Kate Morton
tiene un secreto, seguro, aunque no lo aparente: bella, afable,
felizmente casada, dos niños pequeños y una de las escritoras de mayor
impacto internacional hoy, con ocho millones de ejemplares vendidos de
sus tres novelas en 38 países. En cambio, en esas obras (
La Casa de Riverton,
El jardín olvidado,
Las horas distantes)
suelen aparecer huérfanos, niñas adoptadas o abandonadas y, por lo
general, late una tragedia del pasado que hipoteca el presente de los
protagonistas. “Todas las familias guardan un secreto; todas las vidas
tienen altibajos aunque no los dejen traslucir; sí, me atrae el lado
oscuro de las experiencias humanas e igual escribo para exorcizarlo,
para alejar a mis propios hijos de ello o hacerles conscientes de que
las cosas podrían ser de otro modo”, dice tras su flequillo casi cortado
con cartabón y con una expresión corporal que desvela sus antiguas
clases de arte dramático.
Los lectores de
Morton (Berri, Australia, 1976) estarán felices porque su cuarta obra,
El aniversario secreto (Suma),
sigue ahondando en esas obsesiones, ahora a partir del día en que la
preadolescente Laurel ve por azar un misterioso asesinato, cuyo tortuoso
recuerdo no se sacudirá hasta atreverse a investigarlo y a hablar con
su madre, Doll, casi medio siglo después. “Doll es una mujer egoísta,
que aspira socialmente a mucho más y quiere más y más, pero siento
cariño por ella porque lo hace cuando es joven e inocente y tanto en los
personajes como en la vida suelo perdonar con esos atenuantes”. En
cualquier caso, el de la novela es un planteamiento, de nuevo, que lleva
a pensar que lo único importante que ocurre en la vida ha pasado en
nuestra infancia. “Creo que es así; además, la mirada y la voz de los
niños suele ser muy auténtica; esa fue la clave de
El jardín olvidado; y
El aniversario… no acabó de funcionar hasta que puede escribir el capítulo de la infancia de Vivian, una de las mujeres clave en la trama”.
La inacción y la culpa de los padres en la vida de sus hijos subyacen
en la novela. “Sí, Laurel debía quizá haber intervenido cuando el
crimen... Lo peor que podemos hacer en la vida es no hacer nada y
abandonar luego esos secretos en el armario dejando que se pudran; esos
secretos me estimulan y suelo ligarlos a la figura de un padre o una
madre que revisita la historia de diversas generaciones; me interesa el
impacto del pasado y sus tentáculos; seguramente, nunca nos lo podemos
sacar de encima, lo llevamos marcado de una manera emocional, simbólica y
genética”, reflexiona entrelazando apenas sus largos brazos y dedos.
Mira un poco teatralmente al techo y prosigue: “Pero a veces le echamos
demasiado la culpa a los padres; en mis libros, es cierto, la frontera
de dónde empiezan y acaban las responsabilidades de unos y otros casi no
existe”.
Admite Morton que sus lectores (398.000 el año pasado sólo en España)
son mayormente mujeres (“cada vez más se incorporan hombres; lo sé por
los
emails que recibo”), pero que esa no es la causa del
particular matriarcado que predomina en sus novelas y del papel
secundario de los hombres. “Crecí en un entorno femenino: nosotras
éramos tres hermanas, mi madre también eran tres hermanas y mi abuela,
seis… Conozco bien esa voz; yo ahora tengo dos hijos y quizá venga un
tercero y puede ser que dentro de unos años la presencia masculina
crezca; casi seguro que será así”. Tampoco es oportunismo ante el papel
creciente de la mujer en la sociedad. “Es maravilloso que eso sea así;
es evidente que nuestra mirada sobre el mundo es distinta y necesaria
para dar un vuelco a la situación de hoy; la presencia es cada vez más
fuerte: incluso, como mínimo en Australia, la educación infantil se
adapta hoy más y mejor al estilo femenino que al masculino; ahora que
tengo niños varones, me doy cuenta de ello”.
Morton no sabe, dice, lo que es el género del
landscape (dos
o tres escenarios en espacios donde predomina el campo; viajes
continentales; el juego simultáneo del pasado-presente; cierta querencia
por el glamour…) bajo el que, junto a autoras como
Sarah Lark,
se la ha clasificado. “Es difícil encasillarme. Es culpa mía, en parte:
en el par de manuscritos que me rechazaron las editoriales –y que por
cierto no sé dónde están (medio sonríe mirando de nuevo al techo)–, yo
no tenía claro el género de lo que estaba escribiendo; por ello, antes
de abordar otro elaboré una lista con todos los géneros que me gustaban y
me propuse hacer una novela que los contuviera; como creí que nunca se
publicaría, no me importaba que pudiera salir: quería
glamour, un poco de misterio y aventura, una mirada romántica… Mi alma es romántica”, admite sin tapujos.
Uno de los mayores retos de la narrativa de Morton está en ir
saltando de pasado a presente y en coordenadas geográficas y sociales
muy distintas. “Mantener una sola línea narrativa es pobre para mí, me
aburre incluso, y el juego temporal es como hacer un puzzle conmigo
misma a partir de las notas que tomo en libretas, los mapas que tengo
que hacer con gráficos y líneas… Luego la intuición me da la voz y lo
ensambla todo en mi cabeza”, expone como método. Tan particular es su
género que es muy normal encontrar en sus libros referencias literarias
bien inusuales en un
best-seller como ocurre en
El aniversario secreto, salpimentado de
Harold Pinter, Alan Sillitoe,
John Steinbeck,
Kingsley Amis… “Soy una lectora muy ecléctica: entre mis títulos
preferidos los hay desde Ian McEwan a Jeffrey Eugenides, pasando por
Ruth Rendell, Daphne du Maurier, Evelyn Waugh... Son mi paleta de
lecturas y los que me han dejado huella; que mi lector no los pille no
les afectará al sentimiento o a la compresión de mi obra”, dice la
licenciada en filología inglesa y arte dramático.
También está el influjo de Enid Blyton: “
Las aventuras de Los Cinco
fueron los primeros libros que leí por mí misma y me enseñaron que era
posible abrir un libro y desaparecer en otro mundo; ahora se los leo a
mis hijos: esas cabañas ocultas en el bosque, esos árboles que susurran,
esos secretos… Creo que lo que yo hago en mis novelas son variaciones
para adultos de Enid Blyton… Ellos me llevaron a ese regusto por el
mundo inglés, vital en una australiana como yo”.
La crítica prefiere hablar en su caso, sin embargo, de la influencia
de las hermanas Brönte, de Dickens o de Jane Austen.
“Sí, dicen que
tengo una prosa victoriana, por ese deleitarse en los detalles, una
escritura lenta en ese sentido; pero a mí me encanta escribir dando una
capa y otra y otra, como hacían ellos, aunque sé que se me critica por
ello”
. ¿Y cómo puede triunfar eso en tiempos de literatura de frase
breve y argumento directo y mucha acción? “
Las historias nunca pasan de
moda, la gente quiere que le expliquen historias y que la transporten a
un mundo que sea muy creíble y real y que difumine el mundo en el que
estás ahora”. ¿Escapismo?
“No, escribo para viajar, ir a otro lugar, no
para huir de nada”.
El bolso de Morton va un poco cargadito; parece que, como sus
personajes, guarda muchas cosas. “Me encanta acumular objetos; es
influencia de mi madre, anticuaria; me encantaba moverme entre cajas y
ropas viejas y cuando me encontraba un billete de autobús viejo en uno
de los bolsillos me gustaba imaginarme por qué debió comprarlo, hacia
dónde iba y por qué…
Sí, lo sé, muy romántico”.
En el bolso lleva una
libreta muy grande, tamaño folio, cargado de notas con una letra redonda
y grande de aire adolescente.
“Son las notas de mi próxima novela. Lo
anoto todo; estos días apunto lo que veo y pienso, como que uno de mis
personajes tiene que haber pasado por Barcelona; anoto que he visto un
gato en el balcón; una persiana cerrada de una casa cerrada…
Acabaré la
novela con 10 de esas libretas, como mínimo”.
A pesar de su aire juvenil (jersey a rayas negro y rojo; falda
amarilla; collar de perlas grande; uñas arregladas pero sin pintar), se
ve que ha sido y es una alumna aplicada: lo absorbe todo
. Todo lo
aprovecha. Incluso cuando hacía de camarera en el negocio de éxito de
sus padres, que compraron una capilla antigua para instalar una tienda
de antigüedades pero que acabaron convirtiendo en un lugar para celebrar
bodas.
“De ahí sacaba mucho material: comportamientos, emociones…
Recuerdo los papeles con las notas de los discursos de los padrinos, que
tanto esfuerzo veías que les costaba. Al final, al barrer los
encontrabas en el suelo, junto con el
confetti”.
El alma romántica de Morton.
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