Llega a Venecia ‘Retorno a Ítaca’, la película que el francés Laurent Cantet ha rodado en Cuba con el escritor Leonardo Padura de coguionista.
Han pasado 16 años desde que Amadeo se fue de Cuba a España.
Dejó atrás a sus amigos, a su esposa y una incipiente carrera de escritor. No volvió ni cuando el cáncer devoró a su mujer.
Ahora sí, ahora ha retornado, tras un viaje interior que esconde a sus amigos, reunidos en una azotea en La Habana, el mismo sitio donde montaban sus fiestas de adolescentes, en la terraza en la que bebieron, bailaron y fantasearon con cambiar el mundo.
Hoy reciben al hijo pródigo, pero también es momento de echarse en cara todo lo que no se dijeron porque eran jóvenes o porque estaban ausentes.
Y de fondo, Cuba, su isla, su dictadura, los miedos y las privaciones que atenazan a sus habitantes. Retorno a Ítaca, estrenada en el Festival de Venecia, demuestra que los Ulises de turno no tienen por qué ser felices cuando pisan de nuevo la tierra prometida.
Laurent Cantet, Palma de Oro en Cannes con La clase, ya había rodado en ese país uno de los episodios de Siete días en La Habana, y así conoció al escritor Leonardo Padura, convertido ahora en coguionista de su nueva película.
El francés era uno de los pocos que se salvaba de aquella apuesta mostrando un conocimiento asombroso del paisaje y del paisanaje cubano… o se había asesorado bien. En Retorno a Ítaca ocurre lo mismo.
Su arranque provoca cierto miedo, ante la posibilidad de devenir en otra película que pareciera teatro filmado.
Lo que vamos a ver va a ser una noche de amistad y añoranzas, de lingotazos de whisky y frijoles negros, de reproches, mentiras y confesiones, de una oscuridad emocional que puede que solo aclare el amanecer
. Cantet no se permite fruslerías visuales.
Sí, hay alguna escapada, aunque solo sea para mostrar otras terrazas, parecidos mundos, atmósferas similares.
Sin embargo el drama está en la charla entre esos cinco amigos –cuatro hombres y una mujer- que ven acercarse a pasos agigantados la tercera edad, que empiezan a hacer cuentas sobre sus decisiones vitales –esto suma, esto resta-, y que en resumen simbolizan a los habitantes de Cuba hoy en día, con un régimen político, aseguran en uno de los diálogos, que no sabe hacia dónde virar, con una cotidianeidad sepultada por el manto de la desesperanza.
Ellos querían crear arte y acabaron trapicheando.
Deseaban construir un mundo mejor y ahora ni siquiera su propia ciudad se tiene en pie.
Padura habla de la marca del miedo, pero ante todo de cinco personas
. Los actores –el más conocido, Jorge Perugorría, que aporta un detalle reseñado en los títulos de crédito: el cuadro del que se enorgullece uno de los personajes en realidad lo ha pintado él en la vida real; también está Isabel Santos- van creciendo con las palabras de Padura y Cantet (el cineasta ha aprendido castellano para esta experiencia).
Y al final queda el placer de ver cómo dos artistas como esta extraña pareja han sabido sacar partido de sus diferencias y de sus similitudes.
Es injusto que ‘Retorno a Ítaca’ haya tenido su estreno en una de las secciones menores de la Mostra, en Venice days.
Cosas de los agentes de ventas internacionales.
Dejó atrás a sus amigos, a su esposa y una incipiente carrera de escritor. No volvió ni cuando el cáncer devoró a su mujer.
Ahora sí, ahora ha retornado, tras un viaje interior que esconde a sus amigos, reunidos en una azotea en La Habana, el mismo sitio donde montaban sus fiestas de adolescentes, en la terraza en la que bebieron, bailaron y fantasearon con cambiar el mundo.
Hoy reciben al hijo pródigo, pero también es momento de echarse en cara todo lo que no se dijeron porque eran jóvenes o porque estaban ausentes.
Y de fondo, Cuba, su isla, su dictadura, los miedos y las privaciones que atenazan a sus habitantes. Retorno a Ítaca, estrenada en el Festival de Venecia, demuestra que los Ulises de turno no tienen por qué ser felices cuando pisan de nuevo la tierra prometida.
Laurent Cantet, Palma de Oro en Cannes con La clase, ya había rodado en ese país uno de los episodios de Siete días en La Habana, y así conoció al escritor Leonardo Padura, convertido ahora en coguionista de su nueva película.
El francés era uno de los pocos que se salvaba de aquella apuesta mostrando un conocimiento asombroso del paisaje y del paisanaje cubano… o se había asesorado bien. En Retorno a Ítaca ocurre lo mismo.
Su arranque provoca cierto miedo, ante la posibilidad de devenir en otra película que pareciera teatro filmado.
Lo que vamos a ver va a ser una noche de amistad y añoranzas, de lingotazos de whisky y frijoles negros, de reproches, mentiras y confesiones, de una oscuridad emocional que puede que solo aclare el amanecer
. Cantet no se permite fruslerías visuales.
Sí, hay alguna escapada, aunque solo sea para mostrar otras terrazas, parecidos mundos, atmósferas similares.
Sin embargo el drama está en la charla entre esos cinco amigos –cuatro hombres y una mujer- que ven acercarse a pasos agigantados la tercera edad, que empiezan a hacer cuentas sobre sus decisiones vitales –esto suma, esto resta-, y que en resumen simbolizan a los habitantes de Cuba hoy en día, con un régimen político, aseguran en uno de los diálogos, que no sabe hacia dónde virar, con una cotidianeidad sepultada por el manto de la desesperanza.
Ellos querían crear arte y acabaron trapicheando.
Deseaban construir un mundo mejor y ahora ni siquiera su propia ciudad se tiene en pie.
Padura habla de la marca del miedo, pero ante todo de cinco personas
. Los actores –el más conocido, Jorge Perugorría, que aporta un detalle reseñado en los títulos de crédito: el cuadro del que se enorgullece uno de los personajes en realidad lo ha pintado él en la vida real; también está Isabel Santos- van creciendo con las palabras de Padura y Cantet (el cineasta ha aprendido castellano para esta experiencia).
Y al final queda el placer de ver cómo dos artistas como esta extraña pareja han sabido sacar partido de sus diferencias y de sus similitudes.
Es injusto que ‘Retorno a Ítaca’ haya tenido su estreno en una de las secciones menores de la Mostra, en Venice days.
Cosas de los agentes de ventas internacionales.
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