Inolvidable como 'La Juani' de Bigas Luna, Verónica Echegui acepta el reto de transformarse en Francçoise Hardy.
. Lo ha hecho a petición de ICON, que ha elegido a la mítica cantante francesa como inspiración para esta sesión de fotos.
Y el parecido entre ellas a veces es tal que, cuando se topa uno con la actriz madrileña en el Passeig de Gràcia ataviada cual accidente pop de 1965, llama más la atención por lo extravagante de la escena que por estar cruzándose con la chica que hace más de un lustro fue escogida entre casi 3.000 aspirantes para protagonizar Yo soy la Juani, la cinta con la que Bigas Luna anticipó la eclosión del poder choni
. Lo que más le ha sorprendido a Echegui ha sido descubrir que, como le pasó al mundo con Crowded House, conocía más temas de la intérprete de Tous les garçons et les filles de los que pensaba. “Durante la sesión han puesto música suya para ambientarnos y he empezado a recordar las canciones.
No sabía que eran de ella, pero me sonaban. Luego he conectado: ¡mi madre! Ella estudió en un colegio francés y siempre ponía música francesa.
Como desde pequeña me ha frito la cabeza con sus músicas, sabía que existía, pero no registraba.
Es que siempre me metía con ella, su vena franchute”.
Aclarada la conexión entre ambas mujeres, Verónica toma asiento en un sillón tan incómodo como fotogénico de la terraza de una suite en el séptimo piso del barcelonés Hotel Mandarin y pregunta qué tipo de entrevista se le va a plantear.
Muerde una de esas galletas con aspecto de cemento armado que prometen dejarte el trasero con la misma textura. “Me siento muy ridícula”, confiesa tras recibir como respuesta el encargo de ser amable, simpática, osada e industriosa en lo que a producir titulares se refiere
. En fin, se le pide que no sea otra actriz más (debería resultarles más fácil y divertido a las actrices no hacer siempre de actriz entrevistada, después de todo se dedican a actuar), otra más que habla de lo que no sabe, o que no habla de nada en concreto, o que, simplemente, viene a contarnos una película que ya hemos visto.
Para el caso, podría ser la última de Daniel Sánchez Arévalo, La gran familia española, su primera incursión en la comedia después de tantos años de sufrimiento en la pantalla. Insistimos en el reclamo de titulares.
“Lo que pasa es que un día pienso una cosa y luego cambio de parecer. Me leo y pienso ‘qué horror’. Hay muchas preguntas en cuyas respuestas no he pensado mucho
. Es complicado, porque parece que hay que tener una idea clara al respecto de cualquier cosa, y no es que yo no quiera colaborar con la prensa, pero a veces una no opina nada sobre algo
. Puede resultar una situación un tanto extraña.
No quiero contestar, y lo digo sin acritud. Parece un detalle feo, pero es que no tengo nada que decir”. Esta es la mejor respuesta a una pregunta que no hemos formulado que jamás no hayan dado.
Infierno en Hollywood
Admite Verónica que la suya es una personalidad
muy asertiva, lo que puede conducirle, en ocasiones, a actos que, en un
universo como este, se entienden como declaraciones de guerra. Un
ejemplo podría ser la carga de profundidad que durante la entrega de los
Premios Gaudí le lanzó a Icíar Bollaín, con quien trabajó en Katmandú,
una de sentimientos y buenas intenciones. Aquel rodaje fue un infierno
para esta madrileña de 30 años.
Se puso enferma en Nepal y ya no se
recuperó hasta un mes después de su vuelta a Madrid. “Sufría unos
dolores de estómago que me moría, vomitando y haciéndomelo encima.
Gastroenteritis, infección de orina… todo el pack.
Ahí pensé
seriamente que debo aprender una técnica para dosificar energía.
Debes
descansar mucho y comer mucho”. Más allá de racionalizar el esfuerzo
físico que suponen para Echegui rodajes como este, El patio de mi cárcel (“perdí mucho peso y estaba grogui, me iba durmiendo por las esquinas, como una yonqui”) o La fría luz del día, cinta de acción con Sigourney Weaver y Bruce Willis que significó su primera incursión en el universo hollywoodiense
(“me echaba tres carreras seguidas y se me salía el corazón del
pecho”), lo que realmente necesitaba la actriz, y por extensión, su
entorno era una cinta en que el desgaste emocional fuera también menor. Y
ahí llegaron Sánchez Arévalo y su camarilla para darle una comedia.
“Mi
madre llevaba años diciéndome: ‘¿Por qué no haces alguna comedia, hija
mía? Me vas a matar. Estoy harta de verte sufriendo. ¿Quién eres? ¿Juana
de Arco?”.
Recordemos que ha sido presa yonqui, voluntaria con
conciencia social, ciega obsesionada con ser madre o víctima de un
accidente aéreo a medio grado de la hipotermia (así la veremos en la
próxima Kamikaze, de Álex Pina).
El cambio era necesario. “La
verdad es que hacer esta película me ha limpiado.
Al curro ya le doy
muchísimo.
Si me meto en un proyecto me implico, pero cuando acaba el
rodaje, me tomo unas cañas. Cargar el personaje no es sano.
Necesito más
comedia, porque debo acostumbrarme a disfrutar, me falta práctica”.
Cual pluma al viento
La actriz confiesa que no le gustan los planes a largo plazo.Por ejemplo, está aprendiendo inglés pero no sabe si se dejará llevar por la atracción que ejerce Hollywood.
“Si estás todo el tiempo pensando en el futuro, te angustias. Es complicado planear mucho más. ¿Qué quieres que te diga? ¿Que quiero salir en la próxima de Bayona y que le voy a pegar un telefonazo? ‘Oye, Jota, méteme en tu película, que es parte de mi plan…”.
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