Un Blues

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26 jun 2015

Hallado un libro inédito de Pío Baroja sobre la Guerra Civil.................................... Winston Manrique Sabogal

'Los caprichos de la suerte' cierra la trilogía del autor sobre el conflicto

El manuscrito fue encontrado en Itzea, la casa familiar de los Baroja en Bera (Navarra).

Pío Baroja (centro) posa durante una reunión con familiares y amigos en su casa 'Itzea', en Vera, en 1955. / EFE
Con un hombre que viaja a pie de Madrid a Valencia mientras comprueba los jirones de vida que ha dejado la Guerra Civil en España empieza la novela inédita de Pío Baroja, Los caprichos de la suerte. Con esta obra el escritor vasco cerraba la trilogía de la Guerra Civil española, Las Saturnales, iniciada con El cantor vagabundo y Miserias de la guerra, publicada en 2006.
Es el último hallazgo barojiano, encontrado en su casa Itzea, en Bera (Navarra), y que confirma tres elementos del escritor: su obsesión por el conflicto español y las teorías sobre sus causas, la presencia de un amor frustrado, habitual en su narrativa, y su estilo directo y claro.
Un hallazgo que aparece unos 65 años después de haber sido escrito y que será publicado en noviembre por Espasa.
El libro tendrá dos presentaciones: la primera es la novela como tal con un prólogo posicional y la segunda en la colección Austral, en edición no crítica pero sí filológica y con un prólogo de José-Carlos Mainer sobre Baroja y la Guerra Civil. Mainer es el encargado de esta edición y de las Obras completas de Baroja publicadas en Galaxia Gutenberg.

Los caprichos de la suerte confirman y amplían, según Mainer, “la visión absolutamente negativa de la Guerra Civil. Baroja consideraba que fue una absoluta barbaridad y que la culpa la tuvo en buena medida la democratización de la política, y la politización de la sociedad española, incluso la República, donde la gran víctima fue la burguesía”.
Es parte de la mirada de Juan de Oyarzun, aquel hombre que atraviesa España a pie, a través del cual se vislumbra la vida Pío Baroja.
Su gusto por las caminatas, aquí una muy larga y dolorosa, y la observación de los paisajes y sus descripciones impresionistas mezcladas de reflexiones.
 Hasta llegar a su obsesión: la Guerra Civil.
 A medida que la novela avanza los tintes autobiográficos también. De Madrid a Valencia, de Valencia a París, y luego a América, un viaje que siempre tuvo en mente Baroja.
“No hemos descubierto El árbol de la ciencia, ni es una de sus grandes obras, pero sí tiene un enorme interés para completar su trilogía de la Guerra y sus reflexiones sobre la misma”, asegura Mainer.
Como el mismo De Oyarzun caminante y nómada, su historia tiene tres estaciones, cuenta Mainer: nace y procede de Los caprichos del destino, una novela corta de comienzos de los años cuarenta, se detiene y se hace grande en este hallazgo titulado Los caprichos de la suerte, y de allí unos de sus pasajes desemboca en El hotel del cisne.
La novela, escrita entre 1948 y no más de 1952, seguramente fue creada en Madrid, pero apareció en Itzea, en aquel caserón de tres plantas rodeado de árboles, que Pío Baroja compró en 1912, a las afueras de Bera de Bidasoa cerca del arroyo de Xantelerreka, en Navarra.
Allí en las carpetas organizadas por la familia aguardaba esta historia de la cual algo avanzaba Miguel Sánchez-Ostiz en 2006 en el prólogo de Miserias de la Guerra:
“No hay, que yo sepa, versión final, sino tres paquetes de cuartillas mecanografiadas, cosidas con liza, pero perfectamente publicables porque apenas tienen (o necesitan) correcciones”.
Se trataba, dice el crítico Javier Goñi, “de una novela bien conocida, aunque inédita, situada en el Madrid de 1936 y que Baroja quiso publicar a principios de los años cincuenta y que la censura franquista impidió.
Y así se truncó la trilogía”.
Hasta ahora. Cuando en otoño aparezca Los caprichos de la suerte y se complete el proyecto literario y de pensamiento de Baroja.
 Si las dos primeras partes están en el marco de la Guerra Civil, la tercera se sitúa a comienzos de la posguerra y vísperas de las II Guerra Mundial.
El original son unos folios manuscritos por Baroja que luego él daba para que alguien lo mecanografiara, muchas veces José García Mercadal, recuerda José-Carlos Mainer.
Y no eran cuartillas comunes.
A Pío Baroja le gustaba que fueran escritas de manera apaisada con lo cual cada línea era más larga y se avanzaba más rápidamente porque se giraba menos el rodillo de la máquina.
 Son poco más de 200 hojas con muchas anotaciones, apuntes y demás añadidos en cuya labor de desciframiento ha ayudado Ernesto Villamonte. “Ha dado luz y aclarado varios aspectos de la novela”, según Mainer.
“Baroja se pasó la posguerra escribiendo sobre la Guerra Civil y ahora se completa su mirada y panorama”, afirma Mainer.
 Para el catedrático, escritor y crítico, las tres novelas están interconectadas más allá del tema central.

 

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