Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

13 dic 2015

Amores cinéfagos: Ava y Frank, de camino al bidé............................................... Jordi Bernal

Amores cinéfagos: Ava y Frank, de camino al bidé

 
“Éramos grandiosos en la cama. Los problemas aparecían de camino al bidé”
Ava Gardner
Hay amores de alto voltaje que no están hechos para una mínima apacibilidad cotidiana.
 Hay pasiones que arrasan los días con una alevosa furia nocturna
. Vino y rosas antes del seguro naufragio. Carne de guión de una película aún por hacer más allá de los baratos telefilmes que confunden los romances rosas con la historia de jadeos desgarrados que en verdad fue. 
Grandiosa entre sábanas, divertida y cruel a ratos, patética en los momentos en que se avecinaba la calma y se quería tormenta.
 Tiene la relación de Ava Gardner y Frank Sinatra todos los elementos literarios para un infame serial de sobremesa y, al mismo tiempo, fue una historia que para ellos se convirtió, para siempre, en la historia.
 Y, con ella, la leyenda. Esta última repite la anécdota de Sinatra enarbolando la portada de una revista con el rostro de Ava y diciéndole chulapón a los colegas: “Esta chica va a ser mía”.
 No hubiera sido la primera vez que Frank se fijara en una presa y la hubiese acechado con la implacable determinación del depredador.
 Hasta el salto del tigre. Sin embargo, la crónica contrastada sitúa su primer encuentro en el Mocambo de Sunset Strip. 1941.
 Por entonces la actriz estaba haciendo sus primeros pinitos en películas de la Metro.
 Estaba casada inverosímilmente con el cómico, bailarín y parlanchín Mickey Rooney, un matrimonio que no duraría un año y que tenía todas las trazas de artimaña promocional de gran estudio cinematográfico.
 Se encontraban tomando unas copas (Ava empezaba a conocer la noche y nunca más se separaría de ella: “Es que, cariño, cuando se pone el sol, me siento más, no sé, más despierta”, escribió en sus memorias, Ava, con su propia voz) cuando apareció Sinatra, que conocía bastante bien a Rooney, exhibiendo una de sus mayores armas de seducción, la sonrisa de anuncio de dentífrico:
 “Eh, ¿por qué no te he conocido antes que Mickey? Hubiera podido ser yo quien se casara contigo”, le espetó el crooner.
 En ese momento Ava no era todavía la Ava que bien pudiera haberle devuelto la vacilada con alguna réplica mordaz y desarmante:
 “Me cogió desprevenida. Supongo que le devolví una sonrisa vacilante, pero creo que no dije nada. Porque en aquella primera época, yo siempre me sentía desplazada. Conocer a Frank Sinatra ya era bastante emocionante.
 Pero que me dijera algo así me dejaba completamente sin habla”, escribe en las mentadas memorias.
Hubieron de transcurrir unos cuantos años para que aquella conversación interrumpida se prolongara toda una noche
. La Gardner se había convertido en una estrella. 
En 1946 despertó millones de devociones masculinas, como lobos de Tex Avery, con su imperturbable y perturbadora presencia en The Killers, turbia y soberbia adaptación, dirigida por Robert Siodmak, del clásico relato homónimo de Hemingway.
 Así pues, gozaba de todas las consideraciones y comodidades del sistema hollywoodiense.
 Se compró una casa en Palm Springs, una ciudad en medio del desierto que se había convertido en lugar de descanso y juergas entre la gente del cine.
 Allí, Sinatra tenía un apartamento de soltero. O sea lo que conocemos comúnmente como un picadero.
 A la sazón, estaba casado con Nancy Sinatra, la novia del barrio, de cuando todavía era un cantante de orquesta que ganaba 125 dólares a la semana.
 Sin embargo, y como era muy frecuente sobre todo entre la farándula religiosa de ayer, hoy y mañana, cohabitaba un mundo noctívago de amigos, farra y mujeres de ocasión lejos del recoleto salón  familiar y sus obligaciones.
 El embrión de lo que años más tarde se conocería como Rat Pack, que el escritor Javier Márquez retrata pormenorizadamente en Rat Pack. Viviendo a su manera . Una noche de 1949 Ava y Frank coinciden en una fiestaç
. Fue la noche en la que todo empezó.
 Fue la noche suave, sin amenazas de destellos de tormenta. 
La recuerda la actriz: “No tardó en presentarse a mi lado, con un martini seco en la mano, uno de esos invitados
. Los ojos azules estaban llenos de curiosidad, la sonrisa seguía siendo viva y audaz, y el rostro era más cálido y expresivo de lo que yo recordaba. Oh, Dios, Frank Sinatra podía ser el hombre más dulce y encantador del mundo cuando quería:
—Me alegra volver a verte —dijo—. Hacía tiempo que no nos veíamos.
—Desde luego —contesté, sintiéndome mejor por momentos.
—Supongo que quisimos correr demasiado la última vez que nos vimos.
—Tú querías correr demasiado.
—Empecemos de nuevo —dijo Frank— ¿Qué haces ahora?
—Películas, como siempre. ¿Y tú?
—Intentando levantar el culo del suelo”.
Verdaderamente, Sinatra en aquella época estaba con el culo en el suelo.
 Había perdido el beneplácito del público y tenía problemas de voz.
 La inseguridad le acarreó más de un gatillazo en conciertos.
 Además, la Metro le había puesto en segundo lugar, después de Gene Kelly, en los créditos del film musical Un día en Nueva York
 Se encontraba, pues, en la misma situación que  Johnny Fontane en El Padrino.
“Con la mayoría de las mujeres con que sale, Sinatra nunca sabe, dicen sus amigos, si lo quieren por lo que puede hacer por ellas ahora… o hará por ellas después.
 Con Ava Gardner fue distinto. No podía hacer nada por ella. Ella estaba por encima
. Si algo aprendió Sinatra de su experiencia con ella, fue tal vez saber que cuando un hombre altivo ha caído, una mujer no lo puede ayudar. Especialmente una mujer que está por encima”, concluyo Gay Talese en el reportaje Frank Sinatra e
stá resfriado.
The Lady is a Tramp
“Es salvaje e inocente, aferrada al amor
en todo naufragio…”
Robert Graves
La historia de Ava y Frank coincide con el descubrimiento de España por parte de la actriz.
 Todo muy tórrido. En Tossa de Mar se rueda Pandora y el holandés errante
El cambio de continente le sirve a Ava para poner tierra por medio.
 Pese a que no publicitan su relación, la prensa no hace otra cosa que vampirizar a la pareja de moda y, de paso, contribuir a que la opinión pública se ponga en contra de Ava. 
La querida. Las cosas se agravaron cuando en 1950 (¡el Día de San Valentín!) la esposa de Sinatra anunció a los cuatro vientos la separación:
 “Desgraciadamente mi vida matrimonial con Frank se ha vuelto muy triste, casi insoportable. Por lo tanto hemos decidido separarnos. 
Le he pedido a mi abogado que intente lograr un arreglo de separación de bienes, pero por el momento no tengo intención de entablar demanda de divorcio”.
 A partir de ese momento, Ava pasó a ser la destrozamatrimonios, la arpía que se inmiscuye en la vida de una familia católica.
 Un plumilla llegó a calificarla de “Perra-Jezabel-Gardner”. No parecía importar a nadie que Sinatra fuera un pichabrava de campeonato
. De hecho, poco tendría que envidiarle a Warren Beatty, a quien se le atribuyen, en pormenorizado cálculo, un total de 12.775 amantes (sin contar polvos apresurados y escarceos de gloriosos preliminares) a lo largo de su vida.
 Si uno pudiera, parafraseando a Woody Allen, quisiera reencarnarse en la mano de Frank Sinatra.
A la celopatía intrínseca de Ava Gardner en nada ayudaron las advertencias de Lana Turner, que había tenido una relación con Sinatra un par de años antes y que había sido finiquitada por el cantante a causa de los sagrados deberes maritales. 
También el magnate Howard Hughes hizo de las suyas.
 Obsesionado con Ava y controlador de vidas ajenas (en su trilogía de la historia reciente de EUA, James Ellroy consigue escenas hilarantes con un marchito y manipulador Hughes), le muestra un informe de una investigación que ha encargado y que certifica el donjuanismo irreversible de Sinatra. Pero no es suficiente
. La actriz está enamorada. Es testaruda
. Y le encanta follar, beber, reír y cantar con Frank. Son tal para cual.
 Los dos proceden de entornos humildes (sobre todo Ava, que nació en una familia paupérrima de campesinos de Carolina del Norte), son hedonistas, noctámbulos, vitalistas, con muy mala leche y con unos celos terribles (pero muchas veces fundados).
 El productor Teddy Villalba así los describe en el placentero Beberse la vida. Ava Gardner en España de Marcos Ordóñez: “La relación de Ava con Sinatra fue eterna, mucho más allá de lo que la gente pueda imaginar.
 Estaban enamoradísimos, pero no podían estar más de dos horas sin liarse a bofetadas.
 Mutuamente y literalmente. Una relación muy difícil y muy especial.
 Una verdadera pasión, con celos mutuos, con arrebatos y caídas.
 Yo viví con ellos varias broncas impresionantes (…) Se peleaban, se reconciliaban, volvían a pelear. Ahora bien, si tuviera que elegir a uno de los dos, y los quise mucho a ambos, me quedo con Ava. Ava era una criatura fuera de serie. Frank era un hombre increíblemente retorcido, atormentado, con un ego enfermo. 
 Pero también hay que decir que, pese a todos los problemas, Frank siempre estuvo a su lado. Aunque estuviera muy lejos.
 Aunque hubieran pasado muchos años”.
A toda la pasión y furia hay que añadirle los numeritos, los desplantes, los pollos que se montaban mutuamente como cuando Sinatra se despidió de ella por teléfono antes de disparar su revólver.
 Ava corrió asustada a la habitación del hotel y se encontró con el cantante sonriendo y una almohada agujereada. Es posible que Frank ansiara la presa, al animal más bello del mundo, según sintagma publicitario, mientras que Ava vislumbrara a ratos la posibilidad remota de una vida en común
. Sin embargo, fueron a chocar un par que representaban todo lo opuesto a la normalidad, a la grisura consuetudinaria. 
Y estaba bien que así fuera. Como explicó en una ocasión Nancy Sinatra hija: “Es mejor que todos los demás, o al menos eso piensa, y él tiene que vivir a la altura de eso”.
 Representó la fantasía de miles de hombres que frente al espejo no se veían tan distintos a Frank y, de camino a la jornada sonsa de oficina, podían imaginar que tal vez ellos también podrían vivir su glorioso tormento con su particular Ava. Ava o el ardor.
En España, son conocidos los escarceos indiscriminados de Ava.
 Especialmente con los toreros Mario Cabré y Luis Miguel Dominguín.
 Con el primero todo parece indicar que fue más una estratagema marquetiniana que otra cosa.
 Todos parecían saberlo menos el propio torero, que incluso le dedicó un moribundo libro de versos a la idolatrada actriz.
 Con el segundo la cosa fue en serio. De su relación con Dominguín (al que Ava siempre tuvo un peldaño por debajo de Sinatra) queda la anécdota falsa según la cual el torero después de yacer con tan preciada hembra se levantó raudo de la cama, y cuando ella, sorprendida, le preguntó: “¿A dónde vas?”, él respondió: “Pues a contarlo”.
 Por su parte, Humphrey Bogart, con su típico sarcasmo on the rocks, sentenció: “Las mujeres de medio mundo se arrojarían a los pies de Frank Sinatra, y resulta que Ava pierde la cabeza por un tipo que usa capa y zapatillas de bailarina”.
 Bogart mantuvo siempre una buena amistad con Sinatra. De hecho, cuando el primero enfermó de cáncer, Frank estuvo allí pendiente de su amigo. 
Y ya de paso se encamaba con su esposa Lauren Bacall. Bacall, que lista lo es un rato largo, ya percibió los cambios de actitud de Sinatra para con las mujeres: la suavidad y atenciones iniciales se volvían manipulación cuando estaba seguro de que tenía la situación controlada.
 Con Ava, sin embargo, todo fue siempre puro descontrol y anarquía.
47 kilos de polla
“Yo me apunto a cualquier cosa que te ayude a pasar la noche, ya sea una oración, tranquilizantes o una botella de Jack Daniel’s”
Frank Sinatra
Pese a que la pareja intentó actuar según convencionalismos, nada parecía estar regido por las normas. 
Se casaron en 1951, convivieron poco más de dos años y su matrimonio duró seis. 
Ava mantuvo siempre buen rollo con la madre de Sinatra, matrona italiana de armas tomar
. Pero todo parecía indicar que lo suyo era otra cosa. Durante el rodaje africano de Mogambo se produjo la célebre escena que tan buena reputación dio a Sinatra. En una cena con el gobernador británico de Uganda y su esposa, el director de la película, John Ford, le espetó malévolo a la actriz:
—¿Por qué no le cuentas al gobernador lo que ves en ese renacuajo de 50 kilos con el que te has casado?
—Claro, señor Ford. Porque son 3 kilos de Frank y 47 kilos de polla.
Era la típica réplica que le chiflaba a Ford.
 Durante el rodaje de Mogambo, Ava descubrió que estaba embarazada y decidió abortar. 
No creía poder ofrecer la vida que un hijo necesitaba.
Del extenso anecdotario de Ava y Frank, uno de los episodios más preciosos es el conocido como “la noche del visón blanco”. Sinatra, por aquel entonces, estaba rodando en España el pestiño de Stanley Kramer Orgullo y pasión.
Se encontraba alojado en el Hotel Felipe II de El Escorial, donde, por cierto, pintó el doliente autorretrato del payaso, y mientras ejercitaba dedos en un piano y entonaba melodías pidió un teléfono para llamar a Ava. “Hey, honey”.

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