Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

13 abr 2012

Mirar para ver

JORGE A. RODRÍGUEZ - 13/04/2012
La historia de Inglaterra recorre la carretera A-4. O casi. Una carretera secundaria que nace en la noble localidad de Windsor-Eaton y muere en la no menos noble Bath, tras atravesar los muy ingleses condados de Wiltshire, Berkshire, Hampshire y Sommerset. Es un viaje para hacer en coche (pero despacio), con un chubasquero siempre alerta (aunque sea verano), y con la guía de bed and breakfast en la mano. La ruta permite recorrer con mínimos desvíos los desconocidos círculos neolíticos de Avebury, el magnífico palacio donde se rueda la serie Downton Abbey, atravesar la georgiana Malborough y su colegio -donde estudió Kate Middleton-, y llegar algo más allá a la muy medieval Lacock, escenario de Harry Potter y monumento nacional.
La Royal Crescent de Bath.
Ampliar
La Royal Crescent de Bath.- Getty
El círculo megalítico de Avebury.
Ampliar
El círculo megalítico de Avebury.
Es un viaje a Inglaterra, pero sin Londres (siempre atestado en vacaciones), para hacerlo preferiblemente en primavera o verano, porque lo suyo es disfrutar de la campiña inglesa y porque casi todo lo que hay que hacer es al aire libre.
 Lo recomendable es conducir un coche inglés y ser precavido en estas carreteras sin arcenes donde se conduce por la izquierda. Sin vehículo propio es mejor ni intentarlo.
La bicicleta es una opción. Casi todo es llano. Estas son seis excursiones (casi) sin salirse de la A-4. La autopista M4 es otra opción, pero no tan entretenida.

01 Té con lady Cibil

Castillo de Highclere o Downton Abbey
Primero se atisban sus torres entre el cuidado paisaje. Pero cuando se toma la última curva del sinuoso camino entre prados, la vista se llena con el imponente palacio que se alza sobre la loma. Es el castillo de Highclere, el escenario de la exitosa serie televisiva Downton Abbey.
 En la vida real es la residencia de los condes de Carnavon, que han vivido allí desde 1679.
 El quinto lord Carnavon fue codescubridor junto a Howard Carter de la tumba de Tutankamón y partícipe de su maldición. El castillo y sus jardines son visitables y también puede recorrerse la colección privada de objetos de Egipto de la familia. Pagando, claro. No es barato (adultos, 16 libras, unos 19,50 euros), pero hay boleto familiar (58,25 euros, cinco personas, uno o dos de ellos adultos) y hasta hacen un poco la vista gorda sobre el parentesco con grupos pequeños.
Los Carnavon (los octavos condes, te explican) siguen viviendo en el castillo, pero cuando se rueda la serie, la familia se traslada a una planta superior o a alguna de sus cercanas posesiones
. Cuando te asomas al dormitorio de lady Cibil (la noble de ficción) ves las babuchas de la noble de verdad, la toalla arrugada en el baño o el libro medio abierto en la mesilla. La biblioteca y el impresionante salón, con su bella escalera, son el orgullo de la casa, y los muy británicos guías (estirados, pero simpáticos, a lo George y Mildred) lo remarcan con orgullo.
El sótano del castillo alberga la colección de objetos egipcios
. La mayor parte de la colección fue vendida por culpa de las deudas, aunque otra parte permaneció durante años en cajas. Te la puedes saltar: mejor visitar el Museo Británico en Londres o el Ashmoleam en Oxford. Lo más inglés, especialmente si luce un día soleado, es pasar por el salón de té del castillo, tomar una bandeja con una tetera, tazas, unos sándwiches y scoones y hacer un elegante pic-nic en sus impresionantes jardines, quizá lo mejor de la visita.

02 Los dominios de Kate

Hungerford y Marlborough
Marlborough es una localidad ligada a la nobleza
. De este pueblo de configuración puramente georgiana desciende el linaje de Winston Churchill o Diana de Gales, por ejemplo.
Y últimamente se ha atado aún más a la realeza. Por sus calles camparon Kate y Pippa Middleton, es decir, Catalina de Cambridge, esposa del príncipe Guillermo, y su glamurosa hermana. Ambas estudiaron en el Marlborough College mientras sus padres residían en Bucklebury. El colegio es visitable, pero no en masa, y, desde luego, hay que hacerlo en silencio. Puede recorrerse su magnífica explanada central o los inmensos jardines, entre los que se alojan los edificios para la docencia y el alojamiento. Sus campos de deporte son primorosos.
 Por tener, tiene hasta un pequeño lago para el remo romántico.
Por las tardes, muchos de los estudiantes acuden a The Bear Hotel, con billar e, increíble, tapas españolas, como se dice en la pizarra de la entrada
. La A-4 pasa por el mismo centro del pueblo y compone su calle principal, donde se asienta el mercado de los jueves. Junto a la puerta lateral del colegio hay una tienda (Crosby & Lawrence) donde se pueden encontrar artículos y ropa de los extravagantes deportes más ingleses, como el críquet y el croquet, y venden camisetas y sudaderas con el escudo y el nombre del famoso colegio.
A tiro de piedra por la A-4 está Hungerford, otro pueblo georgiano que se recorre enseguida, pero tiene la fama en el país de ser una localidad donde se pueden encontrar las mejores antigüedades del sur de Inglaterra en la media docena de sus tiendas de anticuario. Es un histórico pueblo de mercado y, si no se quiere ir de antigüedades o dormir aquí, poco más hay que hacer, salvo recorrer el canal del Kennet y el Avon, que une Bristol con Londres y que durante años fue la principal ruta de transporte de mercancías entre el famoso puerto y la City.

03 Bloques graníticos

Silbury, Avebury, Stonehenge...
Quienes disfrutan las piedras antiguas de verdad deben reservarse un día para recorrer Avebury Circle, Silbury Hill, Long Barrow y, un poco más allá, Stonehenge.
 Una vez más hay que tomar la A-4 desde Marlborough en dirección a Calne. Antes de llegar a Beckhampton está la tumba conocida como Long Barrow. Es un agradable y corto paseo desde la carretera. Si se tiene suerte, algún agricultor guasón habrá trazado uno de esos dibujos en los campos de cereal que los rodean (los crop circles) y que inspiraron el filme Señales. En el barrow (túmulo) no suele haber nadie. Impresiona tocar su piedra llevada allí 3.600 años antes de Cristo.
A la vista, pero al otro lado de la carretera, queda Silbury Hill, una enigmática colina de 40 metros de altura que nuestros antepasados más remotos construyeron con minúsculas piedras de creta blanca. ¿Para qué se edificó este promontorio hace miles años? Nadie lo sabe. Se dice que fue un lugar de culto, la puerta a otro mundo. La han perforado por todas partes pero no se ha resuelto gran cosa, salvo que se trata de una construcción humana al estilo de las pirámides de Egipto. Pat Honeybond, quien regenta un encantador bed and breakfast en Hungerford, dice que hasta que impidieron escalarla para preservarla del deterioro que estaba sufriendo era uno de sus lugares predilectos de juego, y desde su altura bajaba chorreando por sus verdes laderas.
Un poco más allá, en dirección a Bath, están los círculos de piedra de Avebury. Pariente pobre de Stonehenge, es gratuito y conserva intacto un encanto rural, con rebaños de ovejas pastando y visitantes sentados con su espalda en los henges (bloques graníticos); algunos, imaginando, otros, tomando un tentempié. Aquí, uno puede transitar la inmensa trinchera circular que rodea estas enigmáticas construcciones, recorrer con aire druídico el sendero ritual de las procesiones neolíticas y observar los tres círculos aquí levantados (las casas del pueblo lo interrumpen).
 No hay colas ni apenas turistas, salvo los fines de semana, ya que es un destino de los moteros británicos, cuya parada obligada es el pub The Red Lion (casi cada pueblo tiene un pub con este nombre) y los numerosos bed and breakfast de este pueblo. Junto a la gran trinchera se halla Tree Root Hill, un conjunto de magníficas hayas cuyas raíces forman un espectáculo natural donde se puede dejar un mensaje en las ramas.
 El descuido ha destrozado las espectaculares raíces.
A 28 kilómetros, tomando la 361 hacia Devizes, se llega a Stonehenge. Las colas de gente y las filas de autobuses (incluso, el precio de la entrada, 7,50 euros) no deben disuadir a nadie. Una vez dentro del recinto y armado con la audioguía, uno puede aislarse en la pradera mientras imagina cómo fueron llevadas hasta allí las piedras azules desde las montañas Preseli o el origen y la utilidad del círculo. Este es, sin duda, un lugar de poder. Párese y lo sentirá.
 Los alrededores, cuajados de enterramientos, invitan a imaginar qué llevó a levantar este sitio tan especial en las llanuras de Salisbury. Un detalle: los sándwiches que hacen y venden diariamente en sus tenderetes son muy sabrosos.

No hay comentarios: