‘En busca del tiempo perdido’, de Proust: Juventud de un centenario.
Marcel Proust publicó, con su dinero, el 14 de noviembre de 1913, 'Por el camino de Swann'
Es el primero de los siete volúmenes de una de las obras cumbre de la literatura: 'En busca del tiempo perdido'
- Homenaje a una obra cumbre. Por MIGUEL MORA
-
Sobre Proust se ha escrito ya casi todo, pero sobre la Recherche
no, porque es un clásico y lo propio de los clásicos es su misteriosa
capacidad para cargarse de nuevos contenidos en cada sucesiva
generación.
Lo que hoy significa esa obra no es lo que significó en
1913. Ahora hace cien años aparecía la primera parte, Por el camino de Swann, traducido a veces, con mayor exactitud, como Por donde vive Swann.
El inmenso retablo se presentó al juicio de los lectores anteriores a
la primera guerra con un fragmento que hacía imposible adivinar el
conjunto
. Su escala iba a ser desmesurada, más de tres mil páginas, y
habría sido quimérico predecir que aquellas inaugurales teselas se
insertarían años más tarde en un mosaico gigantesco donde jugarían un
papel esencial, pero impredecible.
Es lo único que justifica el error
inmenso de Gide al rechazarlo para la editorial Gallimard.
Y tras aquella primera aparición estalló uno de los más sangrientos
conflictos que ha conocido la muy sanguinaria sociedad europea.
La
guerra del 14/18, como la llaman los franceses, influyó decisivamente en
el proyecto de Proust y no hay nada tan estremecedor como El tiempo reencontrado, la última parte de la Recherche,
en forma de baile de máscaras o de danza de cadáveres que reúne a los
personajes tras la contienda y cierra una vida que había comenzado con
la luminosidad gótica de la duquesa de Guermantes.
Tras la guerra no hay
héroes, los bellos militares, las hermosas damas, los sutiles
aristócratas, las seductoras adolescentes de la fureur de vivre
son ahora macabros restos de una sociedad difunta.
El ciclo de la vida y
la muerte se había completado con aquella última y lúgubre escena.
André Gide rechazó el manuscrito para Gallimard, y al final lo editó Grasset
La obra estaba acabada y si bien Proust no alcanzó a corregirla hasta
el final, el lector puede hoy leerla sorteando los bloques de mármol
aún no esculpidos o inacabados, como La Prisionera o La Fugitiva,
los más imperfectos
. Eso no quiere decir que deba evitarlos, son de
lectura obligada, pero admiten un seguimiento menos atento que el resto
del material.
La I Guerra Mundial influyó de forma decisiva en la gran obra de Proust
Esta perpetua actualidad de la Recherche se debe, entre
otras causas, a que no es exactamente una novela, aunque es una de las
más grandes que se hayan escrito, pero es también mucho más.
Sus cientos
de personajes tienen la realidad verosímil del mejor retrato realista y
sin embargo encarnan iconos anímicos de la misma intensidad que Odiseo o
don Quijote, es decir, mitos que reúnen en sí un resumen exacto,
estremecedor, de los modos de ser del humano contemporáneo y sus
distintos destinos
. Leer la Recherche no es solo introducirse
en un universo de ficción extremadamente inteligente, es también
aprender a reflexionar sobre nuestros vicios y virtudes, modos de amar,
creencias falsas, esclavitudes, holgazanerías, o verdades hipócritas
. Es
una auténtica enciclopedia de la humanidad moderna, de su gloria y de
su estupidez.
La ‘Recherche’ es una verdadera enciclopedia de la humanidad moderna
Víctor Gómez Pin, quien ha dedicado a Proust dos libros en verdad filosóficos, afirma que el único personaje de la Recherche
es el lenguaje mismo y que por esta razón va mucho más allá de las
peripecias y avatares de la alta burguesía parisina del ochocientos
. El
lenguaje tal y como lo poseemos nosotros, es decir, nuestra esencia, lo
que nos hace humanos, está derivando de un modo universal e inexorable a
puro instrumento, a utensilio práctico.
A medida que el lenguaje se
hace instrumento nosotros nos convertimos en meras herramientas
. No
obstante, el lenguaje de la Recherche es perfectamente ajeno a
toda instrumentalización, incluso aquella que obliga al novelista a
respetar la acción o el suspense, de ahí la longitud pertinaz de las
frases y esa dificultad que pone nerviosos a los lectores apresurados.
Podríamos decir (pero ese sería otro artículo) que el lenguaje de Proust
es estrictamente poético en su sentido más riguroso y por eso exige
nuestra esforzada colaboración.
Para el escritor, las palabras del habla cotidiana toman una función mágica
Cuando uno busca, como Proust, el lenguaje en su labor poética,
entonces el habla, el lenguaje de la gente en su vida corriente, se
transforma en un encantamiento que permite llegar a lo más recóndito del
hablante.
El modo de hablar es una representación fiel del alma de cada
individuo y la Recherche es, por encima de todo, un repertorio de modos de hablar.
Cada modo de hablar es una posibilidad de vivir.
En una útil antología de pensamientos de Proust, recogida por Jaime Fernández en El almuerzo en la hierba,
figura esta frase:
“Las palabras no me informaban sino a condición de
interpretarlas como se interpreta una afluencia de sangre al rostro de
una persona que se azara, o también un silencio repentino”.
Para Proust las palabras del habla cotidiana, en ocasiones
significativas, toman una función mágica capaz de provocar reacciones
involuntarias del cuerpo.
Esta capacidad enigmática del lenguaje es lo
que hace de la Recherche una obra que transforma al que la lee,
no solo anímicamente, sino con frecuencia también físicamente.
Si se
hace con seriedad, su lectura no es una lectura, sino una transfusión de
lenguaje, análoga a las transfusiones de sangre que reviven a un
moribundo.
Es posible que esa sea, hoy en día, la mejor forma de
preparar nuestro cuerpo para la mortalidad.
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