Amores cinéfagos: Ava y Frank, de camino al bidé
“Éramos grandiosos en la cama. Los problemas aparecían de camino al bidé”
Ava Gardner
Ava Gardner
Hay amores de alto voltaje que no están
hechos para una mínima apacibilidad cotidiana.
Hay pasiones que arrasan
los días con una alevosa furia nocturna
. Vino y rosas antes del seguro
naufragio. Carne de guión de una película aún por hacer más allá de los
baratos telefilmes que confunden los romances rosas con la historia de
jadeos desgarrados que en verdad fue.
Grandiosa entre sábanas, divertida
y cruel a ratos, patética en los momentos en que se avecinaba la calma y
se quería tormenta.
Tiene la relación de Ava Gardner y Frank Sinatra
todos los elementos literarios para un infame serial de sobremesa y, al
mismo tiempo, fue una historia que para ellos se convirtió, para
siempre, en la historia.
Y, con ella, la leyenda. Esta última repite la
anécdota de Sinatra enarbolando la portada de una revista con el rostro
de Ava y diciéndole chulapón a los colegas: “Esta chica va a ser mía”.
No hubiera sido la primera vez que Frank se fijara en una presa y la
hubiese acechado con la implacable determinación del depredador.
Hasta
el salto del tigre. Sin embargo, la crónica contrastada sitúa su primer
encuentro en el Mocambo de Sunset Strip. 1941.
Por entonces la actriz
estaba haciendo sus primeros pinitos en películas de la Metro.
Estaba
casada inverosímilmente con el cómico, bailarín y parlanchín Mickey Rooney,
un matrimonio que no duraría un año y que tenía todas las trazas de
artimaña promocional de gran estudio cinematográfico.
Se encontraban
tomando unas copas (Ava empezaba a conocer la noche y nunca más se
separaría de ella: “Es que, cariño, cuando se pone el sol, me siento
más, no sé, más despierta”, escribió en sus memorias, Ava, con su propia
voz) cuando apareció Sinatra, que conocía bastante bien a Rooney,
exhibiendo una de sus mayores armas de seducción, la sonrisa de anuncio
de dentífrico:
“Eh, ¿por qué no te he conocido antes que Mickey? Hubiera
podido ser yo quien se casara contigo”, le espetó el crooner.
En ese
momento Ava no era todavía la Ava que bien pudiera haberle devuelto la
vacilada con alguna réplica mordaz y desarmante:
“Me cogió desprevenida.
Supongo que le devolví una sonrisa vacilante, pero creo que no dije
nada. Porque en aquella primera época, yo siempre me sentía desplazada.
Conocer a Frank Sinatra ya era bastante emocionante.
Pero que me dijera
algo así me dejaba completamente sin habla”, escribe en las mentadas
memorias.
Hubieron de transcurrir unos cuantos
años para que aquella conversación interrumpida se prolongara toda una
noche
. La Gardner se había convertido en una estrella.
En 1946 despertó
millones de devociones masculinas, como lobos de Tex Avery, con su imperturbable y perturbadora presencia en The Killers, turbia y soberbia adaptación, dirigida por Robert Siodmak, del clásico relato homónimo de Hemingway.
Así pues, gozaba de todas las consideraciones y comodidades del sistema
hollywoodiense.
Se compró una casa en Palm Springs, una ciudad en medio
del desierto que se había convertido en lugar de descanso y juergas
entre la gente del cine.
Allí, Sinatra tenía un apartamento de soltero. O
sea lo que conocemos comúnmente como un picadero.
A la sazón, estaba
casado con Nancy Sinatra, la novia del barrio, de
cuando todavía era un cantante de orquesta que ganaba 125 dólares a la
semana.
Sin embargo, y como era muy frecuente sobre todo entre la
farándula religiosa de ayer, hoy y mañana, cohabitaba un mundo noctívago
de amigos, farra y mujeres de ocasión lejos del recoleto salón
familiar y sus obligaciones.
El embrión de lo que años más tarde se
conocería como Rat Pack, que el escritor Javier Márquez retrata pormenorizadamente en Rat Pack. Viviendo a su manera
. Una noche de 1949 Ava y Frank coinciden en una fiestaç
. Fue la noche
en la que todo empezó.
Fue la noche suave, sin amenazas de destellos de
tormenta.
La recuerda la actriz: “No tardó en presentarse a mi lado, con
un martini seco en la mano, uno de esos invitados
. Los ojos azules
estaban llenos de curiosidad, la sonrisa seguía siendo viva y audaz, y
el rostro era más cálido y expresivo de lo que yo recordaba. Oh, Dios,
Frank Sinatra podía ser el hombre más dulce y encantador del mundo
cuando quería:
—Me alegra volver a verte —dijo—. Hacía tiempo que no nos veíamos.
—Desde luego —contesté, sintiéndome mejor por momentos.
—Supongo que quisimos correr demasiado la última vez que nos vimos.
—Tú querías correr demasiado.
—Empecemos de nuevo —dijo Frank— ¿Qué haces ahora?
—Películas, como siempre. ¿Y tú?
—Intentando levantar el culo del suelo”.
—Desde luego —contesté, sintiéndome mejor por momentos.
—Supongo que quisimos correr demasiado la última vez que nos vimos.
—Tú querías correr demasiado.
—Empecemos de nuevo —dijo Frank— ¿Qué haces ahora?
—Películas, como siempre. ¿Y tú?
—Intentando levantar el culo del suelo”.
Verdaderamente, Sinatra en aquella época
estaba con el culo en el suelo.
Había perdido el beneplácito del
público y tenía problemas de voz.
La inseguridad le acarreó más de un
gatillazo en conciertos.
Además, la Metro le había puesto en segundo
lugar, después de Gene Kelly, en los créditos del film musical Un día en Nueva York.
Se encontraba, pues, en la misma situación que Johnny Fontane en El Padrino.
“Con la mayoría de las mujeres con que
sale, Sinatra nunca sabe, dicen sus amigos, si lo quieren por lo que
puede hacer por ellas ahora… o hará por ellas después.
Con Ava Gardner
fue distinto. No podía hacer nada por ella. Ella estaba por encima
. Si
algo aprendió Sinatra de su experiencia con ella, fue tal vez saber que
cuando un hombre altivo ha caído, una mujer no lo puede ayudar.
Especialmente una mujer que está por encima”, concluyo Gay Talese en el reportaje Frank Sinatra e
stá resfriado.
The Lady is a Tramp
“Es salvaje e inocente, aferrada al amor
en todo naufragio…”
Robert Graves
en todo naufragio…”
Robert Graves
La historia de Ava y Frank coincide con
el descubrimiento de España por parte de la actriz.
Todo muy tórrido. En
Tossa de Mar se rueda Pandora y el holandés errante.
El cambio
de continente le sirve a Ava para poner tierra por medio.
Pese a que no
publicitan su relación, la prensa no hace otra cosa que vampirizar a la
pareja de moda y, de paso, contribuir a que la opinión pública se ponga
en contra de Ava.
La querida. Las cosas se agravaron cuando en 1950
(¡el Día de San Valentín!) la esposa de Sinatra anunció a los cuatro
vientos la separación:
“Desgraciadamente mi vida matrimonial con Frank
se ha vuelto muy triste, casi insoportable. Por lo tanto hemos decidido
separarnos.
Le he pedido a mi abogado que intente lograr un arreglo de
separación de bienes, pero por el momento no tengo intención de entablar
demanda de divorcio”.
A partir de ese momento, Ava pasó a ser la
destrozamatrimonios, la arpía que se inmiscuye en la vida de una familia
católica.
Un plumilla llegó a calificarla de “Perra-Jezabel-Gardner”.
No parecía importar a nadie que Sinatra fuera un pichabrava de
campeonato
. De hecho, poco tendría que envidiarle a Warren Beatty,
a quien se le atribuyen, en pormenorizado cálculo, un total de 12.775
amantes (sin contar polvos apresurados y escarceos de gloriosos
preliminares) a lo largo de su vida.
Si uno pudiera, parafraseando a Woody Allen, quisiera reencarnarse en la mano de Frank Sinatra.
A la celopatía intrínseca de Ava Gardner en nada ayudaron las advertencias de Lana Turner,
que había tenido una relación con Sinatra un par de años antes y que
había sido finiquitada por el cantante a causa de los sagrados deberes
maritales.
También el magnate Howard Hughes hizo de las suyas.
Obsesionado con Ava y controlador de vidas ajenas (en su trilogía de la historia reciente de EUA, James Ellroy
consigue escenas hilarantes con un marchito y manipulador Hughes), le
muestra un informe de una investigación que ha encargado y que certifica
el donjuanismo irreversible de Sinatra. Pero no es suficiente
. La
actriz está enamorada. Es testaruda
. Y le encanta follar, beber, reír y
cantar con Frank. Son tal para cual.
Los dos proceden de entornos
humildes (sobre todo Ava, que nació en una familia paupérrima de
campesinos de Carolina del Norte), son hedonistas, noctámbulos,
vitalistas, con muy mala leche y con unos celos terribles (pero muchas
veces fundados).
El productor Teddy Villalba así los describe en el placentero Beberse la vida. Ava Gardner en España de Marcos Ordóñez:
“La relación de Ava con Sinatra fue eterna, mucho más allá de lo que la
gente pueda imaginar.
Estaban enamoradísimos, pero no podían estar más
de dos horas sin liarse a bofetadas.
Mutuamente y literalmente. Una
relación muy difícil y muy especial.
Una verdadera pasión, con celos
mutuos, con arrebatos y caídas.
Yo viví con ellos varias broncas
impresionantes (…) Se peleaban, se reconciliaban, volvían a pelear.
Ahora bien, si tuviera que elegir a uno de los dos, y los quise mucho a
ambos, me quedo con Ava. Ava era una criatura fuera de serie. Frank era
un hombre increíblemente retorcido, atormentado, con un ego enfermo.
Pero también hay que decir que, pese a todos los problemas, Frank
siempre estuvo a su lado. Aunque estuviera muy lejos.
Aunque hubieran
pasado muchos años”.
A toda la pasión y furia hay que
añadirle los numeritos, los desplantes, los pollos que se montaban
mutuamente como cuando Sinatra se despidió de ella por teléfono antes de
disparar su revólver.
Ava corrió asustada a la habitación del hotel y
se encontró con el cantante sonriendo y una almohada agujereada. Es
posible que Frank ansiara la presa, al animal más bello del mundo, según
sintagma publicitario, mientras que Ava vislumbrara a ratos la
posibilidad remota de una vida en común
. Sin embargo, fueron a chocar un
par que representaban todo lo opuesto a la normalidad, a la grisura
consuetudinaria.
Y estaba bien que así fuera. Como explicó en una
ocasión Nancy Sinatra hija: “Es mejor que todos los
demás, o al menos eso piensa, y él tiene que vivir a la altura de eso”.
Representó la fantasía de miles de hombres que frente al espejo no se
veían tan distintos a Frank y, de camino a la jornada sonsa de oficina,
podían imaginar que tal vez ellos también podrían vivir su glorioso
tormento con su particular Ava. Ava o el ardor.
En España, son conocidos los escarceos indiscriminados de Ava.
Especialmente con los toreros Mario Cabré y Luis Miguel Dominguín.
Con el primero todo parece indicar que fue más una estratagema
marquetiniana que otra cosa.
Todos parecían saberlo menos el propio
torero, que incluso le dedicó un moribundo libro de versos a la
idolatrada actriz.
Con el segundo la cosa fue en serio. De su relación
con Dominguín (al que Ava siempre tuvo un peldaño por debajo de Sinatra)
queda la anécdota falsa según la cual el torero después de yacer con
tan preciada hembra se levantó raudo de la cama, y cuando ella,
sorprendida, le preguntó: “¿A dónde vas?”, él respondió: “Pues a
contarlo”.
Por su parte, Humphrey Bogart, con su típico sarcasmo on the rocks,
sentenció: “Las mujeres de medio mundo se arrojarían a los pies de
Frank Sinatra, y resulta que Ava pierde la cabeza por un tipo que usa
capa y zapatillas de bailarina”.
Bogart mantuvo siempre una buena
amistad con Sinatra. De hecho, cuando el primero enfermó de cáncer,
Frank estuvo allí pendiente de su amigo.
Y ya de paso se encamaba con su
esposa Lauren Bacall. Bacall, que lista lo es un rato
largo, ya percibió los cambios de actitud de Sinatra para con las
mujeres: la suavidad y atenciones iniciales se volvían manipulación
cuando estaba seguro de que tenía la situación controlada.
Con Ava, sin
embargo, todo fue siempre puro descontrol y anarquía.
47 kilos de polla
“Yo me
apunto a cualquier cosa que te ayude a pasar la noche, ya sea una
oración, tranquilizantes o una botella de Jack Daniel’s”
Frank Sinatra
Frank Sinatra
Pese a que la pareja intentó actuar
según convencionalismos, nada parecía estar regido por las normas.
Se
casaron en 1951, convivieron poco más de dos años y su matrimonio duró
seis.
Ava mantuvo siempre buen rollo con la madre de Sinatra, matrona
italiana de armas tomar
. Pero todo parecía indicar que lo suyo era otra
cosa. Durante el rodaje africano de Mogambo se produjo
la célebre escena que tan buena reputación dio a Sinatra. En una cena
con el gobernador británico de Uganda y su esposa, el director de la
película, John Ford, le espetó malévolo a la actriz:
—¿Por qué no le cuentas al gobernador lo que ves en ese renacuajo de 50 kilos con el que te has casado?
—Claro, señor Ford. Porque son 3 kilos de Frank y 47 kilos de polla.
—Claro, señor Ford. Porque son 3 kilos de Frank y 47 kilos de polla.
Era la típica réplica que le chiflaba a Ford.
Durante el rodaje de Mogambo, Ava descubrió que estaba embarazada y decidió abortar.
No creía poder ofrecer la vida que un hijo necesitaba.
Del extenso anecdotario de Ava y Frank,
uno de los episodios más preciosos es el conocido como “la noche del
visón blanco”. Sinatra, por aquel entonces, estaba rodando en España el
pestiño de Stanley Kramer Orgullo y pasión.Se encontraba alojado en el Hotel Felipe II de El Escorial, donde, por cierto, pintó el doliente autorretrato del payaso, y mientras ejercitaba dedos en un piano y entonaba melodías pidió un teléfono para llamar a Ava. “Hey, honey”.
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