A Eva la puñalada definitiva se la asestaron la madrugada del martes
. Fue sobre las 4.30 cuando A. C. G, de 51 años, acudió a la comisaría de Torremolinos (Málaga) para confesar que acababa de matar a su pareja.
Él fue el autor del último golpe, el que convirtió a Eva, de 36 años, en la víctima mortal número 44 de violencia de género en España este año
. Pero ni él fue el primer agresor de Eva, ni ella la primera víctima de A. C. G
. Los dos llevaban años atrapados en la red de la violencia de género. Eva como víctima en, al menos, dos relaciones anteriores; y él como agresor con dos parejas previas.
¿Qué ha fallado para que una víctima reincidente muera a manos de un verdugo experimentado?
Al contrario que la mayoría de víctimas mortales de violencia de género, Eva había dado el paso de denunciar a los hombres que la maltrataban.
Lo había hecho tres veces y en dos de ellas, en 2004 y 2011, obtuvo una orden de protección.
El crimen que esta semana le causó la muerte está bajo secreto de sumario, pero fuentes del caso indican que la relación que mantenía la pareja era reciente.
Aun así, a Eva le había dado tiempo de sufrir, al menos, una paliza que la llevó a acudir a un centro de salud desde donde el personal sanitario redactó un parte de lesiones para trasladarlo al juzgado
. Según fuentes del caso, la policía la convenció para que presentara una denuncia, pero la mujer no siguió con el proceso ni pidió medidas de protección.
La renuncia a seguir con la denuncia por parte de una víctima con antecedentes de haber sufrido violencia ya de por sí debería haber encendido las alertas, advierten los expertos.
“Las propias familias e incluso los jueces a veces ven contradictorio que ponga una denuncia y luego la retire. Pero hay que insistir en que no solo no es contradictorio, sino que es un dato más que nos puede hacer sospechar que una mujer está siendo víctima de violencia”, advierte Susana Martínez, presidenta de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos.
Tras la retirada de una denuncia suele haber una mujer que se siente sola en su lucha por defenderse del agresor, que no tiene el apoyo de su entorno y que tampoco ha recibido ayuda psicológica.
“Nosotros tenemos que trabajar para que la víctima tenga el apoyo suficiente para no retirar la denuncia”, explica Susana Martínez, que, no obstante, alerta de que la denuncia “ni acaba ni soluciona” el problema de la violencia de género
. Eso lo comprobó Eva, que había denunciado a dos parejas anteriores, obtuvo órdenes de protección, se alejó de ellos y, aun así, se convirtió en víctima de nuevos agresores.
“Cuando una mujer cae en distintas relaciones de maltrato es porque no se la ha fortalecido lo suficiente”, señala la presidenta del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial, Inmaculada Montalbán, que recuerda que el maltrato, además de las heridas físicas, deja importantes secuelas psicológicas: anulación de la autoestima, depresión, dependencia emocional. “Si la mujer no se recupera con apoyo social, familiar y psicológico es proclive a caer de nuevo en esta rueda”, señala Montalbán.
En los registros del Instituto Andaluz de la Mujer (IAM) no consta que Eva hubiera usado nunca sus servicios, a pesar de que el punto de coordinación que desde 2009 gestiona la Consejería andaluza de Justicia avisa de forma automática al IAM y al Servicio de Asistencia a Víctimas de Andalucía (SAVA) cada vez que un juez dicta una orden de protección.
Tras esa alerta, ambos servicios contactan con la víctima para ofrecer una “atención integral” a la mujer, señala Encarnación Aguilar, directora general de Violencia de Género y Asistencia a Víctimas de la Junta de Andalucía.
Desde 2009, hasta el punto de coordinación andaluz han llegado 12.512 órdenes de protección y, a partir de ellas, se ha atendido a 7.111 víctimas. Al margen de que una mujer pueda haber obtenido más de una orden, los datos revelan que son muchas las mujeres que no llegan a recibir este apoyo. “Estamos obligados a ofertar estos recursos de forma inmediata. Pero la mujer tiene la libertad de decir si los quiere recibir o no”, afirma la directora general.
La presidenta de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos considera que, cuando una mujer desiste de recibir estos apoyos, habría que plantearse que algo falla.
“Si se le ofrecen recursos que se adapten a sus horarios, en los que ella percibe empatía y que se entiende su problema, no hay muchas mujeres que los rechacen.
Lo que ocurre es que a veces hay pocos recursos y los pocos que hay no se adaptan a las necesidades de la víctima”, asegura. En los que ofrecen en su organización, señala, hay lista de espera.
Amparo Díaz, abogada especialista en victimología y violencia de género advierte también de la importancia de que todas las víctimas, y especialmente las reincidentes, reciban terapia de larga duración. “Estas víctimas suelen presentar lo que llamamos una indefensión aprendida, una alta tolerancia a la agresión física y psicológica, por lo que no es raro que una vez que superen una relación de violencia, sufran otra”, advierte. “Necesitan apoyo para librarse de esa dinámica, eliminar el sentimiento de culpa, aprender a distinguir las relaciones insanas y dejar de creer en la fantasía del cambio”, añade
. Díaz recomienda a las víctimas acudir a los servicios especializados de las comunidades autónomas, aunque advierte que, “sobre todo desde que empezó la crisis”, estas terapias suelen ser más grupales que individualizadas, lo que, en ocasiones, dificulta la recuperación.
Eva, la última víctima de violencia de Málaga, tenía “muy consolidado” ese patrón de relaciones sentimentales “basadas en la dependencia y la desigualdad”, asegura la directora de Violencia de Género de Andalucía.
“Hay casos que son muy resistentes al cambio porque han aprendido a relacionarse así con el sexo opuesto”, sostiene Aguilar.
Es lo que el forense y exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género Miguel Lorente califica de una “normalización” de los malos tratos. “Son situaciones en las que la mujer llega a justificar la violencia en determinadas circunstancias. No le parece bien que su marido le pegue, pero entiende que le puede pegar”. En esta espiral se quedan tan atrapadas mujeres que conviven 50 años con un maltratador como aquellas que encadenan distintas relaciones de maltrato.
La misma normalización del maltrato que sienten muchas mujeres, la experimentan también los agresores, por lo que la presidenta del Observatorio de Violencia de Género advierte de la importancia de que los maltratadores también pasen por terapia.
“No se sienten culpables, asumen su comportamiento agresivo como normal y hay alta probabilidad de que lo reproduzcan porque su razón última es lograr una posición de dominio sobre la mujer”, señala Montalbán. “Todas las mujeres son maltratadas más de una vez por sus agresores, pero además hay agresores que maltratan a más de una mujer”, apunta Miguel Lorente
. Los datos alertan de que estas reincidencias no son excepciones aisladas.
Según el informe del Observatorio de Violencia de Género sobre la evolución de las denuncias entre 2005 y 2012, el número de mujeres agredidas que denunciaron fue de 656.212, mientras que el total de los hombres denunciados fue de 714.412, lo que indica que 58.200 hombres habían maltratado a más de una mujer.
La abogada Amparo Díaz considera que igual que un pederasta busca en Internet a las víctimas más vulnerables, los maltratadores también tienen tendencia a “elegir” a mujeres desprotegidas, por lo que no es casual que una mujer que ha sido víctima de violencia y no ha recibido apoyo se tope con un agresor reincidente.
Además, advierte Lorente, el agresor al principio suele ser “muy considerado, muy atento con la mujer”. Esta, a su vez, tiene “la autoestima por los suelos y un déficit emocional”.
“Cuando se encuentran las dos personas la mezcla es terrible”, señala el forense.
. Fue sobre las 4.30 cuando A. C. G, de 51 años, acudió a la comisaría de Torremolinos (Málaga) para confesar que acababa de matar a su pareja.
Él fue el autor del último golpe, el que convirtió a Eva, de 36 años, en la víctima mortal número 44 de violencia de género en España este año
. Pero ni él fue el primer agresor de Eva, ni ella la primera víctima de A. C. G
. Los dos llevaban años atrapados en la red de la violencia de género. Eva como víctima en, al menos, dos relaciones anteriores; y él como agresor con dos parejas previas.
¿Qué ha fallado para que una víctima reincidente muera a manos de un verdugo experimentado?
Al contrario que la mayoría de víctimas mortales de violencia de género, Eva había dado el paso de denunciar a los hombres que la maltrataban.
Lo había hecho tres veces y en dos de ellas, en 2004 y 2011, obtuvo una orden de protección.
El crimen que esta semana le causó la muerte está bajo secreto de sumario, pero fuentes del caso indican que la relación que mantenía la pareja era reciente.
Aun así, a Eva le había dado tiempo de sufrir, al menos, una paliza que la llevó a acudir a un centro de salud desde donde el personal sanitario redactó un parte de lesiones para trasladarlo al juzgado
. Según fuentes del caso, la policía la convenció para que presentara una denuncia, pero la mujer no siguió con el proceso ni pidió medidas de protección.
La renuncia a seguir con la denuncia por parte de una víctima con antecedentes de haber sufrido violencia ya de por sí debería haber encendido las alertas, advierten los expertos.
“Las propias familias e incluso los jueces a veces ven contradictorio que ponga una denuncia y luego la retire. Pero hay que insistir en que no solo no es contradictorio, sino que es un dato más que nos puede hacer sospechar que una mujer está siendo víctima de violencia”, advierte Susana Martínez, presidenta de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos.
Tras la retirada de una denuncia suele haber una mujer que se siente sola en su lucha por defenderse del agresor, que no tiene el apoyo de su entorno y que tampoco ha recibido ayuda psicológica.
“Nosotros tenemos que trabajar para que la víctima tenga el apoyo suficiente para no retirar la denuncia”, explica Susana Martínez, que, no obstante, alerta de que la denuncia “ni acaba ni soluciona” el problema de la violencia de género
. Eso lo comprobó Eva, que había denunciado a dos parejas anteriores, obtuvo órdenes de protección, se alejó de ellos y, aun así, se convirtió en víctima de nuevos agresores.
“Cuando una mujer cae en distintas relaciones de maltrato es porque no se la ha fortalecido lo suficiente”, señala la presidenta del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial, Inmaculada Montalbán, que recuerda que el maltrato, además de las heridas físicas, deja importantes secuelas psicológicas: anulación de la autoestima, depresión, dependencia emocional. “Si la mujer no se recupera con apoyo social, familiar y psicológico es proclive a caer de nuevo en esta rueda”, señala Montalbán.
En los registros del Instituto Andaluz de la Mujer (IAM) no consta que Eva hubiera usado nunca sus servicios, a pesar de que el punto de coordinación que desde 2009 gestiona la Consejería andaluza de Justicia avisa de forma automática al IAM y al Servicio de Asistencia a Víctimas de Andalucía (SAVA) cada vez que un juez dicta una orden de protección.
Tras esa alerta, ambos servicios contactan con la víctima para ofrecer una “atención integral” a la mujer, señala Encarnación Aguilar, directora general de Violencia de Género y Asistencia a Víctimas de la Junta de Andalucía.
Desde 2009, hasta el punto de coordinación andaluz han llegado 12.512 órdenes de protección y, a partir de ellas, se ha atendido a 7.111 víctimas. Al margen de que una mujer pueda haber obtenido más de una orden, los datos revelan que son muchas las mujeres que no llegan a recibir este apoyo. “Estamos obligados a ofertar estos recursos de forma inmediata. Pero la mujer tiene la libertad de decir si los quiere recibir o no”, afirma la directora general.
La presidenta de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos considera que, cuando una mujer desiste de recibir estos apoyos, habría que plantearse que algo falla.
“Si se le ofrecen recursos que se adapten a sus horarios, en los que ella percibe empatía y que se entiende su problema, no hay muchas mujeres que los rechacen.
Lo que ocurre es que a veces hay pocos recursos y los pocos que hay no se adaptan a las necesidades de la víctima”, asegura. En los que ofrecen en su organización, señala, hay lista de espera.
Amparo Díaz, abogada especialista en victimología y violencia de género advierte también de la importancia de que todas las víctimas, y especialmente las reincidentes, reciban terapia de larga duración. “Estas víctimas suelen presentar lo que llamamos una indefensión aprendida, una alta tolerancia a la agresión física y psicológica, por lo que no es raro que una vez que superen una relación de violencia, sufran otra”, advierte. “Necesitan apoyo para librarse de esa dinámica, eliminar el sentimiento de culpa, aprender a distinguir las relaciones insanas y dejar de creer en la fantasía del cambio”, añade
. Díaz recomienda a las víctimas acudir a los servicios especializados de las comunidades autónomas, aunque advierte que, “sobre todo desde que empezó la crisis”, estas terapias suelen ser más grupales que individualizadas, lo que, en ocasiones, dificulta la recuperación.
Eva, la última víctima de violencia de Málaga, tenía “muy consolidado” ese patrón de relaciones sentimentales “basadas en la dependencia y la desigualdad”, asegura la directora de Violencia de Género de Andalucía.
“Hay casos que son muy resistentes al cambio porque han aprendido a relacionarse así con el sexo opuesto”, sostiene Aguilar.
Es lo que el forense y exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género Miguel Lorente califica de una “normalización” de los malos tratos. “Son situaciones en las que la mujer llega a justificar la violencia en determinadas circunstancias. No le parece bien que su marido le pegue, pero entiende que le puede pegar”. En esta espiral se quedan tan atrapadas mujeres que conviven 50 años con un maltratador como aquellas que encadenan distintas relaciones de maltrato.
La misma normalización del maltrato que sienten muchas mujeres, la experimentan también los agresores, por lo que la presidenta del Observatorio de Violencia de Género advierte de la importancia de que los maltratadores también pasen por terapia.
“No se sienten culpables, asumen su comportamiento agresivo como normal y hay alta probabilidad de que lo reproduzcan porque su razón última es lograr una posición de dominio sobre la mujer”, señala Montalbán. “Todas las mujeres son maltratadas más de una vez por sus agresores, pero además hay agresores que maltratan a más de una mujer”, apunta Miguel Lorente
. Los datos alertan de que estas reincidencias no son excepciones aisladas.
Según el informe del Observatorio de Violencia de Género sobre la evolución de las denuncias entre 2005 y 2012, el número de mujeres agredidas que denunciaron fue de 656.212, mientras que el total de los hombres denunciados fue de 714.412, lo que indica que 58.200 hombres habían maltratado a más de una mujer.
La abogada Amparo Díaz considera que igual que un pederasta busca en Internet a las víctimas más vulnerables, los maltratadores también tienen tendencia a “elegir” a mujeres desprotegidas, por lo que no es casual que una mujer que ha sido víctima de violencia y no ha recibido apoyo se tope con un agresor reincidente.
Además, advierte Lorente, el agresor al principio suele ser “muy considerado, muy atento con la mujer”. Esta, a su vez, tiene “la autoestima por los suelos y un déficit emocional”.
“Cuando se encuentran las dos personas la mezcla es terrible”, señala el forense.
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