El estupor por el asesinato este lunes de un estudiante universitario
australiano por tres menores de edad en Oklahoma, simplemente porque
“estaban aburridos”, ha hecho mella en Australia, en donde su antiguo
vice primer ministro, Tim Fischer, ha arremetido contra la Asociación
Nacional del Rifle (NRA, en sus siglas en inglés) y ha pedido a sus
compatriotas que dejen de viajar a EE UU como medida de presión para
forzar al Congreso a imponer un mayor control sobre las armas de fuego.
El portavoz de la Casa Blanca, sin embargo, alegando que desconocía el suceso, no ha querido pronunciarse sobre el homicidio tras ser interpelado en la rueda de prensa por un periodista de la cadena Fox que ha asegurado que en el caso de la muerte del joven afroamericano Trayvon Martin, la presidencia sí tuvo mucho que decir.
Las circunstancias de la muerte del estudiante en Oklahoma y las de Martin -que fue abatido por un vigilante de seguridad voluntario el año pasado en Florida- son completamente distintas, más allá de que los tres menores que acabaron con la vida del joven australiano son afroamericanos y que Martin, en su caso, la víctima y no el verdugo, también lo era.
Su asesinato desató de manera inmediata la indignación de la comunidad negra que denunció la existencia de prejuicios raciales detrás del suceso.
Este último fallecimiento, de momento, solo ha sembrado el desconcierto de la sociedad ante su banal razón, el aburrimiento, muy lejos del odio a cualquier minoría.
El pasado lunes, Chancey Allen Luna, de 16 años, James Francis Edwards, de 15, y Michael Dewayne Jones, de 17, decidieron coger el coche y “matar a alguien para divertirse”, según confesó Jones a la policía. Minutos después, mientras conducían por un barrio de Duncan, al sur de Oklahoma, divisaron a Christopher Lane, de 22 años, haciendo jogging.
“Ese es nuestro objetivo”.
Luna le disparó por la espalda con una pistola del calibre 22 y, acto seguido, se dieron a la fuga.
Tres horas después, la policía los encontraba dentro del coche jugando con el arma. “No teníamos nada que hacer y decidimos matar a alguien”, le confesó Jones a los agentes.
Las autoridades creen que, de no haber sido detenidos, hubieran continuado matando a gente de manera aleatoria y por diversión.
Luna y Edwards han sido acusados este martes por dos delitos de homicidio en primer grado y serán juzgados como mayores de edad, de acuerdo con la legislación de Oklahoma.
A Jones se le ha imputado un delito de cooperación necesaria.
Los tres están en prisión y sólo a Jones se le ha impuesto una fianza de un millón de dólares.
Los menores no son desconocidos para la policía.
El mismo día del asesinato, Edwards había estado en los juzgados firmando unos documentos relacionados con su libertad condicional.
Lane estaba estudiando en la universidad East Central en Ada, a unos 100 kilómetros de donde fue asesinado, gracias a una beca del programa de baseball del centro, un deporte por el que había abandonado el fútbol.
Esta previsto que en las próximas horas su cuerpo sea repatriado a Australia, donde su muerte ha encendido los ánimos de varios políticos.
“Los turistas que quieran viajar a EE UU deberían pensárselo dos veces”, declaró Fischer al diario de Melbourne, The Herald Sun. “Esta es una de las amargas cosechas y del legado de las políticas de la NRA que impiden que se puedan revisar los antecedentes penales de las personas que adquieren armas.
Estoy muy disgustado por lo sucedido en Oklahoma y porque la despiadada actitud de esos tres críos que , en el fondo, no es más que otro síntoma más de la proliferación de las armas en EE UU”, se ha lamentado el exmandatario australiano.
El portavoz de la Casa Blanca, sin embargo, alegando que desconocía el suceso, no ha querido pronunciarse sobre el homicidio tras ser interpelado en la rueda de prensa por un periodista de la cadena Fox que ha asegurado que en el caso de la muerte del joven afroamericano Trayvon Martin, la presidencia sí tuvo mucho que decir.
Las circunstancias de la muerte del estudiante en Oklahoma y las de Martin -que fue abatido por un vigilante de seguridad voluntario el año pasado en Florida- son completamente distintas, más allá de que los tres menores que acabaron con la vida del joven australiano son afroamericanos y que Martin, en su caso, la víctima y no el verdugo, también lo era.
Su asesinato desató de manera inmediata la indignación de la comunidad negra que denunció la existencia de prejuicios raciales detrás del suceso.
Este último fallecimiento, de momento, solo ha sembrado el desconcierto de la sociedad ante su banal razón, el aburrimiento, muy lejos del odio a cualquier minoría.
El pasado lunes, Chancey Allen Luna, de 16 años, James Francis Edwards, de 15, y Michael Dewayne Jones, de 17, decidieron coger el coche y “matar a alguien para divertirse”, según confesó Jones a la policía. Minutos después, mientras conducían por un barrio de Duncan, al sur de Oklahoma, divisaron a Christopher Lane, de 22 años, haciendo jogging.
“Ese es nuestro objetivo”.
Luna le disparó por la espalda con una pistola del calibre 22 y, acto seguido, se dieron a la fuga.
Tres horas después, la policía los encontraba dentro del coche jugando con el arma. “No teníamos nada que hacer y decidimos matar a alguien”, le confesó Jones a los agentes.
Las autoridades creen que, de no haber sido detenidos, hubieran continuado matando a gente de manera aleatoria y por diversión.
Luna y Edwards han sido acusados este martes por dos delitos de homicidio en primer grado y serán juzgados como mayores de edad, de acuerdo con la legislación de Oklahoma.
A Jones se le ha imputado un delito de cooperación necesaria.
Los tres están en prisión y sólo a Jones se le ha impuesto una fianza de un millón de dólares.
Los menores no son desconocidos para la policía.
El mismo día del asesinato, Edwards había estado en los juzgados firmando unos documentos relacionados con su libertad condicional.
Lane estaba estudiando en la universidad East Central en Ada, a unos 100 kilómetros de donde fue asesinado, gracias a una beca del programa de baseball del centro, un deporte por el que había abandonado el fútbol.
Esta previsto que en las próximas horas su cuerpo sea repatriado a Australia, donde su muerte ha encendido los ánimos de varios políticos.
“Los turistas que quieran viajar a EE UU deberían pensárselo dos veces”, declaró Fischer al diario de Melbourne, The Herald Sun. “Esta es una de las amargas cosechas y del legado de las políticas de la NRA que impiden que se puedan revisar los antecedentes penales de las personas que adquieren armas.
Estoy muy disgustado por lo sucedido en Oklahoma y porque la despiadada actitud de esos tres críos que , en el fondo, no es más que otro síntoma más de la proliferación de las armas en EE UU”, se ha lamentado el exmandatario australiano.
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