El empresario gallego navega en su yate de tres cubiertas por el Mediterráneo.
Estos días, Amancio Ortega
sí está haciendo las vacaciones que más o menos le corresponden al
hombre que recientemente se ha encaramado al puesto de segunda persona
más adinerada del mundo, después de Bill Gates.
Está a bordo de su lujoso yate de tres cubiertas, navegando por el Mediterráneo o atracado en la Costa Azul o en Liguria, en Mónaco o en Portofino
. O quizá hayan arriado del barco las motos náuticas y esté dando una vuelta con sus amigos por la costa turca.
Pero lo habitual es que las vacaciones de Ortega sean más bien las propias de un empresario asentado.
De hecho, su barco pequeño, el Valoria, tiene base permanente en Sanxenxo, y no conoce más aguas que las de la ría de Pontevedra.
Claro que ahora, por lo menos, el hombre al que a finales de la pasada semana se le calculaba una fortuna de 63.700 millones de euros, tiene vacaciones.
Ya no son los viejos buenos tiempos en los que los empleados de Inditex, en cuanto Ortega se iba, apostaban cuantos días aguantaría fuera del trabajo.
Como mucho, solía volver en una semana.
Ahora sigue siendo “el jefe”, “el viejo”, pero no el presidente, y los días de diario ya no ficha con los demás: aparece por sede acristalada de Arteixo sobre las 11.
Ha hecho caso a su mujer, Flora Marcote, y se toma la vida con más calma.
Desde que, hace unos diez años, el fundador de Inditex descubrió que no pasaba nada si se tomaba más de dos semanas libres, la mayor parte del tiempo de ocio lo pasa a bordo del Valoria (bautizado así por el pueblo palentino donde nació su madre), un yate de 100 pies atracado permanentemente en Sanxenxo.
No es precisamente una chalana, pero en el puerto deportivo de lo que la prosopopeya turística llama “la Marbella gallega” no destaca especialmente por grande o lujoso
. De hecho, un constructor local tenía uno igual. Allí los Ortega Marcote hacen vida de veraneantes. “Ella está mucho más
. Cuando la niña, Marta Ortega, era pequeña adquiría aquí los libros. Ahora viene a comprar revistas y algunos libros
. El día del Pilar pasado los vi a los dos”, dice Xaime Corral, de la Librería Nós.
El Valoria prácticamente solo sala a navegar por la ría de Aldán, una pequeña bahía en la costa opuesta, en la bocana de la ría de Pontevedra.
Allí, antes solían comer en el bar que hay a pie de muelle, pero ahora, como la imagen de Ortega es más conocida, suele acercarse una zódiac a aprovisionarse.
Cuando sopla sur, el Valoria acostumbra a fondear al abrigo de la isla de Tambo, en el interior de la ría pontevedresa. Las veladas a bordo no es que sean aquelarres de negocios.
“Todo el que va [el yate tiene capacidad para alojar cómodamente a unas ocho personas] acaba jugando al rummikub, un juego de mesa en el que hay que conformar series y escaleras con fichas numeradas de colores o con cartas.
Flora es una apasionada, y las partidas duran hasta las tres de la mañana.
Amancio no juega, mira una película o un partido de fútbol y de vez en cuando se interesa por cómo le va a su mujer”, señala el periodista Xabier Blanco, autor de los libros De cero a Zara y Rosalía Mera, el hilo suelto, sobre los entresijos de Inditex
. No todo es barco. Para no ir y venir a su casa de A Coruña, en la parte de la Ciudad Vieja que da al mar, o a su Pazo de Drozo, en Anceis, en las afueras de la ciudad, el matrimonio tiene una casa en A Toxa, la isla que fue balneario y casino famoso, a pocos kilómetros del punto de amarre del Valoria.
Más lejos queda el amarre del otro barco, de nombre, aspecto y precio incógnitos, aunque en el imaginario coruñés lo equiparan al del multimillonario ruso Roman Abramovich y estiman que costó alrededor de cien millones de euros
. Con amarre permanente en la Costa Azul, Ortega lo dedica a navegar ocho o diez días, un par de veces al año
. Con sus amigos de siempre —sin familias—, los mismos con los que desayuna a diario en el Club Financiero (aunque sus amigos no lo son).
Con ese mismo grupo, que en lo sustancial no ha aumentado (debe ser difícil distinguir los amigos de los aduladores cuando tus cuentas oscilan millones arriba o abajo, dependiendo de cómo vaya a diario la Bolsa), hace siete años recorrió varios tramos del Camino de Santiago.
Pero la mayoría de los viajes del fundador de Inditex suelen ser para acompañar a su hija Marta en sus desplazamientos a concursos y acontecimientos hípicos
. Ortega en general es partidario de la teoría de que como en casa —o en casas—, en ningún sitio. El pasado 15 de agosto, con A Coruña y toda Galicia en fiestas, el matrimonio degustaba el fresco nocturno paseando al perro delante de casa.
“No tienes por qué hacer tú las camas”, le reprendía él. “Es que me gusta, Amancio”, respondió ella. Es difícil de imaginar a Bill y Melinda Gates manteniendo una conversación parecida.
Y no digamos a Abramovich.
Está a bordo de su lujoso yate de tres cubiertas, navegando por el Mediterráneo o atracado en la Costa Azul o en Liguria, en Mónaco o en Portofino
. O quizá hayan arriado del barco las motos náuticas y esté dando una vuelta con sus amigos por la costa turca.
Pero lo habitual es que las vacaciones de Ortega sean más bien las propias de un empresario asentado.
De hecho, su barco pequeño, el Valoria, tiene base permanente en Sanxenxo, y no conoce más aguas que las de la ría de Pontevedra.
Claro que ahora, por lo menos, el hombre al que a finales de la pasada semana se le calculaba una fortuna de 63.700 millones de euros, tiene vacaciones.
Ya no son los viejos buenos tiempos en los que los empleados de Inditex, en cuanto Ortega se iba, apostaban cuantos días aguantaría fuera del trabajo.
Como mucho, solía volver en una semana.
Ahora sigue siendo “el jefe”, “el viejo”, pero no el presidente, y los días de diario ya no ficha con los demás: aparece por sede acristalada de Arteixo sobre las 11.
Ha hecho caso a su mujer, Flora Marcote, y se toma la vida con más calma.
Desde que, hace unos diez años, el fundador de Inditex descubrió que no pasaba nada si se tomaba más de dos semanas libres, la mayor parte del tiempo de ocio lo pasa a bordo del Valoria (bautizado así por el pueblo palentino donde nació su madre), un yate de 100 pies atracado permanentemente en Sanxenxo.
No es precisamente una chalana, pero en el puerto deportivo de lo que la prosopopeya turística llama “la Marbella gallega” no destaca especialmente por grande o lujoso
. De hecho, un constructor local tenía uno igual. Allí los Ortega Marcote hacen vida de veraneantes. “Ella está mucho más
. Cuando la niña, Marta Ortega, era pequeña adquiría aquí los libros. Ahora viene a comprar revistas y algunos libros
. El día del Pilar pasado los vi a los dos”, dice Xaime Corral, de la Librería Nós.
El Valoria prácticamente solo sala a navegar por la ría de Aldán, una pequeña bahía en la costa opuesta, en la bocana de la ría de Pontevedra.
Allí, antes solían comer en el bar que hay a pie de muelle, pero ahora, como la imagen de Ortega es más conocida, suele acercarse una zódiac a aprovisionarse.
Cuando sopla sur, el Valoria acostumbra a fondear al abrigo de la isla de Tambo, en el interior de la ría pontevedresa. Las veladas a bordo no es que sean aquelarres de negocios.
“Todo el que va [el yate tiene capacidad para alojar cómodamente a unas ocho personas] acaba jugando al rummikub, un juego de mesa en el que hay que conformar series y escaleras con fichas numeradas de colores o con cartas.
Flora es una apasionada, y las partidas duran hasta las tres de la mañana.
Amancio no juega, mira una película o un partido de fútbol y de vez en cuando se interesa por cómo le va a su mujer”, señala el periodista Xabier Blanco, autor de los libros De cero a Zara y Rosalía Mera, el hilo suelto, sobre los entresijos de Inditex
. No todo es barco. Para no ir y venir a su casa de A Coruña, en la parte de la Ciudad Vieja que da al mar, o a su Pazo de Drozo, en Anceis, en las afueras de la ciudad, el matrimonio tiene una casa en A Toxa, la isla que fue balneario y casino famoso, a pocos kilómetros del punto de amarre del Valoria.
Más lejos queda el amarre del otro barco, de nombre, aspecto y precio incógnitos, aunque en el imaginario coruñés lo equiparan al del multimillonario ruso Roman Abramovich y estiman que costó alrededor de cien millones de euros
. Con amarre permanente en la Costa Azul, Ortega lo dedica a navegar ocho o diez días, un par de veces al año
. Con sus amigos de siempre —sin familias—, los mismos con los que desayuna a diario en el Club Financiero (aunque sus amigos no lo son).
Con ese mismo grupo, que en lo sustancial no ha aumentado (debe ser difícil distinguir los amigos de los aduladores cuando tus cuentas oscilan millones arriba o abajo, dependiendo de cómo vaya a diario la Bolsa), hace siete años recorrió varios tramos del Camino de Santiago.
Pero la mayoría de los viajes del fundador de Inditex suelen ser para acompañar a su hija Marta en sus desplazamientos a concursos y acontecimientos hípicos
. Ortega en general es partidario de la teoría de que como en casa —o en casas—, en ningún sitio. El pasado 15 de agosto, con A Coruña y toda Galicia en fiestas, el matrimonio degustaba el fresco nocturno paseando al perro delante de casa.
“No tienes por qué hacer tú las camas”, le reprendía él. “Es que me gusta, Amancio”, respondió ella. Es difícil de imaginar a Bill y Melinda Gates manteniendo una conversación parecida.
Y no digamos a Abramovich.
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