La hora final
Estremecedora producción y tremendo alegato contra la inutilidad de la
guerra y la estupidez de los hombres que solo hacen uso de ella, en
perjuicio del resto de la humanidad para resolver sus insignificantes
diferencias.
La película es un bien resuelto drama llevado por un Stanley Kramer en
plena forma, para hacer producciones cinematográficas de gran calidad
artística y comercial contando con un elenco de actores que ya estaban
consagrados dentro del star system de Hollywood.
Basada en la novela "On the Beach" escrita por Nevil Shute en plena
época de La Guerra Fría, la película posee la virtud de advertir sobre
el peligro que supone el uso intencionado o accidental de las armas de
destrucción masiva, y que por desgracia sigue siendo un tema de plena
actualidad mientras exista la posesión de tales armas por parte de
países beligerantes que se atribuyen el derecho de hacerse con el
control, con la excusa de otorgarnos una supuesta seguridad que ni ellos
mismos nos pueden dar frente a otros.
Una gran historia lleno de momentos inolvidables con un estupendo
Gregory Peck y una maravillosa Ava Gardner que posteriormente también
tuvo su remake en formato televisivo en el año 2000 en una producción
dirigida por Russell Mulcahy.
Interesante reflexión la que nos ofrece Stanley Kramer sobre el fin de
la humanidad a mano de la misma humanidad. El hombre que pone fin al
propio hombre mediante la guerra nuclear. El último sitio en llegar la
radioactividad es Australia. Allí se concentran los últimos
supervivientes de la humanidad. Allí intenta vivir una vida normal, con
la esperanza de que no les llegará la radioactividad.
La película es toda una reflexión sobre el desastre que podría hacer el
hombre con tan solo “apretar un botón”. La película se muestra bastante
neutral a la hora de culpar a ninguna nación en concreto. Se habla de
una supuesta tercera guerra mundial, pero nunca se llega a explicar el
por qué ni el cómo ni los principales implicados. El gran responsable es
el hombre mismo; la inteligencia del hombre le llevó a construir un
arma mortífera que traería la destrucción del mundo.
Es una película llena de escenas maravillosas. Se compaginan la ternura
de una pareja con su hija, con escenas de máxima angustia como la del
marine que decide “auto suicidarse” quedándose en la asolada ciudad de
San Francisco contaminada por la radioactividad.
Maravillosa la interpretación de Fred Astaire como el alcohólico
científico. También la interpretación de Gregory Peck y Ava Gardner que
casi le roban protagonismo a la propia historia. Y discreta la
interpretación de Anthony Perkins.
Son soberbias las últimas escenas de la desolada Australia, como también
las de la soledad de San Francisco, con sus empinadas calles
solitarias... Y ante esa hora final de la humanidad, queda una pregunta
volando en esa soledad de las grandes ciudades del mundo:
¿Quién fue el “ganador” de esta guerra? ¿Para que quiere ahora la
“victoria”? ¿De qué le sirvió la guerra?
Es un filme apocalíptico pero encarado más como un sentido drama que
como una convencional cinta de acción con supervivencia. Ésa es la
característica distintiva de esta película, que nos muestra mucho el
aspecto psicológico y anímico de los personajes que esperan día a día
que el mundo se acabe por completo debido a la contaminación nuclear.
El pánico nuclear de la guerra fría estuvo sobredimensionado. Así de
claro. Probablemente el mundo nunca estuvo más seguro que con la
política de bloques, la bipolaridad y la disuasión nuclear de las
superpotencias. Hoy ya no es así, y la situación de peligro es mayor que
antes, aunque en cualquier caso no existe, repito, no existe, ninguna
posibilidad de guerra nuclear total, sí de bombas sucias radioactivas
por parte de algún grupo terrorista.
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