La actriz se afianza como una de las grandes promesas de Hollywood.
Especialmente radiante en la ceremonia de los premios Oscar con un diseño en negro de Óscar de la Renta, el desfile de Sienna Miller por la alfombra roja confirmaba su estatus de joven promesa en Hollywood
. Su participación en dos de los filmes objeto de nominaciones, El Francotirador y Foxcatcher, junto su reciente debut sobre las tablas de Broadway han dado alas a la carrera de una actriz hasta ahora conocida sobre todo como la exnovia de Jude Law.
A pesar de tener a sus espaldas una considerable nómina de trabajos en el cine, al fin parece haberse sacudido ese lastre para empezar a ser tomada en serio.
Miller, de 33 años, acaba de tomar el relevo de la cotizada Emma Stone en la nueva producción neoyorkina del musical Cabaret.
La actriz británico-americana, en otros tiempos una londinense de pro que no se perdía un festejo de la escena social, lleva ahora una vida más hogareña al otro lado del Atlántico, donde se ha instalado con su familia para afianzar sus ambiciones profesionales.
“Es innegable que tenía una reputación de ser alguien un poco salvaje.
Pero no con nadie con el que haya trabajado. Nunca llegué tarde al trabajo, y cuando estaba en el set era muy profesional... Por un tiempo la percepción que tenía el público de mí fue algo difícil de superar porque tenían una idea preconcebida muy fuerte sobre quién era”, reflexionaba la actriz en un reciente amplio reportaje en el Vogue americano.
Especialmente su rol de abnegada esposa en el El Francotirador de Clint Eastwood ha propulsado su nombre y también la ha llevado a la portada en Vanity Fair junto a lo más selecto de la joven generación de promesas del cine.
En Vogue, la intérprete posa con su hija Marlowe (2 años), fruto de su relación con el actor inglés Tom Sturridge. La pareja, que se prodiga muy poco, ha conseguido mantener un perfil bajo en términos mediáticos, probablemente porque la estabilidad no vende tanto en los tabloides como los años de turbulenta relación con Jude Law, que convirtieron a ambos en objeto de los pinchazos telefónicos del extinto dominical británico News of the World
. A lo largo de la última década, el noviazgo con Law, la crisis al conocerse públicamente la infidelidad de él, los amagos de reconciliación y, finalmente, la ruptura definitiva han empañado la proyección de Miller como actriz. Desde su estreno en el cine con el remake de la película Alfie, ni siquiera sus elogiados papeles en cintas como Layer Cake o Factory Girl, donde interpretó a la musa de Andy Warhol, lograron que la asociación con el nombre de Jude Law pasara a un segundo plano.
Es cierto que tampoco sus elecciones en el cine han sido especialmente afortunadas, decantándose por pequeños papeles en megaproducciones comerciales (Stardust, G.I.Joe: The Rise of Cobra) que poco aportaron a su currículo interpretativo, y por algún filme indie que pasó sin pena ni gloria. Pero su rostro empezó a proliferar en Hollywood, de eso se trataba, y la actriz empieza ahora a recoger sus frutos.
Cuando Miller era una principiante consiguió recabar estupendas críticas en su estreno en el West End londinense con una comedia de Shakespeare (Cómo Gustéis).
Pero los titulares de entonces no hablaron tanto de su actuación como del affaire de su novio con la niñera que se conocía al tiempo.
Las trocas han cambiado. Su nombre figura en el reparto de la película más taquillera de la temporada (El Francotirador lleva recaudados más de 273 millones de euros) y Broadway la ha recibido por la puerta grande. Sienna Miller ha dejado de ser, finalmente, la eterna exnovia de Jude Law.
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