Para editar libros de Historia, como para editar libros de Física, pongo por caso, un editor tiene que saber. Quiero decir que un editor de literatura de ficción debe sobre todo sentir,
tener empatía con lo que su público estima deseable, pero no le sirve
de mucho para acertar con el gusto de sus lectores ser un experto
filólogo
. La Historia es una ciencia social en continua evolución que
exige de un editor estar al día de lo que se escribe, de lo que se dicta
en las aulas, de lo que se investiga
. El filtro que el editor pone a
los manuscritos que examina ha de ser un filtro altamente cualificado
porque de su decisión depende que se publiquen libros de Historia
razonada, basados en una investigación metodológicamente orientada, con
unas conclusiones sustentadas en la documentación pertinente, o bien
libros de Historia de nula calidad científica o, incluso,
contrahistóricos.
Cuando yo fundé Crítica en 1976
el tipo de libros de Historia que empecé a editar se refería sobre todo
a la época más reciente, la de la República, la Guerra Civil y el
franquismo, tan censurada o tergiversada.
Son de entonces las Memorias políticas y de guerra, de Manuel Azaña, La República española y la Guerra Civil, de Gabriel Jackson, o Guerra y vicisitudes de los españoles,
de Julián Zugazagoitia, por ejemplo.
Pero también introduje un tipo de
libros que habían sido maltratados o postergados y no siempre por
razones políticas. Me refiero a Carlos V y sus banqueros, de Ramón Carande, Erasmo y el erasmismo, de Marcel Bataillon o La Historia de España, de Pierre Vilar.
Durante las décadas siguientes, hasta el fin de siglo, mantuve esa combinación (Granada en 1936 y el asesinato de Federico García Lorca, de Ian Gibson;
Recuérdalo tú y recuérdalo a otros, de Ronald Fraser, o El conde-duque de Olivares, de John H. Elliott) bastante sazonada de libros de historia científica o política (Historia del tiempo, de Stephen Hawking o los historiadores marxistas británicos como Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX, o E.P. Thompson, Agenda para una Historia radical).
En el último decenio, y manteniendo siempre la combinación inicial, abordé grandes problemas de la historia universal (Ideas, de Peter Watson, o Cultura, de Donald Sassoon, aunque también Stalingrado, Berlín y todos los libros de Antony Beevor sobre la segunda guerra mundial, o El mundo clásico, de Robin Lane Fox) con un cierto regreso a la mejor historia sobre la España contemporánea (Morir, matar, sobrevivir,
de Julián Casanova, o la imponente tetralogía sobre la República en
guerra de Ángel Viñas). Vi llegado el tiempo, entonces, de las grandes machines,
de obras en 10 o 12 volúmenes que reunieran a los mejores historiadores
de España y sentaran el canon de toda una generación.
Así nacieron, Historia de España, dirigida por Josep Fontana y Ramón Villares e Historia de la literatura española, dirigida por José-Carlos Mainer.
Creo que el recorrido editorial de Crítica representa cabalmente la
evolución de la mejor Historia que se ha hecho en España y en el mundo
desde 1975.
Por supuesto que otras editoriales han publicado otros
títulos historiográficos de extraordinario interés, pero lamentablemente
en estos casi cuarenta años transcurridos desde la muerte de Franco
también se ha publicado mucha bazofia con fines estrictamente
comerciales cuando no de pura propaganda partidista. Pierre Vilar ya
explicó que la Historia no ha de ser una ciencia fría y nos enseñó a
pensar históricamente: eso quiere decir estar atentos a la evolución de
las sociedades en las que vivimos, tratar de interpretar sus
metabolismos y entender a qué aspiran y por qué luchan los hombres y las
mujeres que las componen.
Solo con esta actitud se puede encarar con
garantías el estudio de la Historia, porque, como dejó también dicho el
maestro Vilar, el mayor pecado que puede cometer un historiador es no
haber comprendido.
Gonzalo Pontón, licenciado en Historia, fundó las editoriales Crítica y Pasado y presente.
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