Solo tengo ganas de llegarme a la cueva de las algas.
Esto está al
margen de los acontecimientos de la historia, de los mecanismos que
permiten entrever las perversiones -y la inocencia- de la vida.
Nada
tiene de aleccionador, de ejemplificante; de metafórico.
Es solo un paseo
Es solo un paseo
. Dejar a la izquierda el Charco de la Arena, vislumbrar
los roques de Benijo por detrás de las ráfagas continuas de las olas
que estallan, y seguir saltando hasta llegar a las rocas erosionadas,
tomar asiento en la que más se avanza con el hervidero a sus pies, y
desde el vértigo y el suspiro, quedarme mirando el secreto del océano,
las algas rubias, anónimas, mezcladas, que se mueven con el oleaje, que
parece que regresan mar afuera, y allí se quedan, en la cueva.
*
Yo no soy hombre fulminante. Que lo atestigüen X y Z, con quienes tanta
paciencia derroché. Y comprensión.
Las grandes decisiones siempre las he
tenido por bravuconadas, aunque valiéndome de alguna de ellas, también
es cierto que me hubiera ahorrado tiempo, y energía.
Ahora prefiero que la hoja se caiga sin más.
Ahora prefiero que la hoja se caiga sin más.
Porque hay un golpe de
viento, o de destino. O porque sí. Y con alivio: creo que ya no me queda
en cartera ningún vanistorio, ningún egomaniaco.
Tantas horas perdidas escuchando buñuelos de aire.
Del Diario Virtual de Jose Carlos Cataño
Tantas horas perdidas escuchando buñuelos de aire.
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