Un mundo que se deshace
Texto y fotos de Andoni Canela
La superficie de hielo marino en el Ártico mengua de año en año, lo que
afecta a todo el ecosistema. Las focas tienen enormes problemas para que
sus crías sobrevivan, los osos o
los cazadores inuit deben desplazarse mayores distancias para la caza... Son los primeros cambios de otros que podrían afectar a todo el planeta
los cazadores inuit deben desplazarse mayores distancias para la caza... Son los primeros cambios de otros que podrían afectar a todo el planeta
Focas de Groenlandia descansan en el
borde de la banquisa polar, en una zona donde el hielo marino se junta
con el océano Atlántico en el nordeste de Canadá
A simple vista, parece que nada ha cambiado desde hace décadas en Nunavut,
el territorio inuit al norte de Canadá. Es invierno, hay hielo por
todas partes y la temperatura ronda los 36 grados bajo cero, algo
habitual en esta zona. Los inuit de más edad afrontan estas bajas
temperaturas vestidos con las parcas tradicionales, rellenas de plumas
de eider.
Pero ellos cuentan que ya nada es como antes.
Las motos de
nieve y los trineos tirados por perros llegaban al continente hace tan
sólo 15 años desplazándose sobre el mar helado.
Y para cazar focas no
era necesario alejarse demasiado del pueblo, mientras que ahora hace
falta dar grandes rodeos. Según Peter Kattuk, cazador inuit, “esto
ocurre porque cerca de las poblaciones ahora hay muchas zonas libres de
hielo y las focas se han visto obligadas a desplazarse a otros lugares.
Todo ello te obliga a hacer expediciones de tres o cuatro días, con más
riesgo y mucho más gasto de combustible”.
Como ocurre en cualquier otro ecosistema, la alteración de un elemento en el Ártico conlleva una transformación a mayor escala. La desaparición del hielo afecta a especies como la foca pía o de Groenlandia, muy abundante en el Ártico. Esta, junto a la foca anillada, es la presa principal del oso polar, que también tiene problemas para desplazarse en busca de comida como consecuencia de la desaparición del hielo y el movimiento de sus presas.
Como ocurre en cualquier otro ecosistema, la alteración de un elemento en el Ártico conlleva una transformación a mayor escala. La desaparición del hielo afecta a especies como la foca pía o de Groenlandia, muy abundante en el Ártico. Esta, junto a la foca anillada, es la presa principal del oso polar, que también tiene problemas para desplazarse en busca de comida como consecuencia de la desaparición del hielo y el movimiento de sus presas.
Las crías de foca pía o de Groenlandia (Pagophilus groenlandicus)
nacen en el hielo marino y se alimentan dos semanas con leche materna.
Después, abandonan la banquisa para nadar y alimentarse en el océano. Si
en ese periodo la capa helada se rompe o se derrite, las crías morirán.
Utilizan un agujero excavado en el hielo como respiradero para entrar y
salir del mar
La foca pía pasa todo su ciclo vital en aguas del
Ártico hasta que, a finales de invierno, las hembras se desplazan a sus
zonas de cría: el nordeste de Canadá, el este de Groenlandia y el
noroeste de Rusia.
Allí, sobre una capa de hielo lo suficientemente
gruesa, dan a luz.
Amparadas por la estabilidad que les ofrece ese hielo, las focas amamantan durante dos semanas a sus crías recién nacidas con su leche ultranutritiva.
Amparadas por la estabilidad que les ofrece ese hielo, las focas amamantan durante dos semanas a sus crías recién nacidas con su leche ultranutritiva.
Si durante ese periodo inferior al
mes el hielo se rompe o se derrite, las crías de foca mueren.
Y eso es
lo que está pasando últimamente. En el 2007, el 75% de las crías de foca
de la población canadiense murieron por la falta de hielo y, en el
2010, el total de las crías, estimado en un millón de ejemplares,
pereció cuando el hielo sobre el que habían nacido se derritió por
completo.
Este hielo marino formado sobre el océano recibe el nombre de banquisa.
Este hielo marino formado sobre el océano recibe el nombre de banquisa.
Su grosor medio es de uno a cuatro metros, aunque en
algunas zonas de hielo perennes puede superar los veinte metros. En
verano, se funden las partes más expuestas a las altas temperaturas del
agua, y la superficie total de la banquisa se reduce a menos de la
mitad.
Pero desde 1979, la extensión total de la banquisa es cada vez
menor, y ha llegado a mínimos históricos en el 2007, en el 2011 y, sobre
todo, en este 2012.
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