Una relación a tres sin moralina pero de poder y lucha.
Don Juan de Austria (recuerdan a Jeromín) mandó a Juan de Escobedo a Madrid en julio de 1577 para solicitar ayuda al rey. El hermano del soberano tenía el proyecto de casarse con María Estuardo pero incluso mostró inclinación de hacerlo con Isabel de Inglaterra, con el consiguiente disgusto de Felipe II. Tal actitud de su hermano sembró el recelo y la desconfianza en el monarca Felipe ii siempre recelaba de todo, porque ya en su Imperio se estaba poniendo el Sol.. Y Antonio Pérez procuró que esa desconfianza fuera cada vez mayor.
Escobedo estaba
obligado a visitar a la princesa de Éboli, como antiguo criado que había
sido de aquella Casa y sin duda le debió de sorprender la familiaridad
con la que entraba y salía de aquella casa, Antonio Pérez. Escobedo
descubrió los amores ilícitos entre el secretario del rey y la princesa
de Éboli e incluso se atrevió a reprochar a Ana de Mendoza sus
escandalosas relaciones y la amenazó con denunciarla.
La princesa
replicó a esta amenaza de una forma chulesca: " Haced lo que queráis, Escobedo, que más quiero al trasero de Antonio Pérez que al Rey ".Eso si que vale, muy chula ella, pero en aquellos tiempos no gustaban las mujeres con decisiones propias.
Ahora bien, si Juan de Escobedo había descubierto algo peligroso, esa noticia podía llegar a oídos del rey.
Ahora bien, si Juan de Escobedo había descubierto algo peligroso, esa noticia podía llegar a oídos del rey.
Y de ello hizo alarde y fue
entonces cuando firmó su sentencia de muerte.
Antonio Pérez no podía
estar bajo la amenaza de una delación. Tras decidir asesinar a Juan de Escobedo,
el intrigante Pérez hizo creer al rey que Escobedo era quien empujaba a
don Juan de Austria a las más atrevidas ambiciones, incluso a la de la
rebelión para convertirse en el nuevo rey de España y que era necesario
eliminar a Escobedo por razones de Estado. Se pensó primero en el
veneno.Más a mano y más socorrido.
Tras dos intentos fallidos de envenenar a Escobedo, el primero como invitado en una comida en la casa de campo de Antonio Pérez y el segundo en otra comida en la casa madrileña del insistente Pérez, se introdujo al servicio de Escobedo a un sicario fuertemente sobornado para que envenenase su comida en la cocina.
El pobre Escobedo lo pasó
tan mal que tuvo que intervenir la justicia y como una esclava morisca
estaba al servicio de Escobedo trabajando precisamente como pinche en la
cocina, se la acusó de ser la malvada ejecutora de aquel
envenenamiento.
Como Escobedo volvió a salir airoso de ese percance,
Pérez ideó otro plan.
El 31 de marzo de 1578, tres sicarios se apostaron en las cercanías de la casa de doña Brianda de Guzmán, amante de Escobedo. De allí vieron salir, ya entrada la noche, a Escobedo acompañado por varios criados todos con sus hachones para alumbrar el camino.
Asaltándolos por
sorpresa les fue fácil dispersar a los criados y uno de los asaltantes
le dio una estocada en el pecho a Escobedo que le hizo caer del caballo,
moribundo. Los criados de Escobedo dieron voces pidiendo auxilio
alertando a los vecinos, escapando a duras penas de allí los tres
asesinos, perdiendo sus capas en la precipitada fuga y algunos de ellos
fueron reconocidos.
La familia de Escobedo alentada por Mateo Vázquez,
otro secretario real rival de Pérez, pidió justicia al rey. Doña
Constanza, viuda de Escobedo, acusó a Antonio Pérez y a la princesa de
Éboli como culpables por sus tratos infames descubiertos por su marido.
En mayo de 1579, Felipe II ya tiene en su poder toda la correspondencia de su hermano Juan de Austria que había fallecido hacía cinco meses en los Paises Bajos y pudo comprobar entonces la inocencia de su hermano y su lealtad, asi como el engaño en que había caido. Sus ambiciones habían sido grandes pero nunca había sido un traidor ni había maquinado rebelión alguna contra su regio hermano. Sin duda, esta revelación creo un problema de conciencia en Felipe II por su comportamiento injusto con su hermano.
Juan de Austria
Cuando el cardenal Granvela llegó el 28 de julio a Madrid, el rey hizo arrestar a Antonio Pérez y Ana de Mendoza al día siguiente. La princesa de Éboli fue arrestada en su casa, cerca de la medianoche, y llevada fuertemente custodiada al torreón de Pinto en penosas condiciones de encarcelamiento.
Jamás se procesó judicialmente a Ana de Mendoza, sin
que pudiese defender su inocencia y pedir una sentencia justa, aunque no
dejara de reclamarla.
Algunos autores indican que la princesa no fue cómplice de los manejos políticos de Antonio pero los tuvo que conocer necesariamente y compartir algunos, de ser cierta su implicación directa en la sucesión portuguesa
Algunos autores indican que la princesa no fue cómplice de los manejos políticos de Antonio pero los tuvo que conocer necesariamente y compartir algunos, de ser cierta su implicación directa en la sucesión portuguesa
. En la documentación aparece la frase " la hembra es el fermento de todo ". Además
la situación para Antonio y Ana era diferente, pues Pérez poseía, o
hizo creer al rey, papeles de estado comprometedores que impedían su
reclusión sin proceso o su ejecución.
El primer proceso y condena contra Pérez fue por corrupción y no sería acusado hasta diez años después del asesinato de Escobedo. Por otro lado, la princesa de Éboli era una "Grande de España" con tratamiento de "prima" y los nobles de su nivel intercedieron durante su primer encierro en Pinto, como el duque del Infantado o su yerno el duque de Medina-Sidonia. Felipe II se vio obligado a sacarla de la prisión de Pinto por la intercesión del anciano rey-cardenal Enrique de Portugal y sería trasladada a Santorcaz.
El primer proceso y condena contra Pérez fue por corrupción y no sería acusado hasta diez años después del asesinato de Escobedo. Por otro lado, la princesa de Éboli era una "Grande de España" con tratamiento de "prima" y los nobles de su nivel intercedieron durante su primer encierro en Pinto, como el duque del Infantado o su yerno el duque de Medina-Sidonia. Felipe II se vio obligado a sacarla de la prisión de Pinto por la intercesión del anciano rey-cardenal Enrique de Portugal y sería trasladada a Santorcaz.
Felipe II de España, retrato de Sofonisba Anguissola
Una de las medidas más severas contra la princesa era que no podía ver a sus hijos.
En la primavera de 1580, el rey ordena un régimen más benigno
para Ana, le quitará al fiero guardián, don Rodrigo Manuel y a sus
guardas y mandará, para que le releve, a un antiguo criado de la Casa de
Éboli llamado Juan de Samaniego y le permite ver a sus hijos.
La
humillación para la princesa no podía ser mayor, ser vigilada y
gobernada por un antiguo criado suyo. Ana de Mendoza lo tomó mal, de
forma que decidió dejar de hablarle y no tratar ninguna cosa con él. El
rey conquista Portugal y ella tiene esperanzas de recibir alguna merced
de su parte, de hecho Felipe II tuvo sus dudas respecto a concederle la
libertad. Pero todo siguió igual en Santorcaz y la princesa enfermó, tan
grave que estuvo al borde de la muerte. El rey da la orden de que la
princesa fuese desterrada a su palacio de Pastrana.
A
los pocos meses de instalada en su palacio, la princesa parece que se
está recuperando físicamente. En la Semana Santa de 1581, Ana de Mendoza
había decidido salir de palacio para hacer la visita a la iglesia el
día de Jueves Santo. El entorno de aquella villa tan grata para ella,
sin duda contribuyó a levantar su ánimo, y tan rápidamente, que hasta se
sospechó que no había estado tan enferma en Santorcaz e incluso que
había montado una buena comedia, cuando todo el mundo hablaba de que
tenía los días contados. Incluso se dice que la princesa fue tan
insensata que se rodeó en su palacio de Pastrana de una cuadrilla de
facinerosos capaces de cualquier maldad, manteniendo además un trato
continuo con Antonio Pérez y derrochando su fortuna..
En
1582 Felipe II despoja a Ana de Mendoza de la tutoría de sus hijos y de
la administración de sus bienes pero meses antes había planeado
recluirla en un convento. Es curioso que mientras la actitud de Felipe
hacia ella podría tildarse de cruel, siempre protegió y cuidó de los
hijos de ésta y su antiguo amigo Ruy. Desde Pastrana, Ana escribe
repetidos memoriales al rey y se interesa por sus hijos Diego y Ruy,
pero apenas por el heredero Rodrigo. En sus cartas llamaba " primo " al monarca y le pide en una de ellas que le protegiera como caballero. Felipe II se referirá a ella como " la hembra " y no varió su dura actitud con ella.
Hay cosas que un hombre sea Rey o escudero no puede admitir jamás, que Ella sea más lista y que no sintiera por él ni amor ni adoración. Y Ana era una mujer inteligente, se dijo que Felipe estuvo entre sus manos y que los hijos podrían ser de él. Historia Inresante de la victoria de una Mujer aunque se pretenda ver de otra manera.
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