ser la fortaleza de Mattel y, con la curiosidad de los invitados a la impenetrable fábrica de chocolate de Willy Wonka, entramos.
Allí estaban los padres de Barbie para recibirnos.
Como gigantescos guardianes en blanco y negro, Elliot y Ruth Handler, el matrimonio que la creó en 1959, parecían observar a los hombres y mujeres que entraban y salían, desfilando ante su inmensa fotografía mural igual que muñequitos de carne y hueso.
Algo así debió imaginar Ruth al fabricar aquella primera muñeca adolescente: que las niñas jugaran con adultos en miniatura.
La bautizó con el nombre de su hija, Barbara.
Los Handler tenían también un hijo, Kenneth. No hace falta que diga más: ya saben cómo se llama el novio de Barbie
A saber si aquel origen fraternal no fue el detonante de los rumores posteriores sobre la ambigua sexualidad de Ken.
Ruth fue una visionaria, pero la primera Barbie no surgió de la nada.
En un viaje a Europa, vio una muñeca alemana, rubia y curvilínea, llamada Lilli, que la entusiasmó, sin saber que estaba inspirada en unas viñetas para adultos.
La Lilli original tenía una lengua rápida y pícara; si un policía le decía que los biquinis estaban prohibidos, contestaba: “¿Qué pieza prefiere que me quite?”.
Elliot Handler compró los derechos de la muñeca alemana para detener su producción y fabricar la que su esposa deseaba.
Murió Lilli y nació Barbie. Así surgen las leyendas. Barbie heredó las largas piernas, la cintura de avispa y el voluminoso pecho de la alemana.
También los tacones y el exagerado maquillaje. A las niñas les encantó.
En Mattel, dejamos los bolsos con los móviles en una habitación pintada de rosa Barbie
. Esa tonalidad, el 219 C de Pantone, es propiedad de la compañía, que tiene los derechos de su explotación.
Guiados por la Guardia Pretoriana de Barbie, los que habían dirigido su misteriosa transformación, empezamos el recorrido que nos llevaría a la revelación del gran secreto: la Barbie que acallaría las voces críticas y encabezaría de nuevo las ventas. Kimberly Culmone, responsable del diseño de todo lo relativo a la muñeca, se presentó así:
La luminosa nave parecía un laberinto por los paneles que compartimentan el espacio en cubículos. Muchos tenían cortinas improvisadas para proteger el trabajo de las miradas curiosas.
Aunque en Mattel se fabrican otros juguetes, como los populares Fisher-Price, Barbie sigue siendo el buque insignia de la empresa, como recordaban las gigantescas fotos en color de la muñeca que aparecían aquí y allá.
Por una Barbie, que empezó a venderse a tres dólares, han llegado a pagarse 302.500 en una subasta de Christie’s.
Al volver una esquina, nos detuvimos
. Ensartadas en pequeñas varas negras había múltiples cabezas calvas, igual que Barbies jibarizadas, donde una mujer hacía pruebas de maquillaje aplicado a mano.
Muy cerca se escuchaba el sonido de la máquina de coser donde otra operaria insertaba un suave y esponjoso cabello rubio en otra cabeza
. En un estante había bobinas con fibras de 52 colores, lisas y rizadas.
La trabajadora liberó la pequeña cabeza de plástico de la aguja taladradora y, con un rascador de perro, desenredó con energía la rubia pelambrera antes de tendernos en silencio la cabeza ya peinada, como el gato que ofrece a su dueño los restos de un pájaro recién cazado.
ncima de una mesa, como si estuviesen sobre una pasarela, había varias muñecas ataviadas con distintos modelos.
“Los iconos de la moda vienen y van. Bueno, algunos solo se van”, es una de las célebres frases de Barbie. Otra:
“No sé qué talla tengo: toda mi ropa está hecha a medida”.
A medida y también a mano.
Al igual que su rostro, el cuerpo de Barbie ha ido cambiando con los años.
Un estudio de la Universidad de Helsinki demostró que una mujer con sus proporciones no podría menstruar y aún menos respirar, y tampoco podría mantenerse erguida dado el reducido tamaño de sus pies. Mattel aceptó la crítica: la figura de la muñeca se hizo más atlética, perdió pecho y su cintura ensanchó.
Su vestuario también cambió.
Un hombre menudo y sonriente, vestido de negro y con un cinturón con la hebilla plateada de Hermès, se incorporó al grupo.
Era Robert Best, el diseñador jefe, algo así como el Alexander McQueen de Barbie o su Tom Ford.
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