Sotheby’s no es supersticiosa.
Este viernes 13 de abril se dispone a exponer la tercera de las cuatro versiones de El Grito, la archifamosa obra del noruego Edvard Munch (1863-1944), dos de cuyas otras versiones fueron robadas, y luego recuperadas, hace no muchos años. Considerada uno de los grandes iconos de la pintura mundial, a la altura según algunos de La Mona Lisa, la versión de 1895, la única que está en manos privadas, se subastará el 2 de mayo en la sucursal neoyorquina de Sotheby’s y la casa de subastas espera alcanzar un precio por encima de los 80 millones de dólares que constituiría un auténtico hito en el mundo del arte.
Esta versión de El Grito, que se distingue de las otras tres en que es la que tiene los colores más vivos, con el cielo dominado por el rojo-sangre, el amarillo y, en menor medida el azul, es la única en la que uno de los dos personajes secundarios, al fondo a la izquierda del cuadro, está encorvado sobre si mismo, como contemplando la ciudad al fondo.
Pintada en 1895, es la tercera de la serie de cuatro y la única cuyo marco original fue pintado por el artista con un poema en el que describe las circunstancias que le llevaron a pintarlo:
“Estaba yo caminando por la carretera con dos amigos / a la puesta del sol – El cielo se tornó rojo sangre / Y sentí un aroma de melancolía – Me quedé parado / muerto de cansancio – por encima del negro-azulado / de las leguas de sangre y fuego del Fiordo y la Ciudad – Me quedé atrás / temblando de Ansiedad – y sentí el gran grito de la Naturaleza”.
Al igual que su contemporáneo Vincent van Gogh, el deseo de Edvard Munch era pintar una nueva forma de realidad enraizada en la experiencia psicológica, más que visual.
“Es esa proyección del estado mental de Munch lo que le hizo tan innovador como artista: un paisaje de la mente cuyo impacto todavía se siente en el arte de hoy”, subrayan los expertos de Sotehby’s. “El Grito de Munch es la imagen definitoria de la modernidad”, ha afirmado Simon Shaw, responsable de la sección de Impresionismo y Arte Modero de Sotheby’s Nueva York, durante la presentación de la obra en Londres.
A juicio de su colega londinense, Philip Hook, El Grito “es un icono del arte” y la obra más importante jamás subastada en Sotheby’s.
En esa misa subasta del 2 de mayo y en días sucesivos saldrán también a la venta otras obras de Munch y también de Picasso, Miró, Bacon, Liechtenstein y Warhol, entre muchos otros.
El segundo robo afectó a la cuarta versión de El Grito, pintada en 1910, que fue sustraída del Munch Museum a punta de pistola en 2006 junto a otra obra, Madonna. Ambas fueron luego recuperadas y volvieron a exhibirse en 2008.
¿No tiene miedo Sotheby’s de que alguien quiera ahora robar la tercera versión, aprovechando que se exhibe casi por primera vez en público?
“No. Hemos tomado nuestras precauciones”, responde con buen humor Philip Hook. El Grito nunca se ha visto antes en Reino Unido y solo se exhibió durante un breve periodo en Estados Unidos en los años setenta.
Quizás los expertos serían incapaces de ponerse de acuerdo sobre cuál de las cuatro versiones de El Grito tiene más valor, pero para Hook, la respuesta es muy fácil: “Esta, seguramente.
Porque es la única que está en el mercado”, se ríe. Esta tercera versión es, desde hace setenta años, propiedad de la familia Olsen, armadores noruegos.
Ahora, su hijo Petter cree que ha llegado el momento de que El Grito abandone a los Olsen.
“He vivido con esta obra toda mi vida y su poder y su energía han ido aumentando con el tiempo”, sostiene en los folletos de Sotheby’s. “Ahora, sin embargo, creo que ha llegado el momento de ofrecer al resto del mundo una oportunidad para ser su dueño y apreciar esta extraordinaria obra”. Pero ese placer no es gratis: puede costar más de 80 millones de dólares.
Este viernes 13 de abril se dispone a exponer la tercera de las cuatro versiones de El Grito, la archifamosa obra del noruego Edvard Munch (1863-1944), dos de cuyas otras versiones fueron robadas, y luego recuperadas, hace no muchos años. Considerada uno de los grandes iconos de la pintura mundial, a la altura según algunos de La Mona Lisa, la versión de 1895, la única que está en manos privadas, se subastará el 2 de mayo en la sucursal neoyorquina de Sotheby’s y la casa de subastas espera alcanzar un precio por encima de los 80 millones de dólares que constituiría un auténtico hito en el mundo del arte.
Esta versión de El Grito, que se distingue de las otras tres en que es la que tiene los colores más vivos, con el cielo dominado por el rojo-sangre, el amarillo y, en menor medida el azul, es la única en la que uno de los dos personajes secundarios, al fondo a la izquierda del cuadro, está encorvado sobre si mismo, como contemplando la ciudad al fondo.
Pintada en 1895, es la tercera de la serie de cuatro y la única cuyo marco original fue pintado por el artista con un poema en el que describe las circunstancias que le llevaron a pintarlo:
“Estaba yo caminando por la carretera con dos amigos / a la puesta del sol – El cielo se tornó rojo sangre / Y sentí un aroma de melancolía – Me quedé parado / muerto de cansancio – por encima del negro-azulado / de las leguas de sangre y fuego del Fiordo y la Ciudad – Me quedé atrás / temblando de Ansiedad – y sentí el gran grito de la Naturaleza”.
Al igual que su contemporáneo Vincent van Gogh, el deseo de Edvard Munch era pintar una nueva forma de realidad enraizada en la experiencia psicológica, más que visual.
“Es esa proyección del estado mental de Munch lo que le hizo tan innovador como artista: un paisaje de la mente cuyo impacto todavía se siente en el arte de hoy”, subrayan los expertos de Sotehby’s. “El Grito de Munch es la imagen definitoria de la modernidad”, ha afirmado Simon Shaw, responsable de la sección de Impresionismo y Arte Modero de Sotheby’s Nueva York, durante la presentación de la obra en Londres.
A juicio de su colega londinense, Philip Hook, El Grito “es un icono del arte” y la obra más importante jamás subastada en Sotheby’s.
En esa misa subasta del 2 de mayo y en días sucesivos saldrán también a la venta otras obras de Munch y también de Picasso, Miró, Bacon, Liechtenstein y Warhol, entre muchos otros.
El primer boceto
Se cree que la versión de El Grito pintada en 1893 y que está ahora depositada en el Munch Museum de Oslo es un primer boceto, un dibujo sobre madera, de la segunda versión, datada también ese año y que se exhibe en la Galería Nacional de Noruega. Es esa versión ya más definitiva que la que fue robada en 1994 de ese mismo museo, aprovechando la distracción que significaba la inauguración en ese momento de los Juegos Olímpicos de Invierno en Lillehammer. La obra fue recuperada ese mismo año.El segundo robo afectó a la cuarta versión de El Grito, pintada en 1910, que fue sustraída del Munch Museum a punta de pistola en 2006 junto a otra obra, Madonna. Ambas fueron luego recuperadas y volvieron a exhibirse en 2008.
¿No tiene miedo Sotheby’s de que alguien quiera ahora robar la tercera versión, aprovechando que se exhibe casi por primera vez en público?
“No. Hemos tomado nuestras precauciones”, responde con buen humor Philip Hook. El Grito nunca se ha visto antes en Reino Unido y solo se exhibió durante un breve periodo en Estados Unidos en los años setenta.
Quizás los expertos serían incapaces de ponerse de acuerdo sobre cuál de las cuatro versiones de El Grito tiene más valor, pero para Hook, la respuesta es muy fácil: “Esta, seguramente.
Porque es la única que está en el mercado”, se ríe. Esta tercera versión es, desde hace setenta años, propiedad de la familia Olsen, armadores noruegos.
La familia Olsen
Thomas Olsen (1897-1969) fue amigo personal, patricio y protector de Edvard Munch, además de vecino y coleccionista de sus obras desde finales de los años veinte del siglo pasado. Olsen jugó un papel decisivo en la salvación de 74 de sus obras, que estaban condenadas al fuego después de que Hitler incluyera al pintor noruego en el catálogo de artistas que consideraba degenerados.Ahora, su hijo Petter cree que ha llegado el momento de que El Grito abandone a los Olsen.
“He vivido con esta obra toda mi vida y su poder y su energía han ido aumentando con el tiempo”, sostiene en los folletos de Sotheby’s. “Ahora, sin embargo, creo que ha llegado el momento de ofrecer al resto del mundo una oportunidad para ser su dueño y apreciar esta extraordinaria obra”. Pero ese placer no es gratis: puede costar más de 80 millones de dólares.
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