La inquietud filológica le viene a Riccardo Muti de lejos y no está de más recordar al respecto el fichaje de Alberto Zedda para el teatro alla Scala de Milán cuando el napolitano era allí el sumo sacerdote.
Esta inquietud le ha llevado a escarbar en el repertorio napolitano más tardío -Spontini, Cherubini…-desde hace años.
El descubrimiento de una partitura olvidada de Mercadante en España, y su condición de haber sido compuesta y estrenada en Madrid, ha sido para Muti una tentación irresistible para su presentación lírica en el Real con I due Figaro, al igual que el estreno en Cadiz de La rappresaglia, otra ópera de Mercadante, ha motivado su programación para la próxima temporada.
El toque español cuenta lo suyo en Muti y más desde su designación como último Premio Príncipe de Asturias de las Artes.
A todo ello hay que añadir su condición de figura principal de la dirección musical en la ópera italiana, una categoría a la que ha llegado, entre otras razones por su fidelidad. Mientras otros de sus compatriotas como Abbado, Chailly o Gatti han optado por dar preferencia al repertorio alemán en su dedicación lírica de los últimos años, Muti ha optado por Verdi como centro de su repertorio operístico –en el teatro de Ópera de Roma, fundamentalmente- y por los autores que le preceden, con los títulos de Mozart en italiano en lugar preferente y con la sombra de Rossini siempre al fondo.
Se explica así, con esta “especialización”, que las óperas de Verdi en el Festival de Salzburgo las pasadas ediciones hayan sido las primeras que han puesto el cartel de “no hay billetes”, antes incluso que las dirigidas por el otro gran “especialista”, aunque en el repertorio alemán, Christian Thielemann.
La fidelidad de Muti marca también su compromiso con la orquesta juvenil Cherubini, a la que da juego allá donde esté.
En España aún estamos hipnotizados en el recuerdo con su dirección con esta orquesta de Il ritorno de don Calandrino, de Cimarosa, en noviembre de 2007 en el teatro Perez Galdós de Las Palmas. En el Real la experiencia se ha repetido, si cabe corregida y aumentada con la ópera de Mercadante
. No sé que habría resultado en manos de otro maestro pero con Muti al frente ha sido una absoluta lección de dirección musical
. Con un sentido del sonido fascinante, con una tensión musical arrolladora, con una gran maestría desplegada en los acompañamientos y en los concertantes, con una gama de matices apabullante, con la pasión de dirigir siempre en primer plano. Inolvidable.
Y así mientras la sombra de Mozart aparecía en ciertas situaciones temáticas, Bellini lo hacía en algunas melodías y Rossini en la atmósfera vocal, con un cierto aire español ya desde una obertura con evocaciones de fandangos y boleros.
Emilio Sagi y sus colaboradores estuvieron a la altura de las circunstancias, con una puesta en escena en claroscuros que recordaba vagamente a la de Strehler en Las bodas de Fígaro.
En algún momento, con la explosión de color, macetas, buganvillas y naranjos, se hizo alargada la sombra de la pintora sevillana Carmen Laffon.
El españolismo en el vestuario al final fue, para lo que es Sagi, contenido. Teatral y escenográficamente todo tuvo sentido de la medida, no hubo excesos.
Un gran trabajo
. Del reparto vocal destacaron la Susanna de Eleonora Buratto, la Condesa de Asude Karayavuz y el Conde de Antonio Poli, dentro de un equipo joven y conjuntado que se integró con coherencia y entrega en el espectáculo.
El éxito fue clamoroso, con el público puesto en pie aclamando a los artistas y en particular a Riccardo Muti con ovaciones en otros tiempos reservadas exclusivamente a los divos del canto.
Los tiempos han cambiado y ahora los protagonistas son otros. Si Mercadante levantara la cabeza, como decía un ilustre espectador, no se lo habría acabado de creer.
Que un espectáculo como éste se sitúe en la programación del Real entre las dos propuestas más controvertidas de la temporada, supone una garantía en la defensa de la variedad artística que, se mire por donde se mire, siempre es gratificante y hasta necesaria.
Esta inquietud le ha llevado a escarbar en el repertorio napolitano más tardío -Spontini, Cherubini…-desde hace años.
El descubrimiento de una partitura olvidada de Mercadante en España, y su condición de haber sido compuesta y estrenada en Madrid, ha sido para Muti una tentación irresistible para su presentación lírica en el Real con I due Figaro, al igual que el estreno en Cadiz de La rappresaglia, otra ópera de Mercadante, ha motivado su programación para la próxima temporada.
El toque español cuenta lo suyo en Muti y más desde su designación como último Premio Príncipe de Asturias de las Artes.
A todo ello hay que añadir su condición de figura principal de la dirección musical en la ópera italiana, una categoría a la que ha llegado, entre otras razones por su fidelidad. Mientras otros de sus compatriotas como Abbado, Chailly o Gatti han optado por dar preferencia al repertorio alemán en su dedicación lírica de los últimos años, Muti ha optado por Verdi como centro de su repertorio operístico –en el teatro de Ópera de Roma, fundamentalmente- y por los autores que le preceden, con los títulos de Mozart en italiano en lugar preferente y con la sombra de Rossini siempre al fondo.
Se explica así, con esta “especialización”, que las óperas de Verdi en el Festival de Salzburgo las pasadas ediciones hayan sido las primeras que han puesto el cartel de “no hay billetes”, antes incluso que las dirigidas por el otro gran “especialista”, aunque en el repertorio alemán, Christian Thielemann.
La fidelidad de Muti marca también su compromiso con la orquesta juvenil Cherubini, a la que da juego allá donde esté.
En España aún estamos hipnotizados en el recuerdo con su dirección con esta orquesta de Il ritorno de don Calandrino, de Cimarosa, en noviembre de 2007 en el teatro Perez Galdós de Las Palmas. En el Real la experiencia se ha repetido, si cabe corregida y aumentada con la ópera de Mercadante
. No sé que habría resultado en manos de otro maestro pero con Muti al frente ha sido una absoluta lección de dirección musical
. Con un sentido del sonido fascinante, con una tensión musical arrolladora, con una gran maestría desplegada en los acompañamientos y en los concertantes, con una gama de matices apabullante, con la pasión de dirigir siempre en primer plano. Inolvidable.
Y así mientras la sombra de Mozart aparecía en ciertas situaciones temáticas, Bellini lo hacía en algunas melodías y Rossini en la atmósfera vocal, con un cierto aire español ya desde una obertura con evocaciones de fandangos y boleros.
I DUE FIGARO
De Savario Mercadante. Director musical: Riccardo Muti. Director de escena: Emilio Sagi. Orquesta juvenil Luigi Cherubini, coro Philharmonia de Viena. Con A. Poli, A. Karayavuz, R. Feola, A. Stroppa, M. Cassi, E. Buratto, A. Zorzi, O. Montanari y B. Lichtenberger. Coproducción con los festivales Pentecostés de Salzburgo y Ravenna. Teatro Real, 25 de marzoEn algún momento, con la explosión de color, macetas, buganvillas y naranjos, se hizo alargada la sombra de la pintora sevillana Carmen Laffon.
El españolismo en el vestuario al final fue, para lo que es Sagi, contenido. Teatral y escenográficamente todo tuvo sentido de la medida, no hubo excesos.
Un gran trabajo
. Del reparto vocal destacaron la Susanna de Eleonora Buratto, la Condesa de Asude Karayavuz y el Conde de Antonio Poli, dentro de un equipo joven y conjuntado que se integró con coherencia y entrega en el espectáculo.
El éxito fue clamoroso, con el público puesto en pie aclamando a los artistas y en particular a Riccardo Muti con ovaciones en otros tiempos reservadas exclusivamente a los divos del canto.
Los tiempos han cambiado y ahora los protagonistas son otros. Si Mercadante levantara la cabeza, como decía un ilustre espectador, no se lo habría acabado de creer.
Que un espectáculo como éste se sitúe en la programación del Real entre las dos propuestas más controvertidas de la temporada, supone una garantía en la defensa de la variedad artística que, se mire por donde se mire, siempre es gratificante y hasta necesaria.
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