. Incluso se puede decir que, desde la soleada California, aquel año ellos ya marcaron el paso, aunque mentes creativas torrenciales como las de Bob Dylan, los Beatles o los Rolling Stones gozasen de independencia.
En enero de 1965, esta banda, formada bajo el impulso que la Invasión Británica dejó en Norteamérica con su legión de grupos, entró a grabar a los estudios de Columbia, la discográfica de Dylan.
En las primeras sesiones, conocieron una demo de Mr. Tambourine Man que su autor, el propio Dylan, había grabado para Bringing It All Back Home, el álbum que vería la luz ese marzo.
Y todo cambió.
Aquellos chavales con alma folk, pero que miraban a Reino Unido incluso para llamarse con nombres similares a esos Beatles, Animals, Kinks, Zombies o Rolling Stones, tuvieron el arrojo de ser ellos mismos aún con un tema del mismísimo creador de Blowin’ in the wind.
El experimento sólo podía salir bien cuando la columna vertebral de The Byrds estaba compuesta por Jim McGuinn –más tarde conocido como Roger McGuinn-, Gene Clark, David Crosby y Chris Hillman.
Una reunión de talento que nada tenía que envidiar a la de los Beatles o los Stones, aunque en la grabación original de la canción no estuviesen ni Clark ni Crosby y McGuinn contase con músicos de sesión de Los Angeles, sobresalientes en todo caso al ser la semilla germinal de The Wrecking Crew.
Con esa resonancia tinteante de la Rickenbancker de 12 cuerdas de McGuinn, cantante principal, y esa compleja armonía instrumental y vocal sustentada por Clark y Crosby, The Byrds marcarían un nuevo sonido con Mr. Tambourine Man, el álbum con el que se dieron a conocer al mundo en 1965 y que abría con la canción que le daba título.
Combinaban las líneas melódicas más brillantes de los Beatles con el candor de las composiciones originales de Dylan, del que también versionaron Chimes of Freedom, All I Really Want to Do y Spanish Harlem Incident.
Conscientemente, unían el rock y el folk, como así las orillas del Atlántico, pero su mayor virtud todavía era otra: hacían relucir las canciones, como si fuesen olas marinas bañadas por el sol.
Esa luz inexplicable pero asombrosamente seductora flotaba en todo el disco.
Se apreciaba indistintamente en temas más pop como Don't Doubt Yourself, Babe de Jackie Shannon o más folk como The Bells of Rhymney de Pete Seeger.
La propia cosecha del grupo, que tenía en Gene Clark a un gran compositor al que perdieron pronto, mostraba un poderoso beat, propio de la British Invasion, con ese aire angelical marca Byrds. Here Without You, You Won't Have to Cry y, sobre todo, la mayúscula I'll Feel a Whole Lot Better confirmaban que la banda tenía un fabuloso lenguaje propio.
Mr. Tambourine Man fue uno de los debuts más importantes de toda la historia del pop y el rock
. Su impacto fue instantáneo
. Cuando Dylan escuchó la versión de Mr. Tambourine Man en voz de aquellos chicos californianos, exclamó: “¡Guao, tío, hasta se puede bailar!”. Para cuando el disco salió a la venta en junio, Dylan grababa Like a Rolling Stone y daba forma a Highway 61 Revisited.
Meses después, todavía en 1965
, The Byrds engrandecerían su impacto con la publicación de Turn! Turn! Turn! Los Beatles o los Beach Boys tomarían también nota de aquellos recién llegados. Todo iba muy deprisa en aquella época.
Se llamaban The Byrds, habían comenzado su revolución dentro de la revolución, se terminarían haciendo gigantescos y sonaban radiantes.
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