No me quejo, me gusta. Cuando viajo, lo hago lejos. Mi existencia transcurre en el taller, once meses al año. No viajo para pintar, dibujar o escribir algo en particular sino para recorrer el mundo.
En los países del Himalaya quería ver más que hacer, mirar pinturas. Siempre llevo cuadernos y acuarelas y allí encontré papeles tibetanos de colores”, le cuenta Miquel Barceló a Andreu Manresa en la entrevista que abre mañana el suplemento Babelia. Barceló publica a mediados de este mes Cuadernos del Himalaya (Galaxia Gutenberg).
“En sus aventuras por el Himalaya Barceló no tiene nada de turista, así que el mundo que pinta no es una postal. Desde hace años, sus largas estancias en África le han permitido mirar a las cosas de frente.
Mirar a las cosas, sobre todo, desde esos ojos exigentes —ningún paisaje se puede comparar a los africanos. Luego, en el Himalaya, empieza a encontrar el sentido a las cosas que anda buscando y, como si de un antiguo viajero se tratara, escribe un diario que complementa con aquello que Barceló hace como pocos: dibujos rápidos, apuntes”, afirma Estrella de Diego sobre los viajes del pintor en 2009 y 2010.
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