Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

4 dic 2012

La belleza rota de Andrés Gallardo Por: Mònica Escudero | 04 de diciembre de 2012

Andrés Gallardo es una criatura bicéfala, una empresa gestionada al cincuenta por ciento por el mismo Andrés Gallardo y Marina Casal, amigos desde hace ocho años y compañeros de trabajo. Sus delicadas joyas de porcelana, creadas principalmente a base de figuras de flores y animales (deconstruidos o no) se han convertido en un objeto de deseo que trasciende el concepto de moda hasta coquetear seriamente con el de arte.
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Aprovechamos su visita a Barcelona –donde podemos encontrar su colecciones Jungle Bloom y Birth Day Party en formato pop up store en la tienda de Helena Rohner (Carrer de l´Espaseria, 13), hasta el 15 de diciembre– hablamos de inspiración, de porcelana, de conejos y de Pina Bausch.
¿En qué momento decidisteis dar un salto del diseño en plano al tridimensional de vuestras piezas de joyería? Andrés: Después de trabajar juntos con Duyos cada uno fue por su lado, pero años después nos volvimos a juntar trabajando en otra marca.
Yo ya llevaba un año haciendo piezas de porcelana pero muy a mi bola, para amigos y para alguna tienda, y llegó un momento en el que decidimos emprender juntos, montar una empresa y hacerlo bien.
Marina: Pero en ningún momento existió la decisión de “venga, vamos a hacer joyería”. Andrés siempre ha ido haciendo cosas diferentes, y en el momento en el que empezó con esto tuvo muy buena acogida. Coincidió que estábamos muy cansados del tema empresas, moda y tal, y dijimos: “Pues va”.
Haber trabajado para otras empresas más o menos grandes antes de emprender vuestro propio negocio, ¿ayuda a la hora de aprender a gestionarlo? Andrés: Yo trabajé en Bimba y Lola, pero fue tan al principio que no era grande, aún nos lo estábamos inventando todo.
Marina: Ayer nos contaba una amiga que cada día le pasan los números del mundo entero de los productos que ha diseñado, y eso para nosotros es extraterrestre, porque siempre hemos trabajado en empresas medianas o familiares.
Andrés: Y eso sí que nos ha ayudado mucho, porque nos ha permitido tocar todos los palos: producción, ventas, diseño... Y a base de currar a saco, ir a ferias y tratar a clientes hemos aprendido mucho, cosas tan importantes como saber ajustar el precio de una pieza o escandallar el producto.
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En este momento extraño para los emprendedores, ¿qué se siente cuando a tu alrededor muchos proyectos se estampan y el tuyo está imparable?
Marina: Hubo un momento en la empresa en la que trabajábamos en el que tuvimos la sensación de que nos íbamos a estampar igual, allí o en nuestro propio proyecto, así que valía la pena intentarlo. Necesitábamos, por lo menos, ilusión.
Andrés: Esa fue la clave: teníamos tanta ilusión y lo veíamos todo tan claro, tan positivo, que era imposible que fuera mal.
¿En algún momento os habéis sentido desbordados? 
Andrés: Ahora. Nos acabamos de mudar a un estudio –hasta hace poco trabajábamos cada uno en su casa, con Skype, el mail y Whatssup pitando todo el día– y hay nuevas facturas que pagar.
¿Cuál es vuestro proceso creativo y de inspiración?
Marina: Pues incluso eso ha evolucionado mucho. Al principio la inspiración eran las propias piezas que encontrábamos y nos flipaban.
Andrés: Encontrábamos, por ejemplo, un leopardo que nos gustaba, y decíamos, “de aquí, ¿qué es lo que más nos gusta? ¿La cabeza? ¡Pues a cortar!”. Y a partir de aquí ya nos inventábamos una historia.
Marina: Ahora la cosa va un poco diferente: si nos apetece poner un cuervo, por ejemplo, pues lo buscamos. Como ahora trabajamos con talleres, nos hacen directamente modelos, nos sacan moldes...

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