Del Museo Balenciaga que el pasado mes de junio abrió sus puertas tras 12 años de trabajo sólo queda hoy un diseño del modisto de Getaria, una pieza única, de 1912, un traje de sastre que el referente de la moda española urdió para su prima Salvadora Egaña
. El resto de vestidos y abrigos que han estado expuestos hasta comienzos de mayo han sido renovados por otros 69 de un fondo de 1.300, que a partir de hoy podrán ser visitados por el público.
Cambios de aire por exigencia del guión —una prenda de vestir no puede estar expuesta de forma indefinida para su correcta conservación—, que permiten una nueva mirada sobre Balenciaga.
Bajo las necesidades técnicas y el objetivo de insuflar “dinamismo” al centro, según su director, Javier González de Durana, ayer fue presentada la nueva exposición permanente.
Las piezas heredan el mismo discurso expositivo que las anteriores, cinco salas en las que se aborda los inicios de Balenciaga, sus creaciones de día, noche, cóctel y novias, para terminar el recorrido con una selección de trajes que ilustran el proceso de creación del diseñador.
La nueva selección ofrece un recorrido más “homogéneo”, explicó el director del centro, mayor “coherencia cronológica” para mostrar la consolidación de Balenciaga a lo largo de su trayectoria y “mayor diversidad de estilos”.
Las piezas expuestas en esta ocasión no proyectan la aureola de sus propietarias, de Grace Kelly o la reina Fabiola de Bélgica, ya que se han seleccionado vestidos de propietarias menos ilustres.
“Lo importante es quién hacía esas piezas, no para quién las hacía”, puntualizó el responsable del centro, acompañado de la consejera de Cultura, Blanca Urgell, la directora de Cultura de la Diputación de Gipuzkoa, Garazi López de Etxezarreta, y la comisaria de la muestra, Miren Arzalluz.
De entre las 69 creaciones expuestas González de Durana destacó dos
. La primera, “una pieza de terciopelo negro, con bordados en azabache, que acusa una fuerte influencia historicista de las cortes europeas y especialmente de la española del siglo XVII. Ejemplo de como Balenciaga revisaba y actualizaba la indumentaria histórica”.
La segunda, dos trajes que el modisto ideó para la compañía aérea Air France, “una empresa”, destacó González de Durana, que “siempre ha considerado a sus azafatas embajadoras de Francia y que no ha dudado en contratar a los mejores para diseñar sus uniformes”.
Además, el Museo Balenciaga se lleva una lección aprendida de su casi primer año de vida y del diseño de dos colecciones permanentes.
“No volveremos a dejar al centro sin piezas expuestas de Balenciaga”, prometió el director, en referencia al lapso de tiempo —del 2 de mayo a hoy—, que ha empleado el centro en renovar la muestra.
. El resto de vestidos y abrigos que han estado expuestos hasta comienzos de mayo han sido renovados por otros 69 de un fondo de 1.300, que a partir de hoy podrán ser visitados por el público.
Cambios de aire por exigencia del guión —una prenda de vestir no puede estar expuesta de forma indefinida para su correcta conservación—, que permiten una nueva mirada sobre Balenciaga.
Bajo las necesidades técnicas y el objetivo de insuflar “dinamismo” al centro, según su director, Javier González de Durana, ayer fue presentada la nueva exposición permanente.
Las piezas heredan el mismo discurso expositivo que las anteriores, cinco salas en las que se aborda los inicios de Balenciaga, sus creaciones de día, noche, cóctel y novias, para terminar el recorrido con una selección de trajes que ilustran el proceso de creación del diseñador.
La nueva selección ofrece un recorrido más “homogéneo”, explicó el director del centro, mayor “coherencia cronológica” para mostrar la consolidación de Balenciaga a lo largo de su trayectoria y “mayor diversidad de estilos”.
Las piezas expuestas en esta ocasión no proyectan la aureola de sus propietarias, de Grace Kelly o la reina Fabiola de Bélgica, ya que se han seleccionado vestidos de propietarias menos ilustres.
“Lo importante es quién hacía esas piezas, no para quién las hacía”, puntualizó el responsable del centro, acompañado de la consejera de Cultura, Blanca Urgell, la directora de Cultura de la Diputación de Gipuzkoa, Garazi López de Etxezarreta, y la comisaria de la muestra, Miren Arzalluz.
De entre las 69 creaciones expuestas González de Durana destacó dos
. La primera, “una pieza de terciopelo negro, con bordados en azabache, que acusa una fuerte influencia historicista de las cortes europeas y especialmente de la española del siglo XVII. Ejemplo de como Balenciaga revisaba y actualizaba la indumentaria histórica”.
La segunda, dos trajes que el modisto ideó para la compañía aérea Air France, “una empresa”, destacó González de Durana, que “siempre ha considerado a sus azafatas embajadoras de Francia y que no ha dudado en contratar a los mejores para diseñar sus uniformes”.
Además, el Museo Balenciaga se lleva una lección aprendida de su casi primer año de vida y del diseño de dos colecciones permanentes.
“No volveremos a dejar al centro sin piezas expuestas de Balenciaga”, prometió el director, en referencia al lapso de tiempo —del 2 de mayo a hoy—, que ha empleado el centro en renovar la muestra.
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