“Cuando un cantante tiene 20 años, habla con su público por un deseo
de expresarse con esa urgencia que conlleva la energía de la juventud.
A
los 30 años lo hace por un deseo de puntualizar.
Y a partir de los 40
años por una mera necesidad de recuperar el aliento”.
Con estas palabras
el cantante y creador musical
Charles Aznavour resumía con humor la comunicación entre el intérprete y su público
. A sus 90 años, Aznavour sigue cantando —lo hará el
próximo 26 de junio en el Liceo de Barcelona—
y llenando los teatros y auditorios donde se presenta
. Como Elvis
Presley, Frank Sinatra, Bob Dylan o The Beatles, Charles Aznavour
ostenta el estatus de clásico de la música popular del siglo XX.
Nacido en el seno de una familia de origen armenio, artistas de
variedades emigrada a Francia despues del genocidio turco, Charles
Aznavour tuvo que luchar con un físico ingrato —cara triste, baja
estatura— que desagrada a los empresarios y una voz poco armoniosa para
las reglas oficiales de la estética vocal.
“Haría falta un siglo para
acostumbrarse a su voz” escribe un crítico
. Antes de su consagración
como intérprete, vivió una primera etapa como creador de canciones para
artistas como el actor americano
Eddie Constantine, estrellas como
Maurice Chevalier o
Patachou o la musa existencialista
Juliette Gréco, que canta
Je hais les dimanches, un tema escrito en colaboración con la compositora Florence Véran que ha rechazado
Edith Piaf
y que la joven cantante inconformista registra con éxito
. Más de uno le
reprocha el contenido de una composición que desprecia el único dia de
descanso de la clase obrera.
Junto con Edith Piaf, uno de sus ídolos —el otro es Charles Trenet—
Aznavour vive su tiempo de pasión y de aprendizaje del oficio del
espectáculo
. Forma dúo creativo con Gilbert Bécaud hasta que el éxito
los separa
. Cada uno a su manera llevará la canción-interprete a sus
particulares cimas.
Aznavour acaba haciendo de sus “obstáculos” —físico
poco agraciado, imagen de vulnerabilidad, eterno rostro de sufrimiento,
voz a punto de la extinción— sus armas escénicas y expresivas, que serán
finalmente reconocidas por el público. Como escribe el poeta Jean
Cocteau,
“antes de Aznavour, la desesperación era impopular”.
Estos mismos ingredientes expresivos tendrán su proyección en la
pantalla, donde el cantante realiza una carrera de actor solo comparable
en el espectáculo francés a la de Yves Montand. Aznavour rueda a las
órdenes de diferentes realizadores, alternando el cine de autor y el
cine comercial: Georges Franju (La
cabeza contra el muro) François Truffaut, (
Tirad sobre el pianista), Claude Chabrol (
Los fantasmas del Chapelier), Volker Schlondorff (
El tambor de hojalata), Atom Egoyan (
Ararat), etc.
Aznavour actuará el próximo 26 de junio en el Liceo de Barcelona
Autor o coautor de canciones que celebran el amor físico, como
Après l’amour —verá prohibida su difusión radiofónica—,
Il faut savoir,
Sa jeunesse, temas como
Les comediènes,
Et pourtant,
La Bohème,
La Mamma,
Hier encore,
Que c’est triste Venise,
Mourir d’aimer
le consagran como artista popular en todo el mundo.
El cantante se
balancea con éxito entre el creador más lírico y el compositor
industrial. Aznavour se adelanta a su época cantando a contracorriente
las confesiones de un homosexual y artista travesti en un cabaret en
Comme ils disent.
Aznavour tiene tiempo de vestir de largo la canción ye-ye y, en
colaboración con su cuñado Georges Garvarentz, les regala dos pequeñas
obras maestras
:
La plus belle pour aller danser (Sylvie Vartan) y
Retiens la nuit (Johnny Hallyday).
Intérpretes como Ray Charles, Bing Crosby, Mina, Scott Walker, Dusty
Springfield, Shirley Bassey, Ornella Vanoni, Elton John, Elvis Costello o
Marc Almond han buceado felizmente en su cancionero.
Entre nosotros,
dos nombres a destacar: Raphael, ya sea versionando
La mama o cantando a dúo
La bohème, y Salomé, ajustando cuentas con su lado más dramático en el tema
Morir de amor.
En un lugar destacado entre los intérpretes
aznavourianos,
la cantante y actriz Liza Minnelli, protagonista de una especie de
fraternidad franco-americana que ha dejado memorables encuentros
musicales entre los dos cantantes.
Artista de una impecable sobriedad en escena, Aznavour ha sabido
permanecer fiel esas señas de identidad que le valieron hace más de
sesenta años la complicidad del público.
La figura del cantante
romántico del siglo XX. Como Sinatra, al otro lado del Atlántico, el
intérprete que celebra las heridas del amor como parte indisoluble de la
felicidad. “Al lado de Aznavour, todos somos artistas amateurs”
sentenciará Jacques Brel.
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