Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

1 dic 2013

Hasta cuando estaba en horas bajas, Warren Beatty era todo estilo en 'DIck Tracy' gracias a 'madame' Canonero Recomendar en Facebook 239 Twittear 101 Enviar a LinkedIn 0 Enviar a Tuenti Enviar a Menéame Enviar a Eskup Enviar Imprimir Guardar Hubo un tiempo en que lo que ocurría en las pasarelas importaba bastante poco a la mayoría. No se analizaban exhaustivamente los trajes que llevaban los famosos y los futbolistas no eran modelos en sus ratos libres. El cine, junto con la música, era el principal vehículo de transmisión de modas y estilos. Más si se trataba del vestuario masculino, que hasta hace muy poco apenas dejaba sitio a la innovación y pasaba ampliamente de las novedades. Dicen que hay dos tipos de vestuario cinematográfico: el que está al servicio de la trama y el que se expresa como un fin en sí mismo al margen de ella. Existe, sin embargo, una tercera vía, que no busca el rigor o el realismo, pero tampoco se entrega a ejercicios de estilo gratuitos. Es ahí donde surgen las imágenes que acaban convirtiéndose en estereotipos y en modas con calado real. No debe ser una tarea fácil, y si hablamos de un ámbito tan reacio al cambio como el de la ropa de hombre, el reto parece casi imposible. Por eso resulta increíble saber que buena parte de las tendencias que más han influido en la moda masculina de los últimos cincuenta años proceden de la mente de una sola persona. Y no es diseñadora. Ni modelo. Ni siquiera es deportista. Se llama Milena Canonero y es directora de vestuario. Saltó a la fama gracias a ese experimento posmoderno que fue la Maria Antonieta de Sofía Coppola –ejemplo del traje cinematográfico como fin en sí mismo, por cierto– pero, para entonces, ya tenía dos Oscar por Barry Lyndon y Carros de fuego y una trayectoria ligada a Stanley Kubrick, Wes Anderson, Coppola padre y la siempre infravalorada Corrupción en Miami. A pocos se le hubiera ocurrido vestir de blanco para pegar palizas como en 'La naranja mecánica', pero ahí está medio mundo, imitando su estilismo. Quizá uno de los mayores orgullos de un figurinista sea que sus creaciones acaben convertidas en sempiterno disfraz de Halloween. Ahí es donde se percibe hasta qué punto un director de vestuario ha sabido crear códigos completamente novedosos y, sobre todo, entender si el espectador está preparado para aceptarlos. El primer trabajo en el cine de Canonero fue La naranja mecánica, así que probablemente sobren las explicaciones: por muy surrealista que nos pueda parecer la estética de la cinta, lo cierto es que su fuente de inspiración no fue el arte, ni siquiera se mantuvo fiel al libro de Burgess, sino la propia calle, un Londres obsesionado con el futurismo, la indumentaria militar y la androginia. Canonero redujo dichas influencias a un uniforme mínimo; un bombín, un mono blanco, unas botas y unos tirantes, y logró que su influencia posterior fuera rastreable en las subculturas británicas de los 70, en las nuevas estrellas del rock y en cientos de editoriales de moda, videoclips y colecciones. Algo similar ocurrió con los jerseys estampados de El resplandor y, por cuestiones de funcionalidad y anacronismo, no pudo repetir la experiencia con Barry Lyndon, pero sí con esa exhibición de sastrería británica que fue Carros de fuego. Junto a Retorno a Brideshead, fue el responsable de que las ventas de tweed se duplicaran a principios de los ochenta. 'Carros de fuego': nunca en la historia se sudó ropa tan cara Pero tal vez su mayor contribución a la moda masculina (aunque no su trabajo más reconocido) haya sido su trabajo dentro del equipo de vestuario de Corrupción en Miami y, en concreto, su idea de mezclar camisetas con chaquetas color pastel, remangadas y a juego con los zapatos (sin calcetines). Algo parecido a lo que hizo Armani con Richard Gere en American Gigolo, pero con una vocación mucho más masiva. Las pintas de Sonny Crocket acapararon buena parte de los ideales masculinos de los 80. Lujo, deporte, sastrería y cromatismo se combinaron para dar lugar a un estilo que aún hoy muchos siguen luciendo. Milena Canonero fue, una vez más, la responsable. Que levante la mano el que nunca le haya dicho a nadie que "Ese traje es muy 'Corrupción en Miami". “Necesito que los trajes ayuden al actor a meterse en el personaje. Por eso utilizo uniformes siempre que puedo”, declaraba en una ocasión Wes Anderson al diario Los Angeles Times. A golpe de uniformes el director ha hecho que su estética sea hoy una de las más celebradas. Hace unos años parecía improbable que esa ropa corta y apretada, esas prendas naif y esos estampados imposibles acabaran convirtiéndose en referentes actuales –y Bill Murray en una especie de icono de estilo– pero ahí están diseñadores como Thom Brwone, Band of Outsiders o la mísmisima Miuccia Prada demostrando que ese híbrido entre el pijo aniñado y el moderno anclado en los ochenta tiene cada día más adeptos. Nadie quiere ser Steve Zissou, el personaje de Bill Murray en 'Life aquatic', pero mucha gente quiere vestir como él. A Milena Canonero también le encantan los uniformes. La soltura con la que salta de periodos históricos y contextos sociales se debe, en parte, a que sus personajes llevan casi siempre las mismas prendas o las combinan de la misma forma, de los drugos a Dick Tracy, de Michael Corleone a Sonny Crocket. Por eso fue la encargada de vestir a la tripulación de Life aquatic con trajes azules de poliéster, chaquetas de chándal de hace veinte años, gorros rojos y unas Adidas modelo Zisou especialmente creadas para la ocasión – y que, pese a haber recibido miles de peticiones, la marca nunca llegó a confeccionar en la realidad. Por eso, también, Owen Wilson, Adrien Brody y Jason Schwartzman llevaron el mismo traje de Marc Jacobs durante casi todo el metraje de Viaje a Darjeeling. Waris Ahluwalia, que participó en ambas películas y ahora acapara páginas en las revistas masculinas, contaba hace un año a la revista GQ que empezó a interesarse por la moda gracias a Milena. “Ella me presentó al sastre que le hacía los trajes para Kubrick y me sorprendí de lo divertida que podía llegar a ser la ropa”. Acaba de terminar su trabajo con los personajes de Grand Budapest Hotel, la nueva cinta de Anderson, y todo apunta a que las prendas de sus protagonistas recibirán el mismo impacto mediático al que Milena Canonero nos tiene acostumbrados. Porque a veces no hace falta ser un diseñador de renombre o un personaje de moda para que tus ideas influyan en millones de armarios. En ocasiones, son figuras en la sombra, aljadas de la pasarela y los focos, las que marcan los hitos indumentarios.


Hasta cuando estaba en horas bajas, Warren Beatty era todo estilo en 'DIck Tracy' gracias a 'madame' Canonero
Hubo un tiempo en que lo que ocurría en las pasarelas importaba bastante poco a la mayoría. No se analizaban exhaustivamente los trajes que llevaban los famosos y los futbolistas no eran modelos en sus ratos libres. El cine, junto con la música, era el principal vehículo de transmisión de modas y estilos. Más si se trataba del vestuario masculino, que hasta hace muy poco apenas dejaba sitio a la innovación y pasaba ampliamente de las novedades.
Dicen que hay dos tipos de vestuario cinematográfico: el que está al servicio de la trama y el que se expresa como un fin en sí mismo al margen de ella. Existe, sin embargo, una tercera vía, que no busca el rigor o el realismo, pero tampoco se entrega a ejercicios de estilo gratuitos. Es ahí donde surgen las imágenes que acaban convirtiéndose en estereotipos y en modas con calado real. No debe ser una tarea fácil, y si hablamos de un ámbito tan reacio al cambio como el de la ropa de hombre, el reto parece casi imposible. Por eso resulta increíble saber que buena parte de las tendencias que más han influido en la moda masculina de los últimos cincuenta años proceden de la mente de una sola persona. Y no es diseñadora. Ni modelo. Ni siquiera es deportista.
Se llama Milena Canonero y es directora de vestuario. Saltó a la fama gracias a ese experimento posmoderno que fue la Maria Antonieta de Sofía Coppola –ejemplo del traje cinematográfico como fin en sí mismo, por cierto– pero, para entonces, ya tenía dos Oscar por Barry Lyndon y Carros de fuego y una trayectoria ligada a Stanley Kubrick, Wes Anderson, Coppola padre y la siempre infravalorada Corrupción en Miami.
A pocos se le hubiera ocurrido vestir de blanco para pegar palizas como en 'La naranja mecánica', pero ahí está medio mundo, imitando su estilismo.
Quizá uno de los mayores orgullos de un figurinista sea que sus creaciones acaben convertidas en sempiterno disfraz de Halloween. Ahí es donde se percibe hasta qué punto un director de vestuario ha sabido crear códigos completamente novedosos y, sobre todo, entender si el espectador está preparado para aceptarlos. El primer trabajo en el cine de Canonero fue La naranja mecánica, así que probablemente sobren las explicaciones: por muy surrealista que nos pueda parecer la estética de la cinta, lo cierto es que su fuente de inspiración no fue el arte, ni siquiera se mantuvo fiel al libro de Burgess, sino la propia calle, un Londres obsesionado con el futurismo, la indumentaria militar y la androginia. Canonero redujo dichas influencias a un uniforme mínimo; un bombín, un mono blanco, unas botas y unos tirantes, y logró que su influencia posterior fuera rastreable en las subculturas británicas de los 70, en las nuevas estrellas del rock y en cientos de editoriales de moda, videoclips y colecciones.
Algo similar ocurrió con los jerseys estampados de El resplandor y, por cuestiones de funcionalidad y anacronismo, no pudo repetir la experiencia con Barry Lyndon, pero sí con esa exhibición de sastrería británica que fue Carros de fuego. Junto a Retorno a Brideshead, fue el responsable de que las ventas de tweed se duplicaran a principios de los ochenta.
'Carros de fuego': nunca en la historia se sudó ropa tan cara
Pero tal vez su mayor contribución a la moda masculina (aunque no su trabajo más reconocido) haya sido su trabajo dentro del equipo de vestuario de Corrupción en Miami y, en concreto, su idea de mezclar camisetas con chaquetas color pastel, remangadas y a juego con los zapatos (sin calcetines). Algo parecido a lo que hizo Armani con Richard Gere en American Gigolo, pero con una vocación mucho más masiva. Las pintas de Sonny Crocket acapararon buena parte de los ideales masculinos de los 80. Lujo, deporte, sastrería y cromatismo se combinaron para dar lugar a un estilo que aún hoy muchos siguen luciendo. Milena Canonero fue, una vez más, la responsable.
Que levante la mano el que nunca le haya dicho a nadie que "Ese traje es muy 'Corrupción en Miami".
“Necesito que los trajes ayuden al actor a meterse en el personaje. Por eso utilizo uniformes siempre que puedo”, declaraba en una ocasión Wes Anderson al diario Los Angeles Times. A golpe de uniformes el director ha hecho que su estética sea hoy una de las más celebradas. Hace unos años parecía improbable que esa ropa corta y apretada, esas prendas naif y esos estampados imposibles acabaran convirtiéndose en referentes actuales –y Bill Murray en una especie de icono de estilo– pero ahí están diseñadores como Thom Brwone, Band of Outsiders o la mísmisima Miuccia Prada demostrando que ese híbrido entre el pijo aniñado y el moderno anclado en los ochenta tiene cada día más adeptos.
Nadie quiere ser Steve Zissou, el personaje de Bill Murray en 'Life aquatic', pero mucha gente quiere vestir como él.
A Milena Canonero también le encantan los uniformes. La soltura con la que salta de periodos históricos y contextos sociales se debe, en parte, a que sus personajes llevan casi siempre las mismas prendas o las combinan de la misma forma, de los drugos a Dick Tracy, de Michael Corleone a Sonny Crocket. Por eso fue la encargada de vestir a la tripulación de Life aquatic con trajes azules de poliéster, chaquetas de chándal de hace veinte años, gorros rojos y unas Adidas modelo Zisou especialmente creadas para la ocasión – y que, pese a haber recibido miles de peticiones, la marca nunca llegó a confeccionar en la realidad. Por eso, también, Owen Wilson, Adrien Brody y Jason Schwartzman llevaron el mismo traje de Marc Jacobs durante casi todo el metraje de Viaje a Darjeeling. Waris Ahluwalia, que participó en ambas películas y ahora acapara páginas en las revistas masculinas, contaba hace un año a la revista GQ que empezó a interesarse por la moda gracias a Milena. “Ella me presentó al sastre que le hacía los trajes para Kubrick y me sorprendí de lo divertida que podía llegar a ser la ropa”.
Acaba de terminar su trabajo con los personajes de Grand Budapest Hotel, la nueva cinta de Anderson, y todo apunta a que las prendas de sus protagonistas recibirán el mismo impacto mediático al que Milena Canonero nos tiene acostumbrados. Porque a veces no hace falta ser un diseñador de renombre o un personaje de moda para que tus ideas influyan en millones de armarios. En ocasiones, son figuras en la sombra, aljadas de la pasarela y los focos, las que marcan los hitos indumentarios.

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