SINFONÍA DE VIDA
La veo fugazmente reflejada
en las vitrinas de las tiendas,
en las panaderías, de paso por la calle,
distraída cuando juega un niño,
un árbol se mece con el viento
o una hormiguita se afana
en cargar con el doble de su peso.
En la mañana,
cuando con curiosidad y resignación
tengo que verla en el espejo
del cuarto de baño,
en ocasiones encuentro a mi madre
o me viene a visitar la sonrisa
con que mi hija tan feliz me hace.
A veces joven, en otros momentos
extremadamente envejecida,
pero siempre amigable, tranquilizadora,
no le interesa ocuparse de lo urgente
y siempre llega hasta mi boca
impregnada del sabor de unos labios
y en el color de los ojos que amo.
En las horas de las vigilias nocturnas,
desde el ritmo de los latidos
me dice que
nada es importante,
sólo hay que
esperar un poco más,
arroparse entre
las sábanas,
abrazar el
cuerpo que duerme al lado,
murmurar unas
palabras incoherentes
y descansar
porque es lo que toca
cuando se tiene
la conciencia tranquila.
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