En el moderno edificio donde el Fondo Monetario Internacional (FMI) celebra sus reuniones, en la avenida de Pensilvania de Washington con la calle 19, un asunto se ha colado inesperadamente en la agenda de su asamblea de primavera.
En la última semana, no había conferencia, rueda de prensa, corrillo o seminario que no arrancara casi inevitablemente con una pregunta sobre España. ¿Será el próximo país en solicitar un rescate financiero?; ¿la duda no es si pasará, sino cuándo?; ¿puede haber una intervención parcial del país?
Lo cierto es que la situación española se ha convertido en un banco de pruebas sobre las consecuencias de la austeridad y el ritmo al que habría que aplicar los ajustes. “La cuestión relevante no es si debería haber consolidación fiscal o no. Debería. La cuestión es a qué velocidad”, defendía el economista jefe del Fondo, Olivier Blanchard, durante la presentación de las Perspectivas Económicas Mundiales.
El mercado ha vuelto su mirada a la interacción entre austeridad y crecimiento y discute si acierta Europa con su apuesta por los ajustes frente a las recetas que aplica EE UU o las que recomienda el propio FMI. “Sin darse cuenta, España se ha convertido en un test para la cuestión fundamental que afronta Europa”, subraya Phil Suttle, economista jefe del Instituto de Finanzas Internacionales, que agrupa a los principales bancos privados del mundo y que se reúne de forma paralela a cada asamblea del FMI.
Un test que suscita dudas sobre su final. “Desde hace semanas todo el mundo me pregunta por España, quieren saber cómo de grave es la situación, qué está haciendo de verdad el Gobierno, si habrá intervención. Esa tónica se ha mantenido en la asamblea. Incluso miembros de Gobiernos de fuera de Europa buscan respuestas”, asegura un inversor afincado en EE UU.
“Somos la estrella invitada y eso no es bueno”.
Las medidas aprobadas por el Gobierno no han logrado reducir la presión de los mercados sobre la deuda española. Ni la subida de impuestos, ni la reforma laboral que provocó una huelga general ni los 27.000 millones recortados en los Presupuestos ni las últimas reducciones de prestaciones en sanidad y educación parecen calmar la voracidad de los inversores.
“Al Gobierno le ha fallado claramente la comunicación”, admitía un responsable del FMI.
Pero también algo más. Lo dijo el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, hace unas semanas y lo ha dicho el FMI en esta asamblea. “El Gobierno ha establecido unos planes muy fuertes y la clave es la implementación. Por ejemplo, el sector financiero necesita aumentar sus niveles de capital y liquidez.
Hay buenos planes al respecto, pero tienen que ser aplicados”, apuntaba el número dos del departamento de análisis del FMI, Jörg Decressin.
La desviación del objetivo de déficit de 2011 al 8,5% del PIB, desde el 6% inicial, ha tenido un fuerte impacto en el exterior. Aunque dentro de España se acepta una cierta limpieza de cajones con cada cambio de Gobierno, esa es una dinámica que no se alcanza a entender fuera, de ahí que las miradas se hayan puesto en el control del déficit por parte de las comunidades autónomas y una mayor transparencia de sus cuentas. Hay que evitar a toda costa, dicen los analistas, una repetición de lo que sucedió el año pasado.
“Aunque, sin duda, lo más importante es detallar un plan a medio plazo, con objetivos de realistas y medidas concretas que reduzcan la presión sobre las reformas a corto plazo. Es lo que hizo el Reino Unido y lo que debería hacer el Gobierno español. Su ultima oportunidad es el Programa de Estabilidad, que tiene que presentar en los próximos dias”, asegura un experto del sector financiero. Si falla con eso, el impacto puede ser letal.
Esa ausencia de planes concretos para 2013 explica que el FMI apenas augure un descenso de tres décimas en el déficit público de 2013 (del 6% al 5,7%).
Pero los expertos del organismo tampoco tuvieron en cuenta el impacto de los Presupuestos de 2012 sobre el déficit de este año, lo que les obligará a revisar sus estimaciones.
Existe la sensación en la comunidad financiera de que el Gobierno español se relaja en la aplicación de reformas cuando desaparece la presión de los mercados.
“Sin las subastas de liquidez del BCE de diciembre y febrero, el Gobierno no habría podido permitirse esperar a marzo para presentar sus Presupuestos”, asegura un responsable de un fondo de inversión. “Ahora el BCE está dispuesto a hacer sufrir a España para que aplique las reformas”.
El ministro de Economía, Luis de Guindos, mantendrá este lunes reuniones con inversores en Nueva York para venderles las bondades de los planes del Gobierno. Pero, a la vista de cómo ha ido la asamblea, el mensaje que recibirá parece claro: ver para creer.
En la última semana, no había conferencia, rueda de prensa, corrillo o seminario que no arrancara casi inevitablemente con una pregunta sobre España. ¿Será el próximo país en solicitar un rescate financiero?; ¿la duda no es si pasará, sino cuándo?; ¿puede haber una intervención parcial del país?
Lo cierto es que la situación española se ha convertido en un banco de pruebas sobre las consecuencias de la austeridad y el ritmo al que habría que aplicar los ajustes. “La cuestión relevante no es si debería haber consolidación fiscal o no. Debería. La cuestión es a qué velocidad”, defendía el economista jefe del Fondo, Olivier Blanchard, durante la presentación de las Perspectivas Económicas Mundiales.
¿Será el próximo país en solicitar un rescate financiero?; ¿la duda no es si pasará, sino cuándo?; ¿puede haber una intervención parcial del país?
Un test que suscita dudas sobre su final. “Desde hace semanas todo el mundo me pregunta por España, quieren saber cómo de grave es la situación, qué está haciendo de verdad el Gobierno, si habrá intervención. Esa tónica se ha mantenido en la asamblea. Incluso miembros de Gobiernos de fuera de Europa buscan respuestas”, asegura un inversor afincado en EE UU.
“Somos la estrella invitada y eso no es bueno”.
Las medidas aprobadas por el Gobierno no han logrado reducir la presión de los mercados sobre la deuda española. Ni la subida de impuestos, ni la reforma laboral que provocó una huelga general ni los 27.000 millones recortados en los Presupuestos ni las últimas reducciones de prestaciones en sanidad y educación parecen calmar la voracidad de los inversores.
“Al Gobierno le ha fallado claramente la comunicación”, admitía un responsable del FMI.
Pero también algo más. Lo dijo el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, hace unas semanas y lo ha dicho el FMI en esta asamblea. “El Gobierno ha establecido unos planes muy fuertes y la clave es la implementación. Por ejemplo, el sector financiero necesita aumentar sus niveles de capital y liquidez.
Hay buenos planes al respecto, pero tienen que ser aplicados”, apuntaba el número dos del departamento de análisis del FMI, Jörg Decressin.
La desviación del objetivo de déficit de 2011 al 8,5% del PIB, desde el 6% inicial, ha tenido un fuerte impacto en el exterior. Aunque dentro de España se acepta una cierta limpieza de cajones con cada cambio de Gobierno, esa es una dinámica que no se alcanza a entender fuera, de ahí que las miradas se hayan puesto en el control del déficit por parte de las comunidades autónomas y una mayor transparencia de sus cuentas. Hay que evitar a toda costa, dicen los analistas, una repetición de lo que sucedió el año pasado.
“Aunque, sin duda, lo más importante es detallar un plan a medio plazo, con objetivos de realistas y medidas concretas que reduzcan la presión sobre las reformas a corto plazo. Es lo que hizo el Reino Unido y lo que debería hacer el Gobierno español. Su ultima oportunidad es el Programa de Estabilidad, que tiene que presentar en los próximos dias”, asegura un experto del sector financiero. Si falla con eso, el impacto puede ser letal.
Esa ausencia de planes concretos para 2013 explica que el FMI apenas augure un descenso de tres décimas en el déficit público de 2013 (del 6% al 5,7%).
Pero los expertos del organismo tampoco tuvieron en cuenta el impacto de los Presupuestos de 2012 sobre el déficit de este año, lo que les obligará a revisar sus estimaciones.
Existe la sensación en la comunidad financiera de que el Gobierno español se relaja en la aplicación de reformas cuando desaparece la presión de los mercados.
“Sin las subastas de liquidez del BCE de diciembre y febrero, el Gobierno no habría podido permitirse esperar a marzo para presentar sus Presupuestos”, asegura un responsable de un fondo de inversión. “Ahora el BCE está dispuesto a hacer sufrir a España para que aplique las reformas”.
El ministro de Economía, Luis de Guindos, mantendrá este lunes reuniones con inversores en Nueva York para venderles las bondades de los planes del Gobierno. Pero, a la vista de cómo ha ido la asamblea, el mensaje que recibirá parece claro: ver para creer.
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