Sin noticia de los gorriones. ¿Los vencejos? ¿Las afiladas gaviotas calle arriba? ¿La luna, no había luna grande llegando?
Nada. Hasta las nubes se han hecho blanco sobre un cielo intocable.
Me pregunto por mí y apenas escucho el rumor del mar cuando se retira de los cayados.
Todo ese murmullo que traslada por las noches al otro lado del horizonte.
Se trata -alguien me responde- de juntar un día con otro.
De sobrevolar los días, unos con otros. De sentir qué seguimos siendo entre sus huecos.
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