Por CRISTINA RIVERA-GARZA
“La mayoría de los escritores serios no se acercan a las cosas que les ofrece la tecnología de su tiempo”, dijo William Burroughs, el autor de Naked Lunch y Junkie y Cities of Red Night,
entre otras tantas novelas memorables, que este 5 de febrero celebraría
el centenario de su nacimiento.
“Nunca he sido capaz de entender esa
clase de miedo”, concluía el autor en una entrevista que le concedió al Paris Review en 1965
. Las cosas, como es posible constatarlo a través de las frecuentes declaraciones airadas de esos escritores serios
que ven a la tecnología digital como el signo del fin de los tiempos,
no han cambiado mucho
. No se trata de estar a la moda y ni siquiera de
un imperativo por actualizarse a toda costa, sino de esa misma
curiosidad que llevó a Burroughs a inventar sistemas de corte y
yuxtaposición textual (por donde, decía, se derramaba el futuro), y a
incursionar en el cine, la música, y las artes visuales mucho antes de
que la idea del texto mutante se volviera el termómetro estético de
nuestra época. Si Gertrude Stein estuviera aquí enfrente, le diría que,
más que un escritor adelantado a su tiempo, Burroughs ha sido uno
verdaderamente de su tiempo. Apuesto a que Stein, quien alguna vez
escribió que la única verdadera responsabilidad de todo escritor es ser
un escritor capaz de enunciar su propia contemporaneidad, me daría la
razón.
No sé qué pensaría la experimentalista estadounidense del caso de
Benjamín Moreno, pero aquí van sus datos. Benjamin nació en Querétaro y
reside ahora, junto con la poeta Minerva Reynosa (con quien ha formado
el colectivo Benerva) y su hija Erdera (sí, Gerardo Deniz dixit) en el
noreste de Estados Unidos, donde termina un posgrado en escrituras
digitales. Benjamín, como la mayoría de su generación, inició publicando
en papel—de hecho, su novela Signos de la amnesia voluntaria,
apareció en el 2009, en Tierra Adentro. Pronto, sin embargo, su
curiosidad lo llevó a explorar otros canales de producción
. Luego de
pasar un rato aprendiendo Flash (eso cuenta la leyenda), Benjamín
produjo sus primeros conretoons—una serie de experimentos en los que la
materialidad de las palabras (una nube que literalmente asciende; un
salto que, en efecto, salta) tomaba a la pantalla por asalto
. Aunque su
contacto con la tecnología se ha vuelto cada vez más compleja (la última
vez que participó, via skype, en uno de mis talleres de escritura nos
describió cómo estaba haciendo ese pequeño robot que, al avanzar, dejaba
palabras hechas de polvo tras de sí, por ejemplo), Benjamín llevó a
cabo un experimento de poesía sonora cuya habilidad técnica se equipara
con su relevancia cultural—un equilibrio que con frecuencia brilla por
su ausencia en las más novedosas incursiones de la escritura en la
tecnología y viceversa.
En “Los grandes de la lírica española en el inigualable estilo de Octavio Paz”, que se puede consultar aquí: http://www.periodicodepoesia.unam.mx/index.php?option=com_content&task=view&id=2228&Itemid=98
o aquí: https://soundcloud.com/brmoreno, Benjamín recopiló un amplio
archivo sonoro de la voz del famoso poeta mexicano y, de ahí, extrajo
frases completas, palabras, sílabas, a veces sólo fonemas, que,
recombinadas, le sirvieron para que esa voz enunciara otro tipo de
textos: las letras de las canciones de, por ejemplo, el Tri, un grupo de
rock, o de Marco Antonio Solís, el Buki, un muy conocido cantante de
baladas románticas.
Más allá de la mezcla de la así llamada alta cultura
y la cultura popular y, sobre todo, más allá del ámbito de la mera
puntada, a Benjamin le interesaba cuestionar la convenciones a través de
las cuales entendemos lo poético
. Este proyecto de intervención sonora
no sólo se valió de un conocimiento práctico de lo que es el hiato, la
sinalefa o la paronomasia para producir un sonido natural en los sonidos
finales, sino que, de manera más amplia, puso en cuestión nuestra idea
de materia, ligándola a las nociones culturales, sociales y, a fin de
cuentas, políticas que le dan valor a dicha materia.
Yo creo que Burroughs pasaría un buen rato platicando con Benjamín al
amparo de esos cielos verticales que son las pantallas
. Pero, bueno,
hay que admitir que ninguno de los dos es uno de esos escritores serios adeptos a las declaraciones airadas.
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