Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

22 abr 2012

Horas difíciles para la Monarquía Siempre hay que preguntar, a ¿Quién Benefia, dar esta noticia?

El Rey preside una parada militar en honor al presidente de Chile, Sebastián Piñera, el pasado mes de marzo. / PIERRE-PHILIPPE MARCOU (AFP)
Se preparó toda la vida para ser Rey, pero no para pedir perdón.
 Los reyes no se excusan, no dan explicaciones, no se justifican, no prometen enmendarse.
 Si sucede, es que algo muy grave está pasando, una crisis de proporciones desconocidas. Estos días, antes y después del impacto de las imágenes del Rey con la cabeza gacha reclamando a los españoles que le den otra oportunidad, prometiendo que no volverá a equivocarse, en todos los despachos del poder político y empresarial, las preguntas se repiten
: ¿Estamos ante el ocaso de don Juan Carlos? ¿Superará la Monarquía esta crisis? ¿Ha llegado el momento de pensar en una abdicación?
La de don Juan Carlos ha sido una vida acelerada, llena de sorpresas y momentos cumbre en los que todo podía salir fatal. En un país con dos repúblicas a sus espaldas, con un partido centenario como el PSOE de tradición republicana, con una izquierda y unos nacionalistas declaradamente antimonárquicos y una parte importante de la derecha que nunca quiso la Monarquía y mucho menos a este Rey, la tranquilidad estaba descartada. Pero nadie en su entorno, y mucho menos él mismo, pensó nunca que la crisis de credibilidad llegaría tan lejos precisamente en el momento más difícil, en el que sus 74 años, 36 de ellos como Rey, sus problemas de salud y sus dificultades de movimientos hacían que muchos, siempre en sordina, siempre en los cenáculos del poder en Madrid, hablaran ya de la sucesión.

El Rey, señalan los que le conocen, se quedó muy impactado al comprobar la profunda indignación que había causado una noticia que nunca se pensó como tal.
Como en otras muchas ocasiones, había preparado un viaje privado destinado a ser absolutamente secreto. Como otras veces —la fotografía que se ha publicado en una cacería y que ha rematado el escándalo es de 2006— se había organizado cacería de elefantes en Botsuana.
Otras veces fueron búfalos, otras osos en Rumanía. Siempre en secreto, invitado por algún empresario, españoles y extranjeros. Todo con la opacidad que ha caracterizado el mundo que le rodea.
 Pero esta vez, además, en la peor semana de la prima riesgo española, mientras el Gobierno anunciaba recortes duros en educación y sanidad.
El Gobierno de Mariano Rajoy, una vez más, como antes el de José Luis Rodríguez Zapatero, había mirado para otro lado, como si no fuera asunto suyo. Mientras sea secreto, no hay problema, se pensaba. Rajoy, que conocía el viaje, no se animó a frenarlo, si es que en algún momento pensó que debía hacerlo
. Decirle no a un Rey no es plato de buen gusto. Solo Adolfo Suárez, Felipe González y José María Aznar lo hicieron algunas veces. Y con conflictos serios, porque don Juan Carlos, como cualquier Rey, no es un hombre acostumbrado a recibir negativas.
La conclusión se perfiló hasta llegar a una idea: “O pide perdón, o está muerto políticamente”. 
Y lo hizo
Algunos políticos de ambos partidos consultados señalan que con Zapatero primero y ahora con Rajoy se ha perdido mucha formalidad en las relaciones entre el Gobierno y la Casa del Rey. En teoría, el Ejecutivo debe controlar y dirigir todo lo que hace y dice el Rey.
Pero en la práctica ese control se ha relajado con los años, sobre todo en lo que se refiere a sus viajes privados y relaciones con millonarios de todo tipo, por lo que algunas de las críticas plantean ahora que Rajoy debe recuperar el mando. Algunos dirigentes señalan que el presidente está “preocupado y ocupado” y sin duda tratará a partir de ahora de estar mucho más encima. Señalan que a eso se refería el presidente cuando dijo el jueves a los periodistas, en un avión entre México y Colombia, ante una pregunta sobre el perdón del Rey: “Las cosas van a ir bien en el futuro”.
 La Casa del Rey se muestra dispuesta a mejorar la comunicación con el Gobierno.
Lo cierto es que todo se ha aliado para formar la tormenta perfecta. El Rey se rompió la cadera en la cacería. La Zarzuela dudó durante 36 horas en los que todo se mantuvo en un secreto impensable en cualquier otra institución. ¿Qué hacer? ¿Cómo explicar lo inexplicable? Alguien incluso planteó contar oficialmente que se había caído en Madrid. Un riesgo enorme: si se desvelaba al viaje, al escándalo se sumaba la mentira. Se descartó.
 Al final, cuando don Juan Carlos ya estaba en un hospital español preparado para ser intervenido, se intentó una voladura controlada del escándalo, al estilo tradicional. Un día y medio después. Pero fue imposible.

10 meses convulsos

» 3 de junio de 2011. El Rey sufre una operación en su rodilla derecha. Zarzuela reconoce que tiene problemas de locomoción.
» 4 de septiembre de 2011. El Rey es intervenido del tendón de Aquiles de su pie izquierdo. La operación se practica de madrugada. La prensa fue informada a posteriori.
» 26 de Octubre de 2011. Por primera vez, el rey suspende en valoración en una encuesta del CIS. Obtuvo un 4,89.
»7 de noviembre de 2011. Anticorrupción registra la sede de Noos en Barcelona, sociedad en la que Iñaki Urdangarín fue presidente.
» 12 de diciembre. La Casa del Rey aparta a Urdangarín de las actividades oficiales.
» 24 de diciembre. En su discurso navideño, el Rey dice que “todos somos iguales ante la ley” en alusión a la investigación sobre las actividades de su yerno.
» 27 de diciembre. El Parlamento en pie recibe al Rey con un caluroso aplauso que duró dos minutos en la sesión de apertura de la X legislatura.
» 28 de diciembre. Zarzuela decide hacer públicas las cuentas de la Casa del Rey.
» 29 de diciembre. El juez levanta el secreto del sumario de la operación Babel e imputa a Iñaki Urdangarín.
» 25 de febrero. Iñaki Urdangarín comparece en los juzgados de Palma para prestar declaración.
» 20 de marzo. El Rey convoca en Zarzuela a los principales empresarios españoles y les pide que “arrimen el hombro”
» 14 de abril. El Rey es operado de una fractura en la cadera tras sufrir una caída durante un viaje a Botsuana.
Se hizo público el viaje sin muchos detalles, pero los suficientes —caza, Botsuana, elefantes— y la prensa ató rápidamente cabos: safari elitista, escapada en la peor semana para la prima de riesgo, poco después de haber dicho que el paro juvenil le quitaba el sueño y pedir a los empresarios que arrimaran el hombro.
 Desde ese momento, el Rey ha podido comprobar la magnitud de la crisis institucional a la que se enfrenta. Ha leído prensa, ha visto la televisión, ha escuchado la radio.
 Pese al evidente respaldo tanto del Gobierno y el PP como del PSOE, al menos de la dirección del PSOE, el escándalo crecía a cada hora, alentado por los detalles que iban narrando los medios de comunicación y un fenómeno con el que la Monarquía, acostumbrada a resolver las crisis en despachos, no contaba: las redes sociales.
Don Juan Carlos y sus asesores comprobaron con estupor cómo se rompía definitivamente el tabú de los viajes, las amistades y la vida privada del Rey, que resistió durante 36 años de reinado, para sorpresa de muchos observadores extranjeros, acostumbrados a que la prensa amarilla despelleje a sus monarcas. Durante cinco eternos días de crisis, el Rey llegó a una conclusión muy clara, empujado por sus asesores: o hacía algo muy radical para intentar recuperar el prestigio y el afecto de la ciudadanía, sobre todo la que no es monárquica pero respeta su figura por sus méritos durante la Transición, o podía estar frente al final de su carrera.
 La conclusión se perfiló hasta llegar a una idea: “O pide perdón, o está muerto políticamente”. Y lo hizo: “Lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir”.
Una petición de disculpas nítida, que no ha dejado a nadie indiferente, y que ha permitido al PP y al PSOE salir de nuevo en su apoyo sin matices.
En una España en la que ya parecen rotos todos los pactos tácitos, en la que se habla de casi todo, el Rey sigue siendo, para la política y el empresariado, para el poder, una figura casi intocable. Como demuestra el hecho de que todos los consultados para este artículo —políticos del Gobierno y la oposición, empresarios— hayan pedido el anonimato para analizar la situación de fondo. Algunos han rechazado ese análisis incluso bajo la condición de anonimato, porque entienden que eso podría perjudicar de alguna manera al Rey. “He jurado mi cargo con lealtad al Rey, y eso incluye no criticarle de ninguna manera, ni siquiera off the record”, señalaba un miembro del Ejecutivo.
En los círculos de poder señalan que el Rey ya no está tan pendiente de la actualidad como antes, pero no quiere abdicar
La preocupación está creciendo. Todas las alarmas saltaron en octubre de 2011, cuando el CIS detectó que, por primera vez en la historia, la Monarquía suspendía en valoración ciudadana, con un 4,89 sobre 10.
 Las encuestas de Metroscopia detectan además algo más profundo: los jóvenes por debajo de 35 años, que no vivieron la Transición ni el golpe de Estado, no comprenden la utilidad de la Monarquía.
Si en 1996 apostaban por ella el 66% de los encuestados frente a un 13% de republicanos, en 2011, ha pasado a un 49% a 37%, siempre a favor de la Monarquía. Entre los menores de 35 años hay un empate a 45%.
Pero lo más preocupante para los políticos es que encuestas recientes que se manejan estos días en los despachos indican que el deterioro de don Juan Carlos e incluso de rebote del Príncipe —aunque menos— es muy importante y que en los menores de 35 años, la república ya supera claramente a la Monarquía como preferencia, por primera vez desde 1978.
El Rey abandona el hospital, el pasado miércoles. / LUIS SEVILLANO
¿Qué hacer? La Zarzuela habla de mucha mayor transparencia, algunos de cambio de rumbo.
 Esto es, no más cacerías en plena crisis, no más silencio sobre las cuentas y los regalos del Rey. Señalan que ya empezaron esos cambios el año pasado al publicar, por primera vez, cómo repartía el Rey las asignaciones entre los miembros de su familia.
El nombramiento hace ocho meses de un nuevo jefe de la Casa del Rey, Rafael Spottorno, y hace mes y medio de un nuevo responsable de comunicación, Javier Ayuso, respalda esa idea de la renovación.
 Ambos tienen por delante un reto difícil: adaptar una institución por definición arcaica y reservada al mundo abierto e hipercrítico de siglo XXI.
Se plantean, de momento, una gran reforma de la web para dar mucha más información de todo lo que sucede en esa casa.
“Que se debilite su figura es malo para la empresa española, que le pide que interceda en el exterior”, apunta un empresario
El Gobierno, en privado, también señala que está dispuesto a cambiar cosas.
 Pero a la hora de la concreción no hay nada claro. La vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría ha dejado clarísimo, antes y después del escándalo, que la Casa del Rey queda excluida de la ley de transparencia porque no es una administración pública.

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