Nuestro repaso por las raíces del blues a través del sello Rough Guide nos lleva hoy a detenernos en la obra de un pionero entre pioneros. Es, posiblemente, el gran padre del blues del Delta y, aunque menos conocido que el otro gran padre llamado Robert Johnson, es igual de importante por su influencia. Se trata de Charley Patton, también conocido como The King of Delta Blues.
Gracias a Rough Guide, distribuido en España por Karonte, contamos
con las primeras grabaciones de Patton en buen estado. Los siseos y
crujidos de sus grabaciones originales impidieron durante años tener un
buen acceso a la obra legendaria de este hombre pero ahora estas
grabaciones están “limpias” por el trabajo de la tecnología digital.
Nacido al sur de Mississippi, en la plantación Heron, entre las localidades de Bolton y Raymond, se sitúan varias fechas del nacimiento de Patton que oscilan entre 1881 y 1891, siendo está la última la más aceptada. Lo que sí se sabe es que sus padres eran aparceros y se mudaron más al norte para trabajar en la conocida plantación Dockery, una de las más grandes de Mississippi, donde llegaron a vivir más de 400 familias que trabajaban la tierra para Will Dockery, el propietario. En la plantación Dockery, había iglesias, metodista y baptista, dos escuelas primarias y varias tiendas, creando de esta forma una comunidad de trabajadores autosuficiente. Y fue allí donde conectó con el guitarrista Henry Sloan y, especialmente, con Willie Brown, con quien vagaría por todo el delta. Ambos tocarían en picnis y bailes de plantaciones.
Fue la forma de huir de Patton, que aún así pasaría por más plantaciones aparte de Dockery. Al igual que tantos bluesmen, vagar por ciudades y sitios era mucho mejor que trabajar y vivir en una plantación. Dockery sería autosuficiente pero estaba lejos de ser el lugar idílico para cualquier afroamericano con ansias de libertad. Como afirma Manuel López Roy en su más que interesante libro Camino a la libertad. Historia social del blues, “a pesar del aire bucólico que a veces se ha querido dar al estereotipo de la vida en las plantaciones, lo cierto es que la vida de los esclavos era una continua resistencia contra el miedo, el hambre, la enfermedad, la sed, los golpes y las vejaciones cotidianas”. Por eso, es importante no perder de vista la raíz de la marginación y el enfrentamiento que marca buena parte de la expresión popular del “pueblo del blues”.
Patton perteneció a ese pueblo y halló en la música una válvula de escape. También su razón de ser, la forma con la que expresar sus penurias, anhelos y los pecados del mundo de los negros en el sur estadounidense. El disco de Rough Guide recoge sus primeras grabaciones en 1929, después de que el propietario de la tienda de música de Mississippi, H.C. Speir, le convenciese para grabar tras ir a conocerle en persona. El vozarrón de Patton se impone con aplomo, como si guardara el orgullo herido de todo ese pueblo, cantando con extrema gravedad y sencillez. Escuchandola, uno imagina al cantante como un portento de dos metros, capaz de romper una cabaña con sus propias manos, pero es solo una imaginación porque Patton, el hombre de la voz cavernosa de gran resonancia, apenas medía 1,65 metros y pesaba poco más de 60 kilos.
Mientras tanto, en sus canciones hay tímidas pero incesantes filigranas a la guitarra, que son el avance propio de la improvisación y sentimiento que se da en el blues más rural y primario, donde Patton es un maestro. Hay que tener en cuenta que la música afroamericana se sirvió al principio de la música europea, tanto en instrumentos y técnicas de interpretación, para tomar forma en el viejo sur. Se mezclaban músicas tradicionales europeas, reglamentadas y canónicas, provenientes del folclore anglosajón fundamentalmente, con las formas de expresión de los negros africanos. Patton aportó con asombrosa fuerza una expresión propia a este mestizaje musical.
Las grabaciones de 1929, la mayoría de ellas publicadas como sencillos de 78 revoluciones, le convirtieron en el cantante blues con mayores ventas de su época, pero su talento para el espectáculo (gritaba, gesticulaba, se tiraba al suelo, se colocaba la guitarra detrás de la cabeza o entre las piernas) ya le habían convertido para entonces en una celebridad del Delta mucho antes de entrar en el estudio. Howlin’ Wolf tomaría nota del show de Patton. De hecho, el disco que acompaña al recopilatorio de Patton se llama El Legado del Blues del Delta y allí se recogen grabaciones del propio Wolf, Willie Brown, Son House, Henry Sims, Tommy Johnson o Big Joe Williams. Imprescindible. E imposible no tener en cuenta al irrepetible Charley Patton, como uno de los grandes maestros, un pionero que, todavía hoy, suena ancestral.
Seguramente, no estarán muchos oídos hoy en día preparados para estas canciones tan rudimentarias de un lejano siglo pasado pero, si se las presta atención y se quitan prejuicios estilísticos, esconden una fuerza sobrecogedora.
Nacido al sur de Mississippi, en la plantación Heron, entre las localidades de Bolton y Raymond, se sitúan varias fechas del nacimiento de Patton que oscilan entre 1881 y 1891, siendo está la última la más aceptada. Lo que sí se sabe es que sus padres eran aparceros y se mudaron más al norte para trabajar en la conocida plantación Dockery, una de las más grandes de Mississippi, donde llegaron a vivir más de 400 familias que trabajaban la tierra para Will Dockery, el propietario. En la plantación Dockery, había iglesias, metodista y baptista, dos escuelas primarias y varias tiendas, creando de esta forma una comunidad de trabajadores autosuficiente. Y fue allí donde conectó con el guitarrista Henry Sloan y, especialmente, con Willie Brown, con quien vagaría por todo el delta. Ambos tocarían en picnis y bailes de plantaciones.
Fue la forma de huir de Patton, que aún así pasaría por más plantaciones aparte de Dockery. Al igual que tantos bluesmen, vagar por ciudades y sitios era mucho mejor que trabajar y vivir en una plantación. Dockery sería autosuficiente pero estaba lejos de ser el lugar idílico para cualquier afroamericano con ansias de libertad. Como afirma Manuel López Roy en su más que interesante libro Camino a la libertad. Historia social del blues, “a pesar del aire bucólico que a veces se ha querido dar al estereotipo de la vida en las plantaciones, lo cierto es que la vida de los esclavos era una continua resistencia contra el miedo, el hambre, la enfermedad, la sed, los golpes y las vejaciones cotidianas”. Por eso, es importante no perder de vista la raíz de la marginación y el enfrentamiento que marca buena parte de la expresión popular del “pueblo del blues”.
Patton perteneció a ese pueblo y halló en la música una válvula de escape. También su razón de ser, la forma con la que expresar sus penurias, anhelos y los pecados del mundo de los negros en el sur estadounidense. El disco de Rough Guide recoge sus primeras grabaciones en 1929, después de que el propietario de la tienda de música de Mississippi, H.C. Speir, le convenciese para grabar tras ir a conocerle en persona. El vozarrón de Patton se impone con aplomo, como si guardara el orgullo herido de todo ese pueblo, cantando con extrema gravedad y sencillez. Escuchandola, uno imagina al cantante como un portento de dos metros, capaz de romper una cabaña con sus propias manos, pero es solo una imaginación porque Patton, el hombre de la voz cavernosa de gran resonancia, apenas medía 1,65 metros y pesaba poco más de 60 kilos.
Mientras tanto, en sus canciones hay tímidas pero incesantes filigranas a la guitarra, que son el avance propio de la improvisación y sentimiento que se da en el blues más rural y primario, donde Patton es un maestro. Hay que tener en cuenta que la música afroamericana se sirvió al principio de la música europea, tanto en instrumentos y técnicas de interpretación, para tomar forma en el viejo sur. Se mezclaban músicas tradicionales europeas, reglamentadas y canónicas, provenientes del folclore anglosajón fundamentalmente, con las formas de expresión de los negros africanos. Patton aportó con asombrosa fuerza una expresión propia a este mestizaje musical.
Las grabaciones de 1929, la mayoría de ellas publicadas como sencillos de 78 revoluciones, le convirtieron en el cantante blues con mayores ventas de su época, pero su talento para el espectáculo (gritaba, gesticulaba, se tiraba al suelo, se colocaba la guitarra detrás de la cabeza o entre las piernas) ya le habían convertido para entonces en una celebridad del Delta mucho antes de entrar en el estudio. Howlin’ Wolf tomaría nota del show de Patton. De hecho, el disco que acompaña al recopilatorio de Patton se llama El Legado del Blues del Delta y allí se recogen grabaciones del propio Wolf, Willie Brown, Son House, Henry Sims, Tommy Johnson o Big Joe Williams. Imprescindible. E imposible no tener en cuenta al irrepetible Charley Patton, como uno de los grandes maestros, un pionero que, todavía hoy, suena ancestral.
Seguramente, no estarán muchos oídos hoy en día preparados para estas canciones tan rudimentarias de un lejano siglo pasado pero, si se las presta atención y se quitan prejuicios estilísticos, esconden una fuerza sobrecogedora.
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