Hay noticias que deberían ser, directamente, de Estado. Este lunes, la revista Hola decidía adelantar su publicación para confirmar lo que todo el mundo ya esperaba: Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa salen juntos.
¡Pero bueno! ¡Menudo escándalo! La ‘reina de corazones’ ha decidido
culminar -por el momento- su ‘impecable’ carrera amorosa con un premio
Nobel. Y nosotros que pensábamos que su trono estaba ya en alquiler...
Qué ilusos.
'Pero, ¿qué hace Vargas Llosa en un
evento de Porcelanosa?', se preguntaban, extrañados, los habituales de
la crónica social. El escritor aparecía en una celebración de la marca
de azulejos acompañado del príncipe Carlos de Inglaterra, Irina Shayk, el modelo Andrés Velencoso, el torero Finito de Córdoba, su mujer Arantxa del Sol y el actor Jeremy Irons.
Una mezcla incomprensible -muy marca de la casa, por otro lado- que
buscaban reunir un buen número de celebrities alrededor de la reina del
evento: Isabel Preysler.Ahora, claro, todo cobra una especial relevancia. Vargas Llosa ejerció de caballero acompañante, discreto y alejado del posado conjunto, pero acompañante al fin y al cabo. Un papel al que nada debe estar acostumbrado el Premio Nobel.
Cuenta la leyenda -porque esto ya ha pasado a formar parte de la historia de España- que la socialité y el escritor coincidieron, casualmente, tras un tiempo sin frecuentarse y entre ellos surgió una nueva complicidad, motivada por sus recientes circunstancias personales. Ella recuperándose de la pérdida de su anterior marido y él sobrellevando la separación, todavía caliente, de su última mujer. No nos digan que no es todo digno de cuento de hadas. Que los rumores sobre un posible romance llevasen veinte años sonando es lo de menos. Que la mujer del escritor no tuviese muy claro, según cuenta ella misma, si su matrimonio estaba roto es lo de menos. Que ambos matrimonios hubiesen sido amigos durante dos décadas también es lo de menos. El amor surge cuando uno menos se lo espera y no hay nadie que pueda frenar la pasión desmedida.
Absurdo es, a estas alturas de siglo, debatirse sobre si una relación con Isabel Preysler puede arruinar la carrera de un premio Nobel. Tan absurdo que ya nos lo planteamos cuando saltó a la luz su romance con el exministro Miguel Boyer hace más de veinte años y vimos que no pasó absolutamente nada. Isabel, todavía casada con el marqués de Griñón, comenzó a verse con el político lejos de las cámaras y de su propio marido, que salió al paso de los rumores alegando que eran las envidias las que hacían que Isabel estuviese en boca de todos. Nada más lejos. A los pocos meses, separación y nueva relación. El mundo se llevaba las manos a la cabeza -¡un político intelectual y una mujer frívola!- y ahí quedaba todo. Ahora, dos décadas después, volvemos a las andadas...
La vida sentimental de Isabel Preysler, pese a la convicción social de femme fatale, de 'viuda negra', ha sido más aburrida que la de cualquier mortal.
Sí, ha encadenado tres matrimonios y puede que caiga un cuarto, pero ni amantes conocidos, ni escándalos, ni nada.
Sus propias hijas han tenido más vaivenes sentimentales en mucho menos tiempo. Isabel ha sabido construir a la perfección un personaje misterioso, siempre correcto en público, que ha dosificado como nadie sus declaraciones y sus apariciones y que guarda en la manga -o eso quiere hacernos creer- secretos que nadie imaginaría.
Un enigma que ha conquistado a algunos de los hombres más relevantes del país, sin errores aparentes, sin malas decisiones -sentimentales- y siempre in crescendo.
Así cualquiera se planta en portada de una revista, sabiendo que ningún ex con malas ideas acabará arruinando la exclusiva.
Isabel maneja los hilos a su antojo
. En tres semanas ha conseguido que revolucionar el panorama social y cultural de varios países, ha ocupado tres portadas consecutivas de la revista del corazón más exclusiva, ha generado editoriales en periódicos y ha vuelto a dar un golpe en la mesa tras muchos meses alejada de las cámaras por la enfermedad y fallecimiento de Miguel Boyer. Preysler sabe como nadie controlar los tiempos y ya se encargan los demás de velar por su integridad moral -antes de que saber si quiera si existía una relación, Hola ya se encargó de recoger que el escritor estaba separado, para que nadie pudiese pensar mal-.
Aquí lo llamativo no es que un premio Nobel comience una relación con una mujer popular.
Lo extraño es que se preste a este juego de exclusivas nada propio de lo que tenemos en mente para un escritor.
Como si escribir novelas implicase una ética superior a la de los demás...
Se avecinan tiempos confusos para Vargas Llosa, aunque no necesariamente malos.
¿Acaso su vida sentimental anterior a la era Preysler no ha estado plagada de escándalos? Al lado de Isabel tendrá portadas de revistas, sí, posados junto a las hijas de la socialité y eventos solidarios -y no tan solidarios- a los que acudir, pero echando la vista atrás, se aburrirá como una ostra.
El Premio Nobel terminará viendo como su flamante novia brilla ante las cámaras mientras le aguanta el bolso en un discreto segundo plano.
De ese hastío puede surgir su nueva novela. ¿Una mente dispersa no es la mejor forma para volver a inspirarse? Mario, tu musa te espera. ¡Levántate y crea!
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