La extranjeridad de uno a veces siente miedo
. Anteayer murió José María Rodríguez Pastrana y uno siente la necesidad de decir que lo conoció, como para que se vea alguna raíz, algún trozo de pasado reconocible.
Sus padres eran amigos de los míos en los veranos del Sur, en Tenerife.
Con su hermano mayor, un mediodía de fin de año, fuimos salvados por un alemán que avistó la maniobra de deriva y abandono de la tabla en que navegábamos por la bahía de Los Cristianos.
Años después, en alguna noche borrascosa de Barcelona, estando con P. acabé pasando la noche en su piso de estudiante.
Luego supe de su fama como arquitecto.
El edificio de Presidencia en Santa Cruz yo no sé si es bonito, en una ciudad cuyo patrimonio arquitectónico ha sido destruido a conciencia y sin remordimiento.
Me gustó la mezcla de la madera y el basalto.
Escribo este apunte como si aquellos hilos de historia pasada pudieran conectarme con aquel tiempo, con personas de aquel tiempo.
Cuando regresemos, y no sé de qué manera, lo haremos con mirada de inocencia recobrada hacia aquellas gentes extrañas.
Cuando regresemos, y no sé de qué manera, lo haremos con mirada de inocencia recobrada hacia aquellas gentes extrañas.
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