El cineasta Baz Luhrmann aspira a ofrecer la versión definitiva de una de las novelas más adaptadas
DiCaprio protagoniza la película, que abre el Festival de Cannes.
En unos días, cuando el miércoles El gran Gatsby inaugure la sección oficial del 66º Festival de Cannes, se cerrará un círculo
. Eso siente Baz Luhrmann (Nueva Gales del Sur, Australia, 1962), director de esta nueva adaptación —y van cinco— de la gran novela de Francis Scott Fitzgerald, protagonizada esta vez por Leonardo DiCaprio. “Estoy muy emocionado”, dice sonriendo. “Fitzgerald escribió la novela a 20 minutos de Cannes, en Saint Raphael; yo estrené Moulin Rouge!en el festival en 2001, mi hijo nació en Francia, tenemos familia francesa”.
De hecho, no se cerrará un círculo sino varios: el que abrió Fitzgerald cuando terminó su libro en 1925 y el que inició Luhrmann en un viaje, a París, hace casi 10 años, en el que decidió lanzarse a esta aventura obsesiva para adaptar la novela que seguía, en su opinión y pese a intentos anteriores con grandes estrellas como Alan Ladd o Robert Redford, sin una película que contara su verdadera historia.
“Iba a juntarme con mi mujer [la diseñadora de vestuario Catherine Martin] en París para el nacimiento de nuestra hija, y pensé: ‘Voy a ir en el Transiberiano”, recuerda en una suite del hotel Plaza en Nueva York. “Era una experiencia fantástica, pero también muy solitaria, por eso, una noche, mientras atravesaba Rusia, me serví una copa de vino, y me puse un audiolibro de El gran Gatsby”.
En seguida, Luhrmann se dio cuenta de que no recordaba nada de aquella historia que había leído “probablemente de estudiante” y que había visto con 12 años, protagonizada por Robert Redford y Mia Farrow, en el cine de su padre en Australia. “Yo admiraba a Redford: me encantaba en Dos hombres y un destino y en El golpe. Sin embargo, cuando le vi como Gatsby no lo entendí, nada de aquella película se me quedó grabado”.
¿Qué cambió en aquel viaje en tren? “Me di cuenta de que el libro no solo reflejaba el mundo de aquellos años veinte: El gran Gatsby podría haberse escrito hoy”, exclama Luhrmann.
Pega un salto del sofá en el que se recuesta en esta suite, que podrían haber ocupado Gatsby, Daisy y Nick Carraway, y se va hasta una ventana que mira hacia Central Park.
“Curiosamente, esta vista es exactamente la que se ve en la película en una secuencia clave. Todos esos edificios que vemos [señala al horizonte], se construyeron o estaban ya entonces.
La década de los veinte trajo el nacimiento de nuestra cultura moderna, todo empezó allí: la publicidad, la popularización de la música, la fama”.
El director que puso de moda el baile de salón (El amor está en el aire), rejuveneció Romeo y Julieta y reavivó el musical (Moulin Rouge!) no necesitaba más razones para obsesionarse con actualizar esta épica historia de amor entre el nuevo rico Jay Gatsby y la bella Daisy Buchanan, que se estrena en España el próximo viernes.
Hacerla accesible para nuevas generaciones desplegando toda su artillería: actores guapos, cuidadísimo diseño de producción y efectos visuales, vestuario de firma y, por supuesto, una banda sonora superventas gracias al productor musical y marido de Beyoncé, Jay-Z.
La fijación de Luhrmann por ser fiel a la novela fue tal que todos los días llevaban el libro al set y, antes de empezar a rodar, él y sus actores repasaban cada escena.
“Creo que hay una gran reflexión sobre dónde estamos ahora y quiénes somos, a través de cada uno de sus personajes”, insiste. Cuando vuelve a recostarse en el sofá admite:
“Bueno, y también hay unas fiestas fabulosas”. Fiestas con un anfitrión único, de mirada y sonrisa tan magnéticas como enigmáticas. “Apuesto a que ha matado a alguien”. “Fue espía alemán”, decían los invitados en la novela de Fitzgerald. Alguien tan guapo que da miedo
. Alguien como Leonardo DiCaprio que interpreta a un Gatsby mucho más oscuro, a pesar de sus delicados trajes de lino rosa, que el que encarnó Redford en la versión de 1974.
“Gatsby no podía ser otro”, afirma Luhrmann sobre DiCaprio, con quien ya trabajó en Romeo y Julieta, cuando solo era un “chico con talento”. “No escribí el guion pensando en él, pero sí me vino a la cabeza pronto, aunque me costó mucho convencerle. Es como si interpretas a Hamlet, vas a recibir demasiada atención”. Junto a DiCaprio, su amigo del alma, Tobey Maguire, que, a la vez, interpreta al único que tuvo Gatsby jamás, Nick Carraway, el narrador de la historia.
Y, por supuesto, ella, Daisy, la mujer por la que Gastby se convierte en la personificación del sueño americano. “Encontrarla fue muy difícil”, recuerda el director.
“Fue como buscar a una Scarlett O'Hara. Pero Carey Mulligan llegó y en cinco minutos, Leo y yo supimos que era ella: bella y delicada”.
Los vestidos de cristales y pieles que Carey Mulligan lleva a las fiestas de Gatsby los diseñó Miuccia Prada, amiga del director, siguiendo sus pautas.
Los suyos y muchos más para los 300 extras que bailan y cantan en cada gran velada en la película, rodada en estudios y en 3D, decisión que tomó Luhrmann después de ver Crimen perfecto de Hitchcock en sus proyectores 3D originales.
“Pero creo que la película funcionaría igual de bien si fuera en blanco y negro y muda”, apunta.
“Y en realidad quería que fuera una película de presupuesto pequeño, de verdad que lo intenté, pero cuanto más lo intento más grandes acaban siendo”
. Es el espíritu inagotable y contagioso de Gatsby que quiere dar su última (o penúltima) fiesta en Cannes.
. Eso siente Baz Luhrmann (Nueva Gales del Sur, Australia, 1962), director de esta nueva adaptación —y van cinco— de la gran novela de Francis Scott Fitzgerald, protagonizada esta vez por Leonardo DiCaprio. “Estoy muy emocionado”, dice sonriendo. “Fitzgerald escribió la novela a 20 minutos de Cannes, en Saint Raphael; yo estrené Moulin Rouge!en el festival en 2001, mi hijo nació en Francia, tenemos familia francesa”.
De hecho, no se cerrará un círculo sino varios: el que abrió Fitzgerald cuando terminó su libro en 1925 y el que inició Luhrmann en un viaje, a París, hace casi 10 años, en el que decidió lanzarse a esta aventura obsesiva para adaptar la novela que seguía, en su opinión y pese a intentos anteriores con grandes estrellas como Alan Ladd o Robert Redford, sin una película que contara su verdadera historia.
“Iba a juntarme con mi mujer [la diseñadora de vestuario Catherine Martin] en París para el nacimiento de nuestra hija, y pensé: ‘Voy a ir en el Transiberiano”, recuerda en una suite del hotel Plaza en Nueva York. “Era una experiencia fantástica, pero también muy solitaria, por eso, una noche, mientras atravesaba Rusia, me serví una copa de vino, y me puse un audiolibro de El gran Gatsby”.
En seguida, Luhrmann se dio cuenta de que no recordaba nada de aquella historia que había leído “probablemente de estudiante” y que había visto con 12 años, protagonizada por Robert Redford y Mia Farrow, en el cine de su padre en Australia. “Yo admiraba a Redford: me encantaba en Dos hombres y un destino y en El golpe. Sin embargo, cuando le vi como Gatsby no lo entendí, nada de aquella película se me quedó grabado”.
¿Qué cambió en aquel viaje en tren? “Me di cuenta de que el libro no solo reflejaba el mundo de aquellos años veinte: El gran Gatsby podría haberse escrito hoy”, exclama Luhrmann.
Pega un salto del sofá en el que se recuesta en esta suite, que podrían haber ocupado Gatsby, Daisy y Nick Carraway, y se va hasta una ventana que mira hacia Central Park.
“Curiosamente, esta vista es exactamente la que se ve en la película en una secuencia clave. Todos esos edificios que vemos [señala al horizonte], se construyeron o estaban ya entonces.
La década de los veinte trajo el nacimiento de nuestra cultura moderna, todo empezó allí: la publicidad, la popularización de la música, la fama”.
El director que puso de moda el baile de salón (El amor está en el aire), rejuveneció Romeo y Julieta y reavivó el musical (Moulin Rouge!) no necesitaba más razones para obsesionarse con actualizar esta épica historia de amor entre el nuevo rico Jay Gatsby y la bella Daisy Buchanan, que se estrena en España el próximo viernes.
Hacerla accesible para nuevas generaciones desplegando toda su artillería: actores guapos, cuidadísimo diseño de producción y efectos visuales, vestuario de firma y, por supuesto, una banda sonora superventas gracias al productor musical y marido de Beyoncé, Jay-Z.
La fijación de Luhrmann por ser fiel a la novela fue tal que todos los días llevaban el libro al set y, antes de empezar a rodar, él y sus actores repasaban cada escena.
“Creo que hay una gran reflexión sobre dónde estamos ahora y quiénes somos, a través de cada uno de sus personajes”, insiste. Cuando vuelve a recostarse en el sofá admite:
“Bueno, y también hay unas fiestas fabulosas”. Fiestas con un anfitrión único, de mirada y sonrisa tan magnéticas como enigmáticas. “Apuesto a que ha matado a alguien”. “Fue espía alemán”, decían los invitados en la novela de Fitzgerald. Alguien tan guapo que da miedo
. Alguien como Leonardo DiCaprio que interpreta a un Gatsby mucho más oscuro, a pesar de sus delicados trajes de lino rosa, que el que encarnó Redford en la versión de 1974.
“Gatsby no podía ser otro”, afirma Luhrmann sobre DiCaprio, con quien ya trabajó en Romeo y Julieta, cuando solo era un “chico con talento”. “No escribí el guion pensando en él, pero sí me vino a la cabeza pronto, aunque me costó mucho convencerle. Es como si interpretas a Hamlet, vas a recibir demasiada atención”. Junto a DiCaprio, su amigo del alma, Tobey Maguire, que, a la vez, interpreta al único que tuvo Gatsby jamás, Nick Carraway, el narrador de la historia.
Y, por supuesto, ella, Daisy, la mujer por la que Gastby se convierte en la personificación del sueño americano. “Encontrarla fue muy difícil”, recuerda el director.
“Fue como buscar a una Scarlett O'Hara. Pero Carey Mulligan llegó y en cinco minutos, Leo y yo supimos que era ella: bella y delicada”.
Los vestidos de cristales y pieles que Carey Mulligan lleva a las fiestas de Gatsby los diseñó Miuccia Prada, amiga del director, siguiendo sus pautas.
Los suyos y muchos más para los 300 extras que bailan y cantan en cada gran velada en la película, rodada en estudios y en 3D, decisión que tomó Luhrmann después de ver Crimen perfecto de Hitchcock en sus proyectores 3D originales.
“Pero creo que la película funcionaría igual de bien si fuera en blanco y negro y muda”, apunta.
“Y en realidad quería que fuera una película de presupuesto pequeño, de verdad que lo intenté, pero cuanto más lo intento más grandes acaban siendo”
. Es el espíritu inagotable y contagioso de Gatsby que quiere dar su última (o penúltima) fiesta en Cannes.
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