"Como fuera de casa, en ninguna parte", enarboló el genial
Rafael Azcona,
un aserto que ni pintado para la noche de fin de año
. Así como la
Nochebuena es cóncava, una fiesta hogareña, familiar y concéntrica,
la Nochevieja es centrífuga,
diseñada para catapultarse hacia el otro lado.
De ahí las populares
maratones y fuegos de artificio; una noche "para tirar cohetes" y llegar
raudos: que "no te den las uvas"...
Aun permaneciendo en los hogares,
las paredes se vuelven entonces más elásticas y trasgresoras que durante
la espita cerrada de la Nochebuena; y, en algunos lugares, hasta se
tira literalmente la casa por la ventana, como hacen italianos o
argentinos, desprendiéndose de los trastos viejos.
Algunos (escoceses,
bonaerenses) incineran el año extinto. Y otros (neoyorkinos, mexicanos)
lo echan a rodar en forma de esfera.
De celebración antiquísima -documentada en egipcios y babilonios-, el
emperador Julio César decretó el culto al dios Jano, con sus dos
rostros, uno viejo y otro joven, para simbolizar ese tránsito. Síntesis,
luego, de religiosidad y jolgorio -pues
la Nochevieja
es también ecuador de la Navidad a la Epifanía-, no hay otro evento de
mayor resonancia planetaria.
Los madrugadores japoneses, acaso por
aguardar al resto de la Tierra rezagado, dan un total de 108 campanadas.
Mientras Santa Claus nos conmina a permanecer en los hogares, san
Silvestre es licencia para la escapada
. Con un buen bólido resultaría
factible, incluso, iniciar las campanadas en el Extremo Oriente y
culminarlas en el verano austral.
He aquí 12 propuestas.
1. España: Las uvas de la suerte
El reloj de la Puerta del Sol sincroniza la toma de las 12 uvas de la
suerte, una tradición genuinamente española, con denominación de
origen: desde que, en 1909, así las llamaran los astutos viticultores
alicantinos para colocar sus excedentes junto a las partidas de turrón.
Las denominaron 'uvas de la suerte', con el infalible
marketing
de que quien no las consumiera, acogería gafado el nuevo año...
Y
claro, las toma todo el mundo. Las imágenes de la céntrica plaza
madrileña son indisolubles de la Navidad.
Desde los años 20, el emblemático
hotel Palace
las viene sirviendo en su célebres galas de Nochevieja. Bajo su cúpula,
las han tomado, entre otros, Sofía Loren, Marlon Brando, Ryta Hayworth,
u Orson Welles.
Este fin de año dispondrá el menú el chef Dani García,
con suculentas mixturas de su procedencia andaluza, como bogavante y
gazpacho, vieiras con crema de almendra malagueña, lenguado con mariscos
gaditanos o queso de cabra de Ronda con
foie-gras, para acabar con ‘luna de Marbella, compuesta con chocolate blanco, vainilla y gajos de mandarina.
2. Brasil: Feliz Bossa Nova
Partir el año en Río de Janeiro, junto a los cálidos efluvios
marinos, en pleno cénit estival, tiene mucho de adelanto del espíritu
carnavalero.
De los brazos del Cristo, pende el espectacular árbol de
Navidad que ilumina la bahía.
La tradición manda acudir a la playa de
Copacabana, donde se concentran multitudes -muchas de ellas, vestidas de
blanco: purificación de cara al año entrante- para admirar los fuegos
artificiales, y bailar al son de los grupos musicales a lo largo de sus
cuatro kilómetros de arena.
Los afro-brasileiros aprovechan a rendirle
pleitesía a Iemanyá, la Reina de las Aguas, y lanzan al mar barquitos
cargados de ofrendas, que, a más se alejen de la orilla, mayor
prosperidad.
3. Escocia: Con faldas y a lo pirómano
En Escocia es tradicional la celebración del Hogmany, un ritual de
origen celta, protagonizado por el fuego, en son de quemar el año que se
acaba.
Al filo de la medianoche, se encienden fogatas, los vecinos
portan antorchas y se hacen rodar barriles de madera ardiendo, también
para iluminar la llegada del nuevo año.
Aunque extendida ya por diversos
puntos del país, esta tradición es originaria de la localidad marinera
de Stonehaven, donde permanece fuertemente arraigada, y las bolas de
fuego, tras deslizarse por calles empinadas, son arrojadas al mar.
4. Argentina: Muñecos de fuego
A falta de muñecos de nieve, los bonaerenses construyen para esa
noche grandes muñecos de madera y trapo, y luego los hacen arder, para
incinerar el tiempo que se acaba y purificar su renovación.
En pleno
verano austral, la vistosa luminotecnia de la ciudad y las campanadas se
reciben en mangas de camisa, cuando no en traje de baño, a la vera de
las
piletas.
Por influjo de la inmigración española, algunos
toman las tradicionales uvas, y el turrón se combina, tras los asados,
con el mate y el dulce de leche.
Pero mayor es el arraigo de la
ascendencia italiana, que incita a desprenderse de trastos viejos
-incluso agendas del año extinto, por las ventanas del Distrito
Financiero- y a regalar la supersticiosa lencería roja o rosa.
5. Japón: Fideos para el 'Omisoka'
Con ser la cuna del sol, Japón es, lógicamente, el gran adelantado en
acoger la Nochevieja.
Las casas se engalanan, renovando su decoración,
para celebrar en familia el Omisoka o Gran Día Final del Año, sin que
falte sobre la mesa lacada el tradicional
soba, la sopa de
fideos finos y largos, que simbolizan la longevidad.
Acaso en un gesto
de solidaridad con la demora del resto del planeta, en vez doce, se dan
allí 108 campanadas.
Al revés que en Occidente, con cada campanada se
formula un deseo que debe ser combatido; con la ayuda de Buda, las
aspiraciones terrenales deben ser eludidas para encontrar la armonía del
año en ciernes.
6. Laponia: Adiós a Santa Claus
¿Qué lugar más idóneo para celebrar la Nochevieja que hacerlo en la
propia casa del gran benefactor de la Nochebuena?
Luego de haber
asistido al protagonismo ubicuo del ajetreado Papá Noel, uno puede
acompañarle in situ en su descanso...
En Korvantuturi, como se llama su
aldea natal, en la Laponia finlandesa, se puede pernoctar al calor de
las cabañas y acompañar a los exhaustos renos y perros husky, que una
semana antes han regado de regalos las casas del planeta
. Seguro que
Santa Claus se mostrará receptivo con los últimos de la fiesta...
¡Al
fin un agradecido que le devuelve la visita!
7. México: Las esferas de Michoacán
Especial atractivo tienen, en esa fechas, las regiones de sincretismo
religioso, donde se aúnan las tradiciones hispánica y prehispánica.
Es
el caso de Michoacán, galardonado en la pasada edición de Fitur como la
mejor ruta cultural, y cuya capital, Morelia, es Patrimonio de la
Humanidad.
La vistosa catedral permanece abierta la noche de san
Silvestre, y en la región, coexisten una profusión de conventos
coloniales y las arraigadas tradiciones de los purépecha, su etnia
indígena, que, al celebrar el nuevo año en febrero, duplican las
fiestas.
En el "pueblo mágico" de Tlalpujahua, al oriente -donde habitan
las mariposas monarcas, patrimonio natural de la Unesco- se celebra en
san Silvestre la Feria de la Esfera
. Miles de esferas artesanales de
vidrio soplado emulan el rodaje del calendario.
8. EE.UU: Desde el puente de Brooklyn
Contemplar la Gran Manzana desde el Puente de Brooklyn no sólo
permite eludir las aglomeraciones, sino obtener, además, una
privilegiada visión panorámica de los puntos neurálgicos del fin de año
.
En el propio distrito, la plaza de Grand Army es una Times Square a
menor escala, también con lucidos fuegos de artificio.
Desde el puente
puede divisarse la tradicional bajada de la bola de cristal, en señal
del corrimiento del calendario, la célebre maratón de medianoche en
Central Park o el espectáculo de luces del Empire State.
9. Marruecos: Salam Marrakech
La plaza de Yemá el Fna,
en el corazón de Marrakech, se ha convertido en un foco de atracción
para el fin de año.
Dado que el país, mayoritariamente musulmán, no
celebra las navidades, los turistas consiguen allí ser exóticos de sí
mismos, combinando el cuscús con el cava.
Atento a la creciente demanda,
el grupo Palmeraie Hotels and Resorts, que cuenta con seis hoteles de
lujo en el interior del palmeral de Marrakech, organiza para esa noche
una "vuelta al mundo gastronómica".
Los diversos restaurantes ofrecen
cenas temáticas: francesa, asiática, árabe... Todo un microcosmos para
despedir el año y dar la bienvenida al venidero
10. Italia: Lentejas de la suerte
Los italianos celebran su `Notte di Capodanno´ comiendo lentejas.
En
vez de doce uvas, una buena cazuela de lentejas es el modo nutritivo de
enfrentar las doce campanadas.
Al parecer, desde la Antigüedad, cada
grano representaba una moneda, y deglutir en la hora H esas legumbres a
grandes cucharadas significaba riqueza para el año entrante.
También es
costumbre, sobre todo en Nápoles y Roma, arrojar a la calle en esa noche
trastos viejos -e incluso, por la ventana, las copas de cava recién
terminadas- en señal de desprendimiento del año que se finiquita.
Otra
tradición es regalar a las mujeres lencería roja para que el año nuevo
les sea
intimísimamente próspero...
11. Alemania: Hamburgo iluminada
Junto al emergente Berlín, hay otras grandes ciudades alemanas que se
acicalan especialmente para la noche de san Silvestre.
Es el caso de
Hamburgo, que los alemanes llaman indistintamente "la puerta del mundo" o
"la ciudad verde", por sus colores miméticos del agua y ancha apertura
al mar.
Mucho antes de la vistosa iluminación nocturna, La
Hafencity,
como se denomina el tramo portuario de la ciudad, es un magnético
ajetreo, de gran colorido, a lo largo de esta jornada
. El Reeperbahn o
lonja del pescado es una de las más extensas y atractivas del mundo, con
rutilante movimiento desde primeras horas del día de san Silvestre.
12. Australia: Estrellas de fuego
Las estrellas de fuego semejan medusas en el cielo, junto a la bahía de Sídney.
Se trata del
Family Fireworks,
el tradicional festival de pirotecnia que los australianos contemplan
arrobados desde el puerto.
En pleno verano decembrino, numerosos barcos
fondeados organizan veladas y se vuelven miradores privilegiados para el
evento al filo de la medianoche.
Hay quien dice que la ventaja de
despedir el año en Australia, es que resulta mucho más fácil conseguir
canguro para esa noche y poder dejar custodiados a los más pequeños...