El intérprete cuenta su episodio sentimental más duro y revela ("ahora ya lo puedo decir") que un compañero actor le hizo la vida imposible.
Eduardo Noriega está bebiendo pacharán y hablando de Arnold Schwarzenegger. Como no son dos temas que estén muy asociados al actor español, dejamos que la cosa fluya.
“Me encontré con Schwarzenegger en un gimnasio”.
Cuente, cuente, por favor.
Fue cuando rodé con él El último desafío [2013]. Coincidíamos en el gimnasio del hotel
. Él se presentaba con sus cuatro guardaespaldas.
Yo me había prometido no pedirle una foto.
Tuve que contenerme, porque era tentador hacerse una con él levantando pesas y luego subirla a Twitter.
La verdad es que tiene una buena fachada y está en forma. Pero una persona con esos bíceps tan grandes toda la vida no puede tener una buena salud de músculos, tendones y huesos.
Levantaba pesas con mucho cuidado
. Pero está en forma y es muy divertido.
Son las cinco de la tarde y estamos en una terraza de aspecto bohemio en el centro de Madrid. Y solos.
Nada que reprochar al actor por la elección de su bebida, a la que atiza cortos tragos mientras charla. Su nueva película es Los miércoles no existen (en cartel), de Peris Romano y con Inma Cuesta: trata las complejas relaciones de pareja entre treintañeros y cuarentones.
“Los hombres reaccionamos de forma más patética cuando nos dejan
. Porque no estamos acostumbrados a expresar nuestros sentimientos, a llorar.
Tenemos poca práctica. No hemos visto a nuestros padres llorar, no les hemos visto abrirse sentimentalmente. Ahora lo hacemos, pero resultamos bastante patéticos”.
No creía en el amor ni en el ser humano. La vida no tenía mucho sentido para mí en aquella época. Estuve jodido mucho tiempo, sí, sí”
. Pocas veces, pero una en concreto fue durísima. “Me partieron por la mitad. Enfermé de desamor. Recuerdo que un amigo me decía: ‘Siento que estás enfermo, pero no hay ninguna medicina para tu enfermedad, sólo el tiempo.
Lo único que puedo hacer es acompañarte, estar aquí contigo, no tengo palabras de consuelo”. Noriega, con 25 años en aquella época, no comía, no dormía.
"No creía en el amor y en el ser humano. La vida no tenía mucho sentido para mí en aquella época. Estuve jodido mucho tiempo, sí, sí.
Era una pareja estable, y ella tenía un niño
. En ese momento de duelo no hay nada que te consuele. Me duró mucho tiempo.
Y cuando ya pensé que estaba curado me encontré con ella en un ascensor.
Fue horroroso.
Me di cuenta de que seguía fatal. Fue una recaída. No hablé con ella, pero me di cuenta de que no estaba curado".
Vivió un largo tiempo de duelo, hasta que una mañana se levantó y, voilá, el dolor desapareció:
“La segunda vez que me encontré con ella no sentí nada. Se me quedó una gran sonrisa.
Pensaba: ‘Estoy curado, no siento nada. Sí, sí, a tomar por culo. Estoy curado”.
Un nuevo sorbito al pacharán.
“No tomo muchas bebidas fuertes, pero consumo casi a diario vino y cerveza
. Son hábitos que no me voy a quitar.
No probar grasas ni alcohol ni dulce es como: ‘Mira tío, métete en un convento’. Sería una vida de asceta que no tengo intención de hacer. No, no es mi caso”.
A pesar de lo que puede reflejar esta reflexión, Eduardo se cuida. El santanderino exhibe 42 envidiables años, su famosa cabellera peinada con raya al lado luce frondosa, y no se vislumbran demasiados desperfectos físicos
. Alguna arruguilla, nada de sobrepeso, sonrisa seductora…
“Mi secreto de belleza es una dieta saludable, variada.
Ya lo he dicho, como grasas y bebo alcohol, pero procuro no abusar. Lo que sí que hago religiosamente es comer fruta en ayunas por la mañana.
Cuatro o cinco piezas. Las bato y me las bebo. Me levanto y el cuerpo me pide fruta.
De hecho, ahora se la doy a mi niña. En cuanto se levanta le hago fruta batida y le encanta”. En efecto, Eduardo ha estrenado recientemente paternidad.
Se casó hace cuatro años con Trinidad Oteros, que, sorpresa, no es actriz.
Tienen una niña de 20 meses que le hace evocar aquellos alocados deseos que tenía de ser un padre joven
. Con 25 ya pensaba en ello. “Y ahora me digo: ‘Menos mal que no lo fui’
. Porque esto me pilla con veintitantos y no sé si hubiese sido capaz.
Hay que tener mucha tranquilidad y calma para ser padre.
Es difícil de afrontar cuando tienes la efervescencia y la ambición de un chico joven. Es que el tiempo desaparece… El tipo de vida que llevabas hasta esa fecha desaparece.
Y es muy brusco”. Otro trago al pacharán.
A pesar de su aspecto de tipo que transmite elegancia, algunas veces incluso rayando un perfil de jugador de golf de abultada cuenta bancaria, Noriega tiene una expresión inquietante que saca a relucir con frecuencia.
Es la misma que vio Alejandro Amenábar para darle los papeles turbios de Tesis o Abre los ojos, y Montxo Armendáriz para Historias del Kronen.
“Cuando leí la novela [publicada por José Ángel Mañas en 1994] flipé: que si me levanto a las cinco de la tarde, que si me drogo, que si voy en dirección contraria por la carretera… ¡Pero esto qué es! Esto no son jóvenes, ¡son kamikazes enfermos!
Era mucho para mí, un chico de Santander de clase media”.
Cuando se instaló en Madrid, con veintipocos, tuvo su propio Kronen.
Al recordarlo, se lanza a contar una anécdota de cuando se coló, con nocturnidad e intenciones libidinosas, en un colegio interno de monjas para citarse con una chica.
La historia (con carreras por los pasillos, subidas al tejado, reprimenda de las religiosas y alboroto de las adolescentes) es tan mítica que el otro día le paró una chica por la calle, que estudia ahora en ese colegio, y le preguntó si aquello era verdad.
Habla de su actualidad profesional: "Los miércoles no existen es una comedia muy divertida sobre las relaciones de pareja
. Tiene una parte de musical muy interesante. Son dos músicos [Esther Rodríguez y Alberto Matesanz] que aparecen en la pantalla, y nosotros vamos cantando, pero todo muy encajado en la trama.
Obviamente, no somos grandes cantantes, pero está tan integrado en el relato que no es importante. Salvo Inma Cuesta, claro, que canta muy bien”. Además, está rodando, junto a Marta Etura, La sonata del silencio, serie ambientada en la España de la posguerra.
Se emitirá en 2016 en TVE.
Para el final de la entrevista Noriega nos tiene preparada una sorpresa. Habla de Sam Shepard, quizá el dramaturgo estadounidense vivo más respetado. Shepard también es actor, con el que coincidió en la película Blackthorn (2011):
“Yo creo que ya se puede decir: hizo la vida imposible a todo el mundo.
Cada vez que hacíamos un esfuerzo y le demostrábamos nuestra amabilidad, era peor. Lo que estaba buscando a gritos era un conflicto
. Es un tipo intelectualmente interesante, pero amargado.
Como me dijeron que le gustaba Machado, le compré un libro con poemas suyos y la traducción al inglés. Lo miró con desdén y dijo: ‘Ya lo tengo’, y lo lanzó a una esquina.
Admiraba a Shepard como escritor, pero desde entonces ya no he leído nada suyo. No me interesa”. Lingotazo al pacharán.
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