Salgo de la cita anual con HP en volandas de la alegría.
Cada año lo mismo: me digo de ir en los primeros días y termino, lleno de temor e ignorancia, por presentarme a finales. Cada año, parte de la alegría me viene de sentirme un ciudadano más. Aunque el gestor, esta tarde, en los cinco minutos de la visita, incluyó un bostezo considerable.
Vivo sin almanaques, sin agenda, con el teléfono al otro extremo de casa. Salgo del despacho al calor africano de Urgell e impulsado por la energía civil regreso andando hasta Ganduxer.
Pero cuánta miseria, que en otros años no se veía tanto, por los alrededores del Clìnic. Los chatarreros también avanzan por la Plaza, haciéndome la competencia con libros, ropa, maderas.
Todo es triste, mudo. La crisis de 1973 nos sorprendió (y de lado) siendo muy jóvenes.
Esta de ahora es grande, sin paliativos, desmoronando la escasa credibilidad que le concedíamos al sistema político, y total descrédito de los medios de comunicación que sirven -al sistema político, pero sobre todo al financiero- de administradores de mentiras y silencios.
En volandas de la alegría, por un túnel de calor, qué importa hacia adónde. Hemos tenido solidez ciudadana durante cinco minutos.
Ahora, al cielo blanco, como los vencejos que sestean en esta hora.
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