Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

21 nov 2015

Qué bello es odiar........................................................ Juan Tallón




No se puede vivir sin aborrecimientos. Hay que odiar algo, cualquier cosa. De lo contrario, la existencia se vuelve demasiado larga y saludable. 
Truman Capote y Gore Vidal lo sabían, y por eso abrillantaban su enemistad cada poco. 
El odio que los unía representa uno de los más genuinos, inteligentes y bellos que ha dado la literatura. No dejaron que una sola vez se posase el polvo sobre su animadversión. 
Fue un odio feliz. Incluso el día de la muerte de Capote, en 1984, la voz de Gore se alzó para felicitarlo: «Buena decisión profesional».
Antes de odiarse intentaron llevarse bien, pero los dos tenían el mismo sueño: ser el mejor escritor y la estrella más célebre. Capote, nacido en 1924, y Vidal, uno después, se conocieron en diciembre de 1945 en el apartamento de Anaïs Nin, en Nueva York, señala Gerald Clarke, biógrafo del autor de Desayuno en Tiffany’s
Se acercaba la Navidad y la escritora decidió dar una fiesta. «Cuando sonó el timbre, fui a abrir —escribe Nin en su Diario—. Vi a un joven pequeño y delgado, con los pelos caídos sobre los ojos, que me dio la mano más suave y huesuda que me hayan dado jamás. 
Era como la de un bebé escondida en la mía». Se trataba de Capote, que minutos después estrecharía la mano vigorosa de Vidal, un tipo que, al contrario que él, era alto, rubio y guapo. 
A pesar de sus diferencias físicas, mostraban importantes similitudes: sus madres eran alcohólicas y ellos se creían abandonados emocionalmente; se sentían atraídos por los hombres y, sobre todo, ambos ansiaban fama y prestigio.
En Palimpsesto: una memoria, Gore Vidal recrea el momento en que Capote lo saluda: «Al verme, gimoteó: “¿Qué siente uno al ser el on-fon-tarríbul?”».
 Su voz tenía el tono de quien, en realidad, se consideraba a sí mismo el verdadero enfant terrible de la literatura.
 Esa tarde comenzaría la rivalidad de sus talentos.
 Sin embargo, el odio tiene sus trámites y como si no fuese posible aborrecerse sin antes experimentar cierto aprecio, durante un par de años vivieron en armonía.
 «Casi todas las semanas almorzaban juntos en el Oak Room del Plaza», cuenta Clarke. 
A Truman le gustaba llevar a Gore al Celebrity Club de Phil Black, una sala de baile en Harlem.
 A cambio, Gore llevaba a Truman a Everard Baths, una célebre casa de baños.
 Ambos locales eran frecuentados casi en exclusiva por homosexuales.
 Vidal no tuvo problema en admitir en sus memorias que disfrutaba con sus encuentros diarios con extraños.
 «Ya incluso entonces, a los veintiún años, pagaba a menudo por el sexo. 
En una ocasión, Truman me dijo: “Oigo decir que eres un polvo creso”».
Años después, en 1974, en una entrevista para Fag Rag le preguntaron a Vidal expresamente por aquellas visitas.
 «Truman dijo que usted lo había llevado a los Everard», le recordó el periodista. «Cierto, y no pudo ser más gracioso.
 Truman no paraba de decir “no me gusta”».
 Y Vidal imitó la voz de Capote.
 A continuación afirmó de él que era «un ama de casa republicana de Kansas»
. Para entonces, ya no quedaba nada de su vieja amistad.
 De hecho, dos años más tarde, cuando Monique van Vooren le preguntó en Interview, la revista creada por Andy Warhol, si había visto a Capote en los últimos tiempos, Vidal respondió: «Lo he visto aproximadamente una vez en veinte años y tuve la impresión de que la frecuencia de nuestros encuentros era excesiva. 
Fue en Dru Heinz’s.
 No tenía puestas las gafas y me senté sobre Capote creyendo que era un pouf».
En 1946, sin embargo, la relación entre ambos todavía era amable, aunque comenzaba a bordear el abismo.
 Ese año, algunos de los escritores de su generación salieron en la revista Life. Vidal lo recuerda así en sus memorias: «Ocupando toda una página estaba Truman Capote, con un cutis muy lustroso, como si acabase de salir del interior de una campana de cristal victoriana; así comenzó su carrera de famoso. 
También había decidido que yo iba a ser la competencia. Él tenía veintiún años; yo veinte.
 Pero tal y como le confió a la prensa, “ese Gore Vidal tiene veinticinco como poco”».
En 1948 Capote publicó Otras voces, otros ámbitos, su primera novela, y Vidal  La ciudad y el pilar, en su caso la tercera. En Palimpsesto, Gore pone de relieve que en las listas de libros más vendidos del año el suyo figuró siempre algo por encima de Otras voces, otros ámbitos.
 Todavía se hablaban. En verano coincidieron en París. Capote, en una carta a Andrew Lyndon, cuenta que «Tennessee Williams estuvo por aquí hace dos semanas, pero he pasado todo este tiempo con Gore Vidal, por monstruoso que parezca».  
Vidal relata en sus memorias que, en una fiesta del editor Gallimard, él y Truman conocieron a Albert Camus.
 El escritor francés «estaba liado con un montón de actrices en aquel tiempo. 
Pero antes de que acabase el verano, Truman ya le estaba contando a todo el mundo que Camus estaba tan loco por él que hasta iba a su hotel a importunarle en mitad de la noche […] Truman también me había mostrado un anillo de oro con una amatista engarzada. 
“Me lo dio André Gide. No para de llamarme».
 Cuando Vidal tuvo ocasión de saludar a Gide, le preguntó qué pensaba de Capote. «¿Quién?», respondió el premio nobel.
Gore Vidal y Truman Capote. Fotografías: Corbis.

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