Hay grupos que se comportan como si estuvieran cumpliendo una misión.
Como si tuvieran un objetivo más grande que ellos.
Es el caso de los
escoceses Franz Ferdinand.
Las estrellas de la tercera edición del
Festival DCode que se celebrará en terrenos de la Universidad
Complutense de Madrid el próximo sábado, aparecieron en 2004 como punta
de lanza de la respuesta británica al indie estadounidense, que
paradójicamente vivió un renacer tras el 11-S. Interpol, Strokes o
White Stripes impusieron sus reglas: era una escena en la que las bandas
tenían que sonar sexys y tener un aspecto sexy.
Mientras, los grupos
populares de las islas, sumidas en una especie de letargo post-britpop,apostaban
por un sonido lánguido y tristón.
No era muy divertido.
De las bandas
sollozantes de aquellos años solo Coldplay ha mantenido el tipo, al
menos comercialmente hablando.
“Hay bastantes similitudes entre ese momento y el actual.
En aquella
época ponía la radio y no escuchaba nada que me gustase.
O nada con lo
que me sintiese particularmente cercano, al menos.
Ahora, tampoco”, dice
en Madrid Alex Kapranos, líder irrefutable del cuarteto de Glasgow.
Ha
venido acompañado del bajista Bob Hardy para hablar de su cuarto álbum, Right thoughts right words, right action,
a la venta desde hace dos semanas.
“No diría que es una vuelta al
sonido de nuestros inicios, sino a la esencia.
Y la esencia del grupo
son nuestras cuatro personalidades: cuatro amigos que salen, lo pasan
bien y después hacen música juntos”, explica.
Es una forma de verlo. Otra es que, en esencia, fueron el grupo
británico que aceptó el reto yanqui. Nacieron diciendo que su obejtivo
era “hacer que las chicas bailen”.
Devolver el pop a las pistas de
baile. Demostrar que se podían hacer canciones con el cerebro que se
disfrutasen con los pies.
Algo que sonaba casi revolucionario.
Este año
además de en Madrid lo presentarán el martes y el miércoles en Mallorca e
Ibiza.
Entonces esta última, templo del baile, estaba vetada para
grupos pop. Kapranos asegura que era un plan, que se percibe incluso en
que escogieran bautizarse con el nombre del heredero al trono del
Imperio austrohúngaro, cuyo asesinato en 1914 sería el desencadenante de
la primera guerra mundial.
“Fue un acontecimiento que cambió el mundo.
Todo lo que ha pasado desde entonces pivota alrededor de ese momento.
Aspirábamos a ser así de importantes”.
Da la impresión de que es la típica afirmación que se hace solo
cuando algo sale bien. Kapranos cumplió 41 años en marzo y ya era un
veterano de la escena de Glasgow, con al menos un par de proyectos
fallidos que no llegaron a ningún sitio, cuando montó Franz Ferdinand.
Pero esta vez le salió bien. Su debut homónimo les hizo ganar el
prestigioso Mercury Prize y vendió más de 3.500.000 copias.
El sencillo Take me out
es uno de los temas definitorios de la pasada década. “No sé cuanto
vendimos, no lo conté. Es mejor no pensar en ese tipo de cosas
. Te
vuelves loco.
Es como si sales al escenario y piensas: ‘Cada uno de esos
80.000 tíos me están mirando fijamente a mi’. Sería terrorífico.
Limítate a salir, tocar y pasarlo bien”.
Insiste mucho en el hecho de pasarlo bien. De hecho insiste mucho en
que “ahora”, lo están pasando bien. “No eramos muy felices en el momento
en el que grabamos Tonight.
Hace cuatro años sufrimos un montón de crisis distintas
. Entre ellas una crisis de personalidad”. En 2009, su tercer disco, Tonight,
fue comercialmente tan exitoso, si no más, que los dos anteriores, pero
casi acaba con ellos.
Herederos del pop de los sesenta pasado por el
tamiz de los ochenta, se metieron en un álbum conceptual sobre una noche
en la ciudad. El título del primer sencillo, Ulysses, era un
guiño a la novela del mismo nombre de Joyce, nada menos.
Hasta para una
banda formada por antiguos alumnos de escuelas de arte que basan su logo
en la iconografía de las vanguardias de los años veinte era ir
demasiado lejos.
Así que este nuevo álbum, que en general está gustando bastante, se
lo han tomado con más relajación. Lo han grabado en diferentes ciudades
con la colaboración de varios productores.
Algunos salidos del mundo de
la electrónica bailable, como Alexis Taylor, de Hot Chip, o el noruego
Todd Terje.
“Realmente no son productores”, corrige Kapranos.
“Es un
poco como cuando sales a tomar una cerveza: no lo haces siempre con la
misma gente, cambias para hacerlo interesante. Estos tíos son muy
diferentes entre sí, pero todos tienen personalidad y carácter.
Nos
sirvieron para potenciar los diferentes aspectos del grupo. Podemos
hacer rock o pop delicado, pero siempre hemos sido un grupo que en
directo toca música para bailar
. Es nuestra misión en el mundo”.
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