Erotismo con hache o cómo enamorarse de las faltas de ortografía
¿Cuánto tiempo hace que chateamos por Internet? ¿Quince años, doce, diez? Desde el pionero y aún vigente Messenger del hoy dubitativo Hotmail en adelante venimos estableciendo relaciones en tiempo real, por escrito. Ahora bien, si el correo electrónico aceleró el ritmo de las relaciones epistolares de todos los tiempos, el chat en tiempo real llegó para agregar inmediatez y eliminar bastantes filtros. El primero y más engorroso: la ortografía.
Pero, ¿la mala ortografía molesta o erotiza? Aunque no lo crean, hay una parafilia asociada a los errores ortográficos. La llaman "anortografofilia".
Detalle de 'Danae' de Gustav Klimt.
Desde hace más de una década, buena parte de la Humanidad liga por Internet, se conoce chateando y alcanza límites bastante íntimos, por escrito (¡la de fantasías que somos capaces de componer en letritas!). A partir de entonces, ciertos ejemplares de ese amplio grupo digital también llegan a decepcionarse por escrito y a despedirse de románticos partenaires antes de la vida real, por una maldita e imperdonable hache de más o de menos, una be endiabladamente cruzada con una uve o por esas zetas por ces (que los latinoamericanos no pronunciamos pero debemos poner en grafía), por no hablar del "lijero" crujir de nuestro corazón (cuando alguien quiso aligerarlo y erró).Pero, ¿la mala ortografía molesta o erotiza? Aunque no lo crean, hay una parafilia asociada a los errores ortográficos. La llaman "anortografofilia".
Detalle de 'Danae' de Gustav Klimt.
Digamos que en este subgrupo exigente, también hay quien llega a perdonar unas deslibidinizadoras diéresis en "paraguas" o "ambiguo", aunque el rencor queda ahí escondido, presto a eclosionar en cualquier otro momento de desacuerdo.
Así, en los sitios de encuentros puede el/la internauta encontrarse con las presentaciones de siempre (las de quienes se dicen "fáciles de llevar" y pretenden encontrar chicas/os "normales", las de los "amigos de mis amigos" y las de las buenas personas, las que quieren volver a desear y sentirse deseados/as, o que buscan complicidad, picardía y disfrute) y, además, con los textos introductorios de quienes integran esta categoría de los exigentes de la lengua.
Como la gente sabe que en estos foros las relaciones empiezan por escrito, algunos advierten ya desde su perfil que prefieren que no contacte con ellos/as nadie que escriba "hiba"(por iba o por IVA) o "ilución" (por ilusión). Y así creen cerrar la puerta a un infausto chat de desilusiones (aunque intuyo que el que no tiene buena ortografía difícilmente se dé por aludido con el mensaje de advertencia).
‘Lo estoy haciendo contigo’. Ilustración de Carla Fernández sobre el placer del voyeur para el libro ‘Pervertidos’, vía parafiliasilustradas.blogspot.
El caso es que muchos de los que habitamos el mundo digital y el verbo escrito sabíamos de estas fobias, pero pocos habíamos escuchado hablar de una filia asociada a los errores ortográficos.
La parafilia, que figura en el glosario de parafilias del libro Perversiones de la Editorial Traspiés, en su colección Vagamundos, es la anortografofilia.
Este libro y Pervertidos, ambos de la misma editorial y de reciente publicación, llevan por subtítulo Breve catálogo de parafilias ilustradas y contienen relatos breves e ilustraciones que versan sobre asuntos bastante comprometedores. Entre ellos, baste enumerar la agorafilia (atracción por realizar el acto sexual en lugares públicos); la biandria (relación sexual entre una mujer y dos hombres); la crematistofilia (el estímulo consiste en pagar por sexo o sufrir un robo por parte de la pareja); la quinunolagnia (la excitación solo se produce al exponerse a situaciones de peligro); el retifismo (fetiche por los zapatos) o la extraña filofilia (excitación con la filosofía), que inspira un cuentito llamado Bésame, Platón, que lleva la firma del consagrado Andrés Neuman, por ejemplo.
Pero, volviendo a la anortografofilia, el caso es que la excitación, en este caso, parece provenir de las faltas mismas de ortografía —de las impertinentes jotas en los "ambages" o de las inmorales zetas de las "cruces"— y no de la persona que las comete.
Al menos, esa es la idea que sugiere el relato de Manuel Rebollar, titulado El dictado.
Aquí, un fragmento: "Iba a realizar el primer dictado después de su vuelta a clase (…) El corazón le latía intensamente, conocedor de que el primer día era el más difícil después de meses de terapia, ingresado, por propia decisión, para intentar superar su insana obsesión. (…) comenzó a dictar pausadamente, supuestamente distraído, sin querer fijar la mirada en nada, para que las tentaciones no tuvieran un hueco donde encarnarse…".
Imagen de 'Sade', la obra de 'Sa Murga':
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