Volcanes, ríos de lava solidificada, bosques húmedos de laurisilva, típicos caseríos y paisajes submarinos en la sorprendente isla canaria.
"El Hierro, si le gusta la tranquilidad". Es la frase
que más escuchará de quienes conocen esta isla canaria.
Ni siquiera los
casi 22.000 seísmos registrados desde julio de 2011 le llevan la
contraria, por asombroso que parezca.
Gracias a su riqueza geológica, la
belleza de sus paisajes y programas medioambientales, ha sido designada
geoparque por la Unesco,
lo que la convierte en el primer territorio insular en España en
obtener este reconocimiento.
El visitante se admirará al pasar por
cientos de volcanes, ríos de lava solidificada, bosques húmedos de
laurisilva, típicos caseríos y sorprendentes paisajes submarinos.
Viajar a El Hierro es viajar al pasado y al futuro.
La
amabilidad de sus habitantes, la escasa demografía (es la menos poblada
del archipiélago canario) y el silencio reinante le transportarán a un
tiempo que ya sólo conocemos por relatos de los abuelos.
Museos y lagartos
El Ecomuseo de Guinea,
en Frontera, es un buen comienzo para observar las condiciones
socio-económicas en las que vivían los habitantes de la isla.
En la
parte inferior de este antiguo caserío accederá a los juaclos (tubos
volcánicos) donde se refugiaban los bimbaches, primeros pobladores de
origen amazigh de este territorio insular.
Sobre los juaclos se erigen
viviendas de arquitectura tradicional que testimonian la evolución de
las formas de vida de la población herreña por la influencia del
exterior.
A pocos metros, el Lagartario,
con terrarios y laboratorios, en los que conocerá la labor de los
científicos que trabajan en la cría y reproducción de esta subespecie
del lagarto gigante de El Hierro.
Si tuvo suerte con la reserva (sólo tiene cuatro
habitaciones), dormirá bajo el arrullo de las olas en el que durante
muchos años fue el hotel más pequeño del mundo según el Libro Guinness
de los Récord: el Hotel Puntagrande.
Construido sobre un antiguo embarcadero y decorado por el artista César Manrique,
sobrecoge además por su entorno: el océano Atlántico, cuya espontánea
bravura golpea y acaricia a un tiempo lo que quedó en pie de un gran
deslizamiento gravitacional, ocurrido hace millones de años, que se
llevó al fondo del mar buena parte de la isla.
Todo parece relativo si
este paisaje se disfruta en compañía de una ración de lapas y una
cerveza.
Hubo más deslizamientos de ingentes cantidades de terreno insular. Los miradores de El Julan, Las Playas, Jinama y Las Peñas, (este último con un buen restaurante diseñado también por César Manrique), son buenos lugares para comprender esta morfología de El Hierro.
Seguimos en Frontera, y es hora de darse un buen baño.
La Maceta es el paraje preferido por los lugareños.
Una gran charca, de
medidas casi olímpicas, hábilmente acondicionada para domesticar los
embates de las olas y adecuarlas para niños y mayores, le dará la
bienvenida.
En las rocas cercanas se han instalado duchas de agua dulce,
fogones y mesas donde comer y descansar del sol isleño.
Si prefiere un menú más elaborado, a pocos minutos está el restaurante Don Din 2.
Con Pucho Padrón al frente de los fogones, su gazpacho de melón y menta
con toques ibéricos, sus menús de degustación de tapas le dejarán el
cuerpo lleno de buenas sensaciones.
El Valle del Golfo, cerca de Frontera, acaba con el caserío de Sabinosa
.
Aquí podrá adquirir el artesanal vino de Veta, exquisito caldo de
potente graduación que es mejor guardar para cuando acabemos de
conducir
. A los pies del pueblo, el Hotel Balneario Pozo de la Salud ofrece piscina al aire libre, circuito de agua con baño turco, jacuzzi, hidromasaje, sauna, masajes, así como tratamientos de estética y adelgazantes con algas y antiestrés.
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